¡Sí!, queremos vivir en el subdesarrollo, ¿y qué?

Ramiro Padilla Atondo

Vender progreso que de eso se trata. Hay un viejo chiste sinaloense que habla de un candidato en campaña que ofrece construir un puente. La gente le responde, ¿pero si no hay río? y el político responde !pues lo hacemos! Y así hasta el infinito. Tipos con trajes carísimos que no han hecho otra cosa en su vida que vivir del presupuesto. El tema central ahora es esta falsa idea de que el progreso por el progreso es el paradigma que nos sacará del atraso. Un tipo con una tienda de abarrotes al que le ponen un OXXO en cada esquina no está progresando. Más bien mira como su negocio se va al carajo.
No se puede competir con una corporación tan grande que sólo piensa en función de los números, qué es redituable y qué no. Si de ese progreso hablamos entonces no lo quiero. Gabriel Zaid se preguntaba en el "Progreso Improductivo" si vale la pena invertir en la educación de alguien que al final no produce nada. Entonces habríamos de preguntarnos, ¿cuánto nos cuesta un político? Y si lo que le pagamos está en función de lo que hace. Pero como somos una sociedad mal organizada, no tenemos vela en el entierro. Los políticos se autogestionan los salarios, se autoadjudican contratos por medio de presta nombres, contratan a sus parientes y así hasta el infinito. Y nosotros como el chinito. Nomás milando. La doctrina del progreso, de origen norteamericano, es un sistema en el cual te tienes que mantener a cierta velocidad, ser productivo la mayor parte de tu vida, para que cuando llegues a viejo voltees y mires todo lo que produciste, y digas, valió
la pena aunque ya sólo de ti quede el cascajo. Bueno, al menos en Estados Unidos la gente aspira a tener una vida decente. ¿Pero qué pasa cuando se te vende este asunto del progreso, y tú lo miras como un asunto lejano? Porque la calle donde vives sigue llena de hoyos, tienes que dormir con un ojo abierto con el temor a que te roben y te pagan un salario de hambre. Y no hay progreso tangible. La ley no progresa, los delincuentes siguen saliendo de manera alegre de la cárcel. El monero del semanario Zeta lo explicó en una caricatura ya hace muchos años: Me robo siete millones, salgo del bote pagando tres.
Además el gobierno lo explica de manera sencilla. Las transformaciones que requiere el país no tocan la corrupción ni transparentan nada. Sólo pintan el carro cuando lo que necesita es un cambio de motor. Tienen un ferrari al que no le funcionan la mitad de las bujías, pero no se habla de cambiarle las bujías. Se habla de venderlo en nombre de la modernidad. Y nosotros los cuidadanos somos un circo de focas aplaudiendo. Por eso desconfío del progreso. Porque no es mi progreso.
Cada vez que oigo la palabra la asocio automáticamente con los tres mil millones de pesos en la cuenta de la hija de Granier, o con el Ferrari Enzo del hijo de Romero Deschamps. Porque ese es el progreso del que hablan. El progreso de la clase política. Nosotros no entramos en esa dinámica. Porque si las reformas fueran en serio lo primero que harían sería atacar la corrupción de base. Desgraciadamente ese no es el asunto. Cuando el presidente dice avanzamos se refiere a él y a su camarilla. No a nosotros. No se necesita terminar la primaria para saber que lo prometido en campaña nunca se conseguirá. Porque no les interesa. Pero como fundamentamos nuestras opiniones y nos creemos cultos políticamente solo por ver tercer grado, entonces no nos quejemos. Después de todo Adela Micha tenía razón. Leer es irrelevante a la hora de gobernar. Para hacerse millonario en este país no se necesita estudiar. Sólo ser político.

Postdata : viva la familia (revolucionaria)

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