Herencia nefasta

Carlos Ortiz Moreno

El colapso de la red sanitaria en la principal avenida turística del puerto, con su respectivo socavón y caos vial que apresó por horas a miles de acapulqueños, es uno de los ejemplos más tangibles de lo que esta hermosa ciudad ha heredado durante muchos años: los nefastos intereses partidistas y las mezquindades personales de los gobernantes.

Gobiernos van y gobiernos vienen pero Acapulco continúa hundido en una socavada imagen turística ante propios y extraños. Por más campañas de promoción que se realicen, los resultados son pésimos. Se finge vender una imagen que ha sido dañada por muchos años, muchos gobiernos, muchos partidos políticos.

El que haya pasado por ese sector de Icacos, cercano a la base naval, habrá detectado la fetidez del colector sanitario que ya no soportó más olvido institucional de un Ayuntamiento que parece preocuparle más la campaña de afiliación partidista del huésped en turno que por preguntar cómo están las entrañas de esta ciudad tan carcomida.

Esa pestilencia ha sido provocada por la mezquindad de hombres y mujeres que han gobernado Acapulco y por hombres y mujeres que solamente han pesado en llegar al poder político para tener (o acrecentar, según la dimensión de sus bolsillos) el poder económico.

Ese olvido es tan hediondo como las heces fecales que socavaron la carpeta asfáltica de la avenida costera Miguel Alemán, justamente en el tramo de Icacos, y debería de provocar a los acapulqueños un sentimiento forzoso y necesario de reflexionar qué es lo que merece Acapulco en el futuro inmediato.

Se acercan los tiempos en que, como todas esas temporadas ciclónicas de promesas, los suspirantes ofertarán con toda su labia sus perversiones disfrazadas de buenas voluntades.

¿O los acapulqueños necesitamos que esta ciudad se hunda y nos lleve hasta el fondo para poder hacer un análisis real de aquellos personajes o politicastros que buscan el poder?

Es tiempo de empezar a ver las vacas del corral para saber cuál es la que conviene para la próxima fiesta que viene. No hay necesidad de que los colores partidistas nos encandilen ni perturbe la idea precisa de que Acapulco requiere a alguien que quiera gobernar este municipio y no a quien solamente lo quiera usar como trampolín para una aspiración mejor o mayor.


De nosotros dependerá que no haya más socavones ni hundimientos de una ciudad que necesita a todos los acapulqueños. O nos quedaremos muchas veces atrapados en esa desidia que impedirá cualquier movimiento para deshacernos de esas rémoras de los presupuestos construidos con nuestro dinero.

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