II PARTE (ÚLTIMA)
Enrique Caballero Peraza, en colaboración con el Académico Argentino
Oscar Oszlack. Universidad de Buenos Aires.
“El estado soy yo”
Luis XIV. El Rey SOL.
E Pluribus Unum. (De
muchos uno)
Uno de los lemas de
los Estados Unidos de Norteamérica.
Integraciones
económicas. El estado apoyado en la economía
En buena parte del mundo, la última década ha sido testigo
de transformaciones fundamentales, tanto en las relaciones entre los estados y
sus sociedades nacionales como en los patrones de organización económica y
política en el plano internacional.
Fenómenos como la desregulación y apertura de mercados, el
ajuste del estado y la economía, la desocupación y flexibilización laboral, la
privatización de empresas y servicios públicos, la descentralización
administrativa y la integración regional, han redefinido los roles
tradicionales del Estado nacional -principalmente sus funciones benefactoras y
empresarias- replanteando a la vez el papel del mercado, la empresa privada,
los actores y espacios sub y supranacionales.
Estos procesos han contribuido a conformar distintas
modalidades de un capitalismo desorganizado y difuso, pero hegemónico respecto
de otras formas de organización económica.
A la vez, la historia reciente registra oleadas
democratizadoras, luchas por nuevos derechos sociales, desequilibrios cada vez
más profundos entre pobres y ricos (se trate de países o de clases sociales),
recrudecimiento de la xenofobia y los fundamentalismos religiosos, fenómenos que
también han contribuido a transformar radicalmente las relaciones
sociopolíticas dentro de, y entre, estados nacionales.
Estos procesos han vuelto a poner en el centro del debate
académico la problemática del estado, que tan fértilmente fuera tratada por
literatura especializada en los años 70, y prácticamente desapareciera de la
agenda académica de los 80, desplazada por los temas de la democracia y el renacimiento
de la sociedad civil. A fines de esa década y, sobre todo, a todo lo largo de
los 90, el estado regresó como problema de investigación y acción, pero sobre
todo a partir de la constatación de que su dimensión y formas de intervención
estaban sufriendo una transformación profunda.
Actualmente en el año 2011 en nuestra nación el Estado
Mexicano intenta cohesionar a la sociedad con el establecimiento de una
Economía Social de Mercado, con rostro humano, donde el Estado sea solidario y
subsidiario y brinde (Oportunidades) programas sociales que ayuden a equilibrar
las desigualdades que por si mismas produce el libre mercado.
El estado como la menos imperfecta de las organizaciones
para conducir la sociedad.
A pesar de su creciente descrédito y del virtual
desmantelamiento a que lo ha sometido la embestida neo-conservadora, el estado
sigue siendo la máxima instancia de articulación social.
Utopías extremas, como el anarquismo, el comunismo o el
ultra-liberalismo, jamás se han visto concretadas históricamente bajo la forma
de sociedades plenamente desestatizadas.
Sin embargo, los cambios producidos en los últimos años en
el papel del estado han sido vertiginosos y radicales. Por lo menos, han sido
mucho más veloces que el ritmo demostrado por la investigación académica para
registrarlos y evaluar sus consecuencias sociales.
Podemos plantear que esos cambios encubren, en realidad,
transformaciones mucho
más profundas, que trascienden la esfera estatal y abarcan
al conjunto de la sociedad. Para decirlo en pocas palabras, la reforma del
estado y de su rol entraña, también, una reforma de la sociedad civil. O, para
ser más precisos, una redefinición de las reglas de juego que gobiernan las
relaciones entre ambas esferas. Una reflexión más profunda sobre este punto me
llevan ahora a replantearlo: tal como lo formula mi hipótesis central, quizás
no se trate de un cambio de reglas sino más bien de jugadores, estrategias y
resultados del juego.
La más visible de estas reglas que gobiernan las relaciones
estado-sociedad -y la que mayor atención ha recibido en los trabajos sobre la
reforma del estado- es la relativa al esquema de división social del trabajo.
Si hay algún fenómeno que captura de inmediato la atención del observador de
estos procesos, es la radical modificación producida en pocos años en la
responsabilidad asumida por los estados subnacionales y el sector privado en la
producción de bienes y servicios de los que antes se ocupaba el estado
nacional.
Las entidades subnacionales.
En cuanto a las relaciones fiscales intergubernamentales,
los estados subnacionales regiones, estados, provincias, municipios) disputan
actualmente a los estados nacionales el control de una parte importante de los
recursos financieros fiscales, a fin de desarrollar las nuevas tareas
incorporadas a su ámbito funcional. Asimismo, en algunos países se ha iniciado
un serio endeudamiento público de estas entidades subnacionales, poniendo en
peligro los equilibrios control de los recursos, especialmente en el corto
plazo. Las metas nacionales pueden ser seriamente distorsionadas y los recursos
escasos pueden ser desviados para fines inadecuados.
Inclusive, una radical descentralización puede debilitar
seriamente la capacidad del gobierno central para manejar la economía mediante
instrumentos monetarios y financieros. Además del daño potencial a la
estabilidad macroeconómica, el Banco Mundial observa que en el nivel local
existe mayor posibilidad de captura de los recursos por parte de elites
dominantes que en el nivel nacional. Es por ello que, dada la baja capacidad
administrativa en los niveles locales, que favorecen el gasto desmedido y la
corrupción, el enfoque del Banco Mundial sobre la descentralización y desarrollo
del gobierno local coloca el énfasis en herramientas financieras que permitan
lograr mayor eficiencia, más que en la toma de poder de la sociedad civil en
este nivel y/o el mejoramiento de sus condiciones de vida.
