BREVIARIO

Alfredo Nava Pérez

Seguridad, estrategia fallida

“Tenemos un pacto con el gobierno federal”, aseguraba uno de los líderes de los caballeros templarios, al extorsionar a los presidentes municipales de la tierra caliente michoacana.

Con la llegada del PRI a la presidencia de la república,  se anunció con bombo y platillo un cambio radical, un viraje de 180 grados en la estrategia de seguridad. Se presentó al entonces mesías en esa materia, Manuel Mondragón y Kalb, como comisionado de seguridad nacional, quien hablaba de la necesidad de una enorme depuración de los cuerpos policiacos, de la formación de un grupo de elite llamado “Gendarmería nacional” y de la división del territorio mexicano en 5 grandes cuadrantes, que facilitarían la implementación de operativos de la policía federal, Ejército y Marina, para resguardar la integridad de los mexicanos y bajar los índices de criminalidad en el país.  
Durante los primeros meses de la gestión Peñanietista, el gobierno federal hizo hasta lo imposible por desmarcarse de la estrategia del ex presidente panista Felipe Calderón Hinojosa,  la “Guerra contra el narco”, bastante impopular debido al número de muertos (más de 60 mil) y al incremento de la violencia que generó en su sexenio. Los priistas  plantearon un trabajo en tres frentes: reconstrucción del tejido social, reactivación de la economía y desarticulación de grupos delincuenciales dedicados al secuestro, extorsión, tráfico de drogas, etc. A nivel discursivo, la “nueva estrategia”  sonaba muy bien, pero como todo plan que no da resultados perceptibles, se fue desgastando con celeridad.  Poco tiempo después de haberla anunciado, ya la sociedad desconfiaba de su eficacia, sospechaba que el gobierno federal manoseaba las cifras  para simular una baja en los índices de inseguridad; escepticismo basado en el violento panorama reflejado en los medios de comunicación: homicidios multitudinarios, descabezamientos, balaceras, narcomantas, emboscadas, ataques a destacamentos militar-policiacos, luchas cruentas entre carteles por el dominio del territorio, pueblos completos sometidos por el narco y el surgimiento de grupos de autodefensa ante la impavidez de quienes nos gobiernan.

Fueron 13 largos meses de presenciar esas imágenes que cotidianamente publicaban y/o transmitían los medios, dando cuenta de la lucha de civiles organizados contra narcotraficantes en Michoacán, defendiendo a sus familias, su patrimonio, sus tierras; totalmente desamparados por las autoridades, abandonados a su suerte. Pese a lo adverso de la situación, las autodefensas encabezadas por Hipólito Mora y el doctor José Manuel Mireles, autofinanciando su movimiento, lograron rescatar 80 municipios de la entidad, que bajo el yugo de los caballeros templarios habían sido testigos de la brutalidad criminal. Fue hasta ese momento que el gobierno federal tomó la decisión, en condiciones mucho más favorables, de intervenir en el conflicto. Pero desde la primera declaración que dieron, se notó su distanciamiento de la realidad. Primero, como por inspiración divina, intentaron el desarme de los grupos de autodefensa, sin previa negociación. Luego, frente a la resistencia, promovieron la regularización y conformación de la policía rural. Finalmente, terminaron por criminalizar a todo aquel que pensara diferente, que exigiera al gobierno el desmantelamiento  de los caballeros templarios antes de dejar las armas. Hipólito Mora fue el primer líder detenido sin tener pruebas suficientes de su participación en algún delito. Dos meses después lo liberaron. La semana pasada le tocó al doctor Mireles ser víctima del abuso de poder de nuestras autoridades. Su delito, disentir con la estrategia de la autoridad federal y promover la conformación de grupos de autodefensa tanto en Michoacán como en otras partes del país. Al momento de su detención le siembran armas y drogas, lo golpean, lo encapuchan, lo dejan incomunicado por más de 24 horas, violando  sus garantías individuales, muy al estilo del PRI de los años setentas.

Lo más absurdo de todo lo que está sucediendo, es la pérdida de brújula del gobierno federal. Lo que inició como combate frontal a la delincuencia organizada, se desvió en contra de la sociedad civil. El problema de México y Michoacán no son las autodefensas, ni sus líderes; son los carteles de la droga, los grupos delictivos que operan en esa parte del país. Las señales que están enviando nuestras autoridades son un verdadero galimatías. Por una parte, se presentan fotografías de funcionarios del PRI pactando con la maña; y por el otro, vemos como toda la fuerza del Estado se está usando en sentido contrario, amedrentando y reprimiendo civiles, en lugar de narcotraficantes.   
Michoacán sigue siendo una tierra caliente, con o sin Mireles. Estos atropellos y  la información negativa que se ha difundido en torno al ex secretario de gobierno, Jesús Reyna, al hijo del ex gobernador  Fausto Vallejo, y a varios presidentes municipales que tenían nexos con los caballeros templarios, dejan de manifiesto que las  complicidades, corrupción e incapacidad de los gobiernos locales y federal, han cambiado el rumbo de la supuesta estrategia de seguridad nacional, impidiendo la pacificación y el restablecimiento del estado de derecho. ¿Será que el PRI de verdad tiene un pacto con los narcos? ¿O sólo es sospechosismo político?

P.D. El número de homicidios sigue prácticamente igual que en el sexenio pasado; los secuestros y extorsiones se han elevado a niveles preocupantes del 2012 a la fecha; el Ejército y la Marina siguen estando en las calles haciendo funciones de policía. Más allá del discurso, no se perciben las diferencias entre la “nueva” y la ya conocida estrategia de seguridad que tanto criticó el actual gobierno.

#Liberen al doctor Mireles, #todos somos autodefensas.

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