Rodrigo Huerta
Pegueros*
Hace unos días, los
obispos de la iglesia católica que operan en el territorio del estado de
Guerrero, emitieron un comunicado destinado a la opinión pública, en donde
vertieron sus opiniones sobre lo que ocurre actualmente en esta entidad y
advirtieron que estamos próximos a ser testigos de una rebelión social dadas
las condiciones de vida que padece la mayoría de la población.
El texto de los
obispos, no tiene un propósito político, más bien, retoma su misión social y
han sido reactivos al nuevo papel que está desempeñando el nuevo pontífice de
Roma, el papa Francisco, quien ha reiterado una y otra vez que los
representantes de la iglesia católica deben comportarse solidarios ante los
pueblos y particularmente aquellos que están en situaciones de dificultades
sociales y económicas.
La actividad pastoral
de los obispos en Guerrero ha servido para llevar el evangelio a los mas
apartados confines del territorio, particularmente en estos tiempos que la
competencia religiosa y las confrontaciones entre sectas han proliferado,
particularmente en zonas indígenas donde todavía los dialectos son
preponderante ante el habla castellana.
El conocimiento y
reconocimiento que tienen los representantes de la grey católica de lo que
acontece en la entidad es real y está próxima a ellos, pues no olvidemos que no
hay lugar, comunidad, región o espacios urbanos o rurales en donde no esté
asentada una iglesia o parroquia y donde los que las representan se constituyen
en solidarios con los pueblos que son afectados por las crisis sociales,
políticas y económicas que aquejan al país en general y a la etnidad en
particular.
Por lo tanto, las
exclamaciones que hacen a manera de advertencia los obispos de las diócesis de
ciudad Altamirano, Tlapa y Chilpancingo y que hace eco de estas el arzobispo de
Acapulco, Carlos Garfias Merlo, no es otra que la que a diario se replican en
casi todos los medios de comunicación y
que forma parte ya de la percepción intrasferible de los ciudadanos de este
estado, como es la histórica situación de marginación que viven las comunidades
indígenas.
La ausencia de
seguridad pública que padecen los guerrerenses en general, la violencia
promovida por la delincuencia común u organizada, el desempleo galopante que
padecen miles de personas en todas las regiones y una cada vez mas notoria
colusión de las autoridades locales con los grupos delincuenciales.
El panorama que
describen los obispos guerrerenses no se da de forma espontánea sino que es el
resultado de la ineficacia de los gfobernantes por aplicar políticas públicas
que puedan coadyuvar a promover el desarrollo de loos pueblos y por otor lado
es también parte de la corrupción política que priva en las elites del poder
público con el sector económico y que prohija que las inversiones destinadas a
obras y servicios de beneficio colectivo sean desviadas o disminuídas con
propósitos aviesos y de pertenencia.
Guerrero no ha
logrado despegar de su postración de marginación, pobreza extrema y desigualdad
social desde hace ya varias décadas y los paliativos que han pretendido mitigar
esta situación que padecen mas del sesenta por ciento de la población, han
fracasado rotundamente y por ello la entidad hoy tiene los mas altos niveles de
conflictos sociales que los que se tenían en los años sesentas del siglo
próximo pasado.
La advertencia de
los obispos sobre una rebelión social en ciernes, ha sido tomada por la clase
política guerrerense como si fuese solo una expresión mas de las que se hacen a
diario en los recintos legislativo, en las plazas públicas, en los mitines de
los partidos políticos o las declaraciones que adiario hacen los mas diversos
personajes de nuestra vida social, económica y política, cuando deberían haber
levantado, cuando menos las vejas, a fin de analizar este grito de los
religiosos.
Los políticos, de
los mas diverso grupos y tendencias ideológicas, andan ocupados en otros
asuntos, que son, sobre todo, de índole electoral, pues están próximos a quedar
sin trabajo y por lo tanto hacen hasta lo imposible por quedar bien con los
hombres del poder público o partidista que los pueda ubicar en una posición
alterna a fin de seguir dentro de la maquinaria
o esfera de la administración pública o en alguno de los puestos de
representación popular que estarán en disputa el próximo año.
Lo cierto es que el
comunicado de los religiosos católicos ponen los puntos sobre las íes respecto
al desempeño que ha tenido el gobernador del estado, Ánfgel Heladio Aguirre
Rivero, durante los tres años y días en que lleva despachando en palacio de
Chilpancingo.
El desastre de la
administración estatal está mas que documentada y los obispos de ciudad
Altamirano (región de la tierra aliente, donde la violencia está a flor de piel
y no hay poder que la frene) o el de la región de Tlapa (montaña alta que tiene
entre sus municipios los mas míseros de América Latina) o el de Chilpancingo
(la capital estatal que vive hoy sus peores días de su historia en inseguridad
pública y violencia desmedida provocada por las organizaciones del crimen
organizado que operan en la región), así lo han hecho ver a propios y extraños.
El silencio de los
gobernantes y la clase política guerrerense no es mas que una aceptación tácita
de que lo que han referido los eclesiásticos es una verdad absoluta y que algo
se tiene que hacer para resolver esta situación si es que no queremos que la entidad
se convierta en algo peor de lo que han vivido y siguen viviendo los ciudadanos
del vecino estado de Michoacán.
Aquí el punto
principal está en la forma de que el gobierno estatal intervenga para frenar la
confrontación social y no sea omiso en la aplicación de la justicia, pues se
tiene documentado que en esta administración de Aguirre rivero, han sido
asesinados decenas de líderes sociales en todas las regiones de la entidad y es
fecha en que ninguno de estos homicidios han sido favorablemente esclarecidos y
mas bien se ha notado el desinterés gubernamental por acelerar las
investigaciones y si en cambio se percibe la intención de que estos casos
formen parte de la herencia que dejará el gobernante actual para su sucesor.
Solo baste echazr
una mirada a lo que en los últimos días ha sucedido en Guerrero y daremos mayor
credibilidad a lo que los obispos han comunicado puntualmente. No hay día en que
no se hable de nuevos ejecutadfos, en el descuibrimiento de fosas clandestinas,
en que autoridades locales estén inmersos en las operaciones de los miembros
del crimen organizado, en que las autodefensas se multipliquen en toda la
entidad, incluída la capital Chilpancingo , donde las protestas de maestros
continpuen sin cesar, donde la justicia hacia los normalistas de Ayotzinapa no
haya brillado, en que las obras monumentales anunciadas sean activadas en forma
ilegal sin importar dañar el medio ambiente o la ecología, como sucede en
Acapulco o que el Acabús no alcance a operar tras mas de año y medio de retraso,
sin que se diga quien o quienes tienen que pagar los costos de esta falta de
cumplimiento a los contratos o que las autoridades locales sean intervenidas en
forma selectiva para conformar los cuerpos policiados y quienes estén al mando,
lo cual ha provoado inconformidad en las propias autoridades quienes ven
disminuido su poder que le otorgó el voto popular y asi como esto, un largo
etcétera.
Definitivamente los
obispos de Guerrero han sumido en elñ mas absoluito silencio al gobernante en
turno, quien en días próximos estará presto a ocurrir ante el Congreso del
estado para informar sobre su actividad durante el último año de gestión.
Lo destacable de
este acto público del vierrey estatal será lo que tiene que decir en positivo
que en realidad haya impactado a la población y que esta se sienta identificada
con su accionar.
Difícil saber lo
que sacará de la chistera el gobernante en turno, pero sea lo que sea que
saque, seguramente será causa de la hilaridad irónica social.
Periodista/Analista
Político*
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