El Apóstol sacrificado


José M. Gómez

La historia y sus derroteros no carecen de ironía. Luego de que la iglesia católica y su anquilosada casta de jerarcas, censuraran por más de mil añosa cada culto, sociedad, ideología y personaje que se atreviera a cuestionar o contrariar sus ideales, primero en el viejo mundo donde absorbieron a los mitos grecolatinos y nórdicos, para así alimentar su liturgia, posteriormente en América, donde el devastador proceso de colonización y mestizaje, vino a barrer con siglos de un sobresaliente desarrollo cultural y científico. Hoy en día el ministerio de Cristo en la tierra se enfrenta a una crisis de fe y organización que obliga al sumo pontífice a abandonar el trono de Pedro, alegando una falta de capacidad y fuerza para aliviar la precaria situación de una institución que se ha estancado, que se ha negado a aceptar que las estructuras, paradigmas y dogmas que la rigen deben adaptarse a un nuevo orden mundial.
 Irónicamente el centro neurálgico del catolicismo actúa hoy como los cultos paganos a los que tanto tiempo atrás combatió enérgicamente. Como si se tratara de un dios azteca condenado a la inmolación para iluminar a un mundo en tinieblas, o de un héroe griego cuyo trágico sino ya ha sido trazado por alguna sacerdotisa en algún místico oráculo; la curia papal prepara el próximo conclave a la manera de una tragedia, o como una farsa satírica tras la que se esconden los esfuerzos por ocultar  las  escándalos de corrupción, el encubrimiento de pederastas, venta de secretos y demás vicios que una sociedad global de información,  difícilmente pueden quedar ocultos.
Es imposible predecir si este sacrificio que Benedicto XVI realizará en aras de la supervivencia de la fe católica tendrá un buen resultado o si el sucesor de Joseph Ratzinger al frente del estado Vaticano recibirá una institución más debilitada aun, pero los tintes catastrofistas que escándalos como el del líder de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel; o la venta de sus intimidades a manos de su secretario indican que le toca al catolicismo entrar en un periodo de restructuración similar al que  el islam enfrento en su amarga primavera.