falcotitlan: Inmutado


Hugo Falcón Páez

El mundo son tus padres. Te hicieron hablar y escribir, manifestar la idea misma que te hace humano. No hay bien ni mal, sólo personas que piensan diferente. Lo sabes porque alteras todo cuando sueñas o vives.

No luches contra la deshonestidad, ni contra la corrupción, menos contra la violencia. No lo entiendes, pero la paz significa más que oponerse al grado enfermizo del mal, de aquello que destruye y es nocivo para el ser. Y ayer que fue el Día de la Libertad de Expresión en México, celebraron un silencio y festejaron con gritos e incesantes vitorees. La cotidianidad con noticias lastimeras e información que sesga el alma. La historia nos dicta que la Asamblea General de las Naciones Unidas, por impulso de los países miembros de la Unesco, proclamaran el 3 de mayo de 1993 como Día Mundial de la Libertad de Prensa, con la idea cristalina de fomentar la libertad de prensa en el orbe, al reconocer que una prensa libre, pluralista e independiente es un componente esencial de toda sociedad democrática. El 7 de junio sería la Libertad de Expresión en nuestra nación, para hacer mella a los gobernantes que la libertad de palabra, información, expresión, es un respeto inalienable. Aboliendo cualquier medida drástica o que resquebraje ese sentido, cualquier instancia o entidad que delimite ese estado antropológico. Es un impulso humano que ha sido considerado como una exposición de cambios, el cual en el país ha sido azotado en las últimas décadas, desde que Benito Juárez legisló para que los mexicanos se expresaran sin ser reprendidos. Consumiendo esto, como un derecho humano elemental, constitucional y fundamental. La participación cívica en sus haberes y deberes, así como en tareas específicas para el desarrollo de la ciencia, el arte y la tecnología, circunscriben un soporte social para los medios de comunicación masivos, los derechos de reunión, asociación y participación política. Definiendo la acción de otros bastiones, como la libertad de petición, de prensa y de opinar. Pero hace un año exactamente, México, fue palomeado por la Organización de las Naciones Unidas como el país más peligroso para ejercer el periodismo en América. A un poco más de 365 días queda mucho por hacer en ese rubro, desde que Miguel Alemán Valdés en 1951, desde la Presidencia, instituyó la fecha que todos conocemos pero que pocos comprenden en su totalidad. Ya en 1976, Luis Echeverría Álvarez instruyó desde Los Pinos que se diera un reconocimiento, el cual es el Premio Nacional de Periodismo. Y por episodios de lucha, sacrificios, manifestaciones y actos valientes, está encumbrado como un día mundial. Es una libreta negra hoy en día, sin nombrar entidades de México víctimas del ultraje de empresas o corporativos, así como la muerte de la pluma y su autor. El secuestro de la investigación periodística es un tema siniestro, como las estadísticas pico de asesinatos a cientos de corresponsales y editores  nacionales o extranjeros, así como la desaparición de quienes desde su trinchera, reportan e ilustran a los polígonos de una ciudad con una nota. Organizaciones no gubernamentales, sociedad civil, asociaciones, e incluso los propios medios en general, han clamado un alto a la artillería sobre quienes profesan la vocación de esgrimir un dato preciso. Hoy es un reclamo para que el Estado dé una garantía viable y formal a tal ejercicio establecido en la Carta Magna en los artículos 6º. Y 7º. Ya establecido no se puede renunciar al derecho fundamental de expresar un punto de vista sobre cualquier tema, persona o situación. Por ende, la cultura tiene que ser alimentada con educación, permitir que los valores crezcan como un programa académico y permanezcan en el hogar. Porque más que ser individuos que informamos, somos quienes queremos preservar la vida social y forjar una dimensión entre la ciudadanía, las megatendencias y el futuro. Trascender ahora que ya tocamos fondo, pues ya son 62 años desde ese albor, que los mexicanos cumplimos con buscar y hallar la libertad de expresión, un espíritu inherente a la concepción de lo que somos, mentes creadoras que no deben ser adversarios de la violencia, de la corrupción, ni de la deshonestidad.