Alfredo Nava Pérez
“La salida del parlamentarismo no está,
naturalmente, en abolir las instituciones representativas y la elegibilidad,
sino en transformar las instituciones representativas de lugares de
charlatanería en corporaciones de trabajo.”
(Karl Marx, Manifiesto comunista, 1847)
Ha finalizado uno de los periodos legislativos más
turbios de la historia de México, con la aprobación de las llamadas reformas
estructurales, queda de manifiesto que la democracia representativa se ha
degradado a tal punto que ya no cumple la función para la que fue creada. Los
legisladores representan cada vez menos el interés de la sociedad en la cámara
de diputados, y no sólo eso, han asumido la defensa de los intereses del
gobierno federal en turno y de los poderes fácticos que cogobiernan este país,
haciendo necesario de manera urgente pasar de la representación en el poder
legislativo a la participación ciudadana,
o democracia participativa, en donde las organizaciones sociales, asociaciones
civiles y la sociedad en su conjunto puedan influir en la toma de decisiones
que afectan la vida económica, política y social de los mexicanos.
La Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos consagra en el artículo 35 uno de los instrumentos jurídicos que promueven
la participación ciudadana, la CONSULTA POPULAR, que si bien los poderes
legislativo y ejecutivo se han encargado de ponerle un sinfín de candados para
tratar de frenar su utilización, la
realidad es que los mexicanos contamos con ese mecanismo para incidir en la
elaboración y aplicación de leyes y políticas públicas fundamentales que
terminarán por transformar para bien o para mal este país.
Actualmente son muy pocas las instituciones y/o los
dirigentes políticos con el suficiente
poder de convocatoria para impulsar una consulta popular que apunte a la
derogación de la reforma energética, tan nociva en muchos aspectos. Son dos los
grandes promotores de que se lleve a cabo en el siguiente proceso electoral de
2015, MORENA y el PRD. Lo más inteligente que puede hacer la sociedad, lejos de
filias y fobias, es respaldar este instrumento de participación ciudadana, coadyuvando
con esto al fortalecimiento de una verdadera democracia en México; de lo
contrario, si los mexicanos se dedican a sabotear esta iniciativa de la
izquierda mexicana, con el objetivo de
cobrarle la factura a los partidos por su ambiguo proceder legislativo, estarán
conculcando su propio derecho a participar en procesos democratizadores,
allanándole el camino a la oligarquía mexicana para hacer de este país lo que
le plazca.
Cuauhtémoc Cárdenas, dice mi mamá que siempre sí. Hace
algunos días, el ingeniero Cárdenas cambió su postura en torno al proceso de
renovación de la presidencia nacional del PRD, en varias ocasiones afirmó que
él sólo participaría si las fuerzas políticas del partido lo impulsaran
mediante una candidatura de unidad, sin embargo, por razones que todavía no da
a conocer abiertamente, pero que muchos militantes y simpatizantes suponen
(impedir que “los chuchos” sigan al frente, dilapidando la fuerza electoral y
política del PRD), el fundador y líder moral de ese partido ha decidido
competir en igualdad de circunstancias por la presidencia perredista,
sometiéndose al voto de los consejeros nacionales. Cabe mencionar que es la
única figura que pudiera evitar un quebrantamiento mayor en la izquierda
mexicana, así como una desbandada de perredistas hacia MORENA, el partido de
Andrés Manuel López Obrador, que hartos de ver cómo Jesús Ortega y Jesús
Zambrano traicionan al partido con sus alianzas con el PRI y PAN, han buscado
el cobijo de dirigentes políticos más congruentes y menos corruptos.
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