VIERNES SANTO


Mari Trini Ponce Rosas 

Al regreso del Jueves al Monte de los olivos pasada las diez de la noche, algunos de los apóstoles caen en profundo sueño y otros con la más grande y sincera intensión de protegerlo de sus enemigos, mientras Jesús oraba al Padre los apóstoles de guardia se durmieron también.
Cercana la media noche Judas Iscariote caminaba delante del grupo de soldados romanos, guardianes del templo –más  de sesenta, los que arrestarían al Maestro, Judas se adelantó para no levantar sospechas que venían con él, acercándosele le da un beso en la frente –“Salve Maestro e instructor”.  Al abrazar así Judas Iscariote a su Maestro le da un beso en la frente.   Jesús lo saluda con suavidad, como a un traidor “ ¿Amigo acaso no basta con esto?  ¿Aún quieres traicionar al Hijo del Hombre con un beso?
Los apóstoles y discípulos quedaron literalmente paralizados por lo que vieron. Jesús desenredándose del abrazo traicionero de Judas le preguntó a los guardianes del templo. “¿A quien buscáis?” –A Jesús de Nazareth. Nuevamente contestó Jesús “Ya os he dicho que yo soy. Si por lo tanto me buscáis dejad que estos otros vayan por su camino. Estoy pronto para ir con vosotros”.
Jesús fue sometido, la indignación incontenible de Pedro provocó que éste desenfundara su espada, -con gesto de prohibición Jesús le dijo: “No lo hagas, no ves que el que a espada lucha a espada muere. Pedro guarda tu espada. ¿Acaso no comprendes que es voluntad de mi Padre que yo beba esta copa?



Jesús pasó dos horas en el palacio de Anás, quien estaba muy molesto porque Jesús no contestaba a sus preguntas decide enviarlo al Sanedrín fue humillado, abofeteado y azotado. Jesús no volvió aparecer ante la corte del sanedrín. No querían ellos contemplar nuevamente su rostro mientras juzgaban su vida inocente. Jesús no supo como  hombre de los cargos levantados contra él hasta que los escuchó por boca de Pilatos.  A las seis de la mañana fue llevado fuera de la casa de Caifás, para aparecer ante Pilato para que éste confirmara la sentencia de muerte que el tribunal de los sanedristas tan injusta e irregularmente había decretado:
“Es decisión del tribunal sanedrista que este hombre es un malhechor y embaucador de nuestra nación porque es culpable de: 1.-Pervertir a nuestra nación e incitar a nuestro pueblo a la rebelión. 2.-Prohibir al pueblo que le pague tributo a César. 3.-Llamarse a sí mismo rey de los judíos y enseñar la fundación de un nuevo reino.
Jesús no contestó a ninguna de las preguntas hechas públicas, sólo en el Juicio privado con Pilatos, para después ser llevado ante Herodes –éste se sorprende de su apariencia majestuosa y de la calma de su conducta.  Durante unos quince minutos hizo Herodes preguntas a Jesús pero el Maestro no respondió. Herodes lo desafió para que realizara un milagro, pero Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas mucho menos a sus desafíos.
Pilato temía un tumulto o una revuelta. Se dio cuenta de que Jesús era acusado sin ninguna prueba: No se atrevía a arriesgar disturbios, durante la semana de Pascua en Jerusalén. Recientemente había sido censurado por el César, y no quería arriesgar otra censura.  La plebe aplaudió cuando ordenó que soltaran a Barrabás. Luego mandó que le trajeran un cántaro y agua y allí ante la multitud se lavó las manos, diciendo: “Yo soy inocente de la sangre de este hombre. Vosotros habéis decidido que debe morir, pero yo no hallé delito en él. Allá vosotros.  Los soldados se lo llevarán”. Y la plebe aplaudió y replicó “Que su sangre se derrame sobre nosotros, y sobre nuestros hijos”.
El Libro de Urantia relata que Jesús pide a Juan: “Ya no puedes hacer nada por mí, ve y trae a mi madre, para que me vea antes de morir”.  Muchos de los seguidores secretos de Jesús siguieron la procesión rumbo al Gólgota. Los soldados colocaron un travesaño sobre los hombros de Jesús como era costumbre –ya los palos largos se encontraban plantados en el Gólgota.
La crucifixión no era un tipo de condena de los judíos Tanto los griegos como los romanos habían aprendido este método de ejecución de los fenicios. Aún Herodes, a pesar de su gran crueldad, no llegó nunca a practicar la crucifixión.  Los romanos nunca crucificaron a un ciudadano romano; este tipo deshonorable de muerte se usaba tan sólo para los esclavos y los pueblos súbditos.  Jesús muere crucificado, el viernes a las tres de la tarde expiró. Los cielos se oscurecieron, lluvia de arena azotó, el cielo se rasga y la tierra tiembla!! Y todos los ahí presentes fueron presa de un miedo aterrador.