Carlos Reyes Romero
Ángel Aguirre Rivero desperdició la oportunidad de
reconciliar al gobierno del estado con los estudiantes de la Normal Rural “Raúl
Isidro Burgos” de Ayotzinapa; peor aún, desperdició la oportunidad de gobernar
Guerrero.
Ahora tendrá que pagar los costos de haber dejado el
gobierno en manos de familiares. Unos para enriquecerse más; otros para ejercer
la operatividad gubernamental y también enriquecerse. El gobernador nunca debió
haberles cedido la facultad de tomar decisiones porque ésta es una facultad
indelegable de quien resulta electo para ejercer la gubernatura del estado.
Las normales rurales son el último bastión de la educación
popular en el país. Lo que quedó de la devastación educativa que sucesivos
gobiernos priistas propiciaron luego del sexenio de Lázaro Cárdenas. Primