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Aproximadamente a la una y media de la tarde, frente a decenas de turistas y lugareños, se cayó el andamio que utilizan en el centro comercial La Gran Plaza para remodelar la fachada de dicho sitio. Unos minutos antes, un guardia de seguridad, de los que laboran en el interior, estuvo indicando a los paseantes y peatones que no caminaran cerca o por debajo del andamio, ya que se estaba despegando de arriba. No precisó más detalles, si era el viento que debilitó la estructura, si estaba mal colocado por los ingenieros, o simplemente una negligencia por parte de los encargados de ese lugar de esparcimiento.
Tan sólo a los minutos de sentenciar esa medida precautoria, se desplomó totalmente por la parte lateral, raspando los vidrios de una tienda de servicio express y un local de telefonía, la gente gritó y ante la mirada de quienes presenciaron el desmoronamiento de la plataforma, una mujer quedó tendida abajo de los fierros. Inmediatamente el equipo de seguridad de la Gran Plaza salió a atender a la accidentada, pero era tarde, porque ni los trabajadores, ni los ingenieros pudieron hacer nada. La mujer yacía abajo de una de las partes del andamio.
Sangraba superficialmente de la boca, y se quejaba al querer tocar su pierna derecha, inmóvil, llorando y gritando ayuda, la mujer de unos cincuenta años de edad fue asistida por curiosos, personal de dicho lugar y transeúntes. Cabe citar que estuvieron de manera incidental, dos medios más de comunicación, a quien a uno de ellos empujaron y manotearon con su cámara en mano, porque no querían que filmara el accidente. Sin embargo, decenas de personas con sus smartphones tuvieron la oportunidad de tomar video y fotografías. A la media hora llegó una ambulancia de la Cruz Roja, para llevarse a la mujer tras gritos de dolor, con un collarín y una pierna entablillada por uno de los paramédicos. Estuvo presente la policía municipal y agentes con radio en mano.
A las dos con diez minutos de la tarde, hubo personas que mencionaban que pudo pasarle a cualquiera, no queriéndose imaginar si un infante, turista extranjero o alguien de la tercera edad pasara por ese sitio, el cual no tenía señales o franjas que indicaran que esa zona es de extremo cuidado, dicho sea de paso, para darle una manita de gato a la plaza comercial.
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