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Hugo Falcón Páez

Viviendo en Latinoamérica una era solapadora.

Estoy en desacuerdo con la brecha política que ha servido como referencia histórica, son eventos de solapación, que bien se pueden traducir en violencia psicológica contra la sociedad. Es la médula del problema. Aunque se puede moderar, y por qué no, eliminar. Subsiste porque el poder agobia intereses y alimenta traumas para documentar la patología social del Siglo XXI, así como episodios enteros para entender la antropología aplicada. Porque vivimos en una cultura global mediada en la falta de instrucción, o escasa, en los asuntos benevolentes. Aunque la solución sin temor a equivocarme, viene del espíritu.

Recordemos. En la época presidencial de Gustavo Díaz Ordaz Bolaños, se auspició el denominado Tratado de Tlatelolco, para luego surgir el Organismo para la Proscripción de Armas Nucleares de América Latina (OPANAL); Luis Echeverría Álvarez, con “El Halconazo” o la matanza del Corpus Christi; o bien, a nuestros hermanos argentinos, cuando socavaron sus derechos los “milicos” con el Peronismo; en Chile, con Augusto José Ramón Pinochet Ugarte; en Colombia, las FARC; Hugo Chávez, en Venezuela y sus trifulcas nacionalistas. Ya hubo distracciones armamentistas, como las del Partido Comunista del Perú llamado Sendero Luminoso, en Chiapas el afamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional, dirigidos por un subcomandante, y la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca. En fin. Exponenciales casos que han sido ariete para menguar la verdadera fuerza moral, ética y cívica. Nos podemos remitir a los fenicios, persas, aztecas, mayas, egipcios, hindúes, griegos, chinos. La lista es decentemente corta, pero hoy no hay un Carlomagno, un Atila, un Alejandro Magno, un Ghengis Khan, un Mao Tse Tung, un Napoleón, un Simón Bolívar, un Miguel Hidalgo y Costilla, un Benito Juárez, un Franco, un Mussolini, un Hitler. Para unos fueron estratagemas, para otros, dioses o demonios.


Por lo tanto, las conquistas de ahora deben ser, lograr el abastecimiento alimentario, el suministro de agua potable, la protección del ecosistema y la naturaleza. Las cuales, biológica y químicamente están malversadas por la creación de tóxicos o elementos químicos que proliferan por el capitalismo desmedido. Necesitamos leyes que nos recuerden para qué servimos y de qué estamos hechos. Por ejemplo, se debe preservar la cultura y el origen científico de la raza humana. Para conocer con exactitud el mundo, el cosmos y su composición, enseñar esa materia desde un aula o en una campaña institucional del gobierno. Ya que las guerras religiosas desde el ángulo económico, han empujado a los creyentes desde su modernidad a la ignominia, a una descendencia enferma y débil. La humanidad es atentada con traición, envidia e irracionalidad. Se ha mermado la paz por la frivolidad y el ego de quienes desdibujan un partido político, e indignantemente, de quienes ocupan un espacio de elección popular. Se comprende por la excusa y la cruda realidad de un imperio gozoso por continuar una monarquía caduca, o un gobierno incorrectamente democrático, desde la república o la oligarquía. En América Latina, la explosión demográfica y los inventos de control, se consolidan y nos vuelve insensibles, nos convierte en culpables, hasta que no se compruebe lo contrario. La intención real de la verdad y del órgano inicial de la vida, de la libertad, el amor y la felicidad, han sido cautelosamente dañadas. De una manera malvada nos confrontan con nosotros mismos, es por ello que se deben crear ideas que salvaguarden desde nuestra integridad, hasta nuestro hogar y nuestra nación. ¿Qué diría Sócrates de esa lógica, qué reflexión tendría Aristóteles de esto, qué pensamiento aportaría Platón? Alea Iacta Est.

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