Es evidente que la transferencia de competencias
administrativas y de servicios del gobierno central a unidades subnacionales
tiene sentido sólo si va acompañada de la entrega de los instrumentos fiscales
y financieros que permitan su ejercicio. En otras palabras, de nada sirve
transferir las amplias responsabilidades previstas en los procesos de
descentralización a estados y municipios si no se les provee de los recursos
económicos necesarios.
Es previsible que en un futuro cercano los estados
subnacionales constituyan el eje principal alrededor del cual se establecerán
las relaciones estado-sociedad, de modo que el gasto público tenderá a
trasladarse en gran medida hacia esos gobiernos territoriales. La composición
actual del gasto público así lo confirma, ya que crecientemente el estado nacional
ha pasado a asumir el rol de cajero, con cada vez menor capacidad para decidir
el destino de los recursos que obtiene y un creciente compromiso de asignación
de los mismos a través de transferencias, sea para el pago de la deuda pública,
los subsidios a servicios públicos deficitarios en manos de operadores
privados, la coparticipación impositiva con las jurisdicciones subnacionales o
los adelantos del Tesoro a esos mismos gobiernos.
Globalización y el Estado Mundial.
Las transformaciones de las relaciones estado-sociedad han
coincidido, creo que no casualmente, con una serie de procesos en el ámbito
internacional cuyo impacto sobre el escenario político y socioeconómico de los
países no puede subestimarse. Tres conceptos estrechamente vinculados entre sí intentan
dar cuenta de estas transformaciones: globalización, internacionalización del
estado e integración regional. Aunque a menudo confundidos, cada uno de ellos
debe ser analizado separadamente en cuanto a sus alcances y consecuencias.
Siguiendo los planteamientos efectuados en un trabajo
reciente (Oszlak, 1996), sostendré que la globalización es a las explicaciones
deterministas lo que la integración regional a las voluntaristas. Las fuerzas
que explican la globalización son mucho más abarcativas, poderosas y complejas
que las que gobiernan el comercio internacional. Existe, hoy, una "agenda
mundial" que se compone -entre otras- de cuestiones relativas a las
migraciones, el medio ambiente, el terrorismo, la corrupción, el tráfico de
estupefacientes, la revolución comunicacional, los movimientos de capital
golondrina y los mercados financieros on-line. Todas estas cuestiones tienen un
elemento en común: borran las fronteras nacionales, que se vuelven móviles y
porosas o, simplemente, se disuelven ante las nuevas formas que adopta el
intercambio e interrelación entre fuerzas y actores tan poderosos.
La globalización representa, entonces, la explosión de la
complejidad y la incertidumbre. Para los estados nacionales, supone la
necesidad de contrarrestar algunos de sus efectos, de anclar algunas de las
reglas que gobiernan esta nueva dinámica, en un intento por ganar
previsibilidad y visibilidad de consecuencias.
Conclusión.
Históricamente, las sociedades latinoamericanas tendieron a
privilegiar una matriz sociopolítica que incluía, según los casos la fusión,
imbricación, subordinación o eliminación de ciertos elementos de la relación
entre estado, sistema de representación y actores sociales.
El estado constituía el referente central de la acción
colectiva e, inclusive, un factor decisivo en el propio proceso de construcción
social. El estado constituía también, por lo tanto, el locus principal de la
política, donde desembocaban todas las presiones, demandas y tomas de posición
que dieron sucesivos contenidos a la agenda pública.
Sin embargo, en la interpenetración entre estado y sociedad
prevalecen componentes movilizadores antes que representativos o auténticamente
participativos. Capturado o colonizado por los intereses económicos de turno,
el estado dispuso de escasa autonomía, orientando sus políticas según los
dictados y preferencias de quienes controlaban su aparato institucional.
Alcanzados los límites de su expansión frente a una crisis
que se presumía terminal, la antigua matriz estado-céntrica fue dando paso a un
modelo de relación cuya forma definitiva todavía se está definiendo, pero que
tiene como característica central una incorporación diferente de las instancias
estatales subnacionales, los demás sectores que componen la sociedad y los
actores supranacionales.
Tal vez no nosotros, pero sin duda nuestros futuros hijos o
nietos, podrán ver como se vive la integración de las naciones, la suma de los
conglomerados supranacionales en la creación Magna de un Estado y Sociedad
Mundial.
Bibliografía.
Estado y sociedad. Nuevas reglas. Oscar Oszlack. Universidad de Buenos
Aires. 2009
La Comunidad Latinoamericana de naciones. Iniciativa de reforma
constitucional. Diario de los debates. Enrique Caballero Peraza. 1993.
Estado y Sociedad. Marcos
Kaplan. 1981.
Estado y Sociedad. Francisco Panizza. 1988.
Estado y Sociedad. Las políticas sociales en los umbrales del siglo
XXI. Susana Hintze. 2000.
Compendio de Constituciones Políticas Latinoamericanas.
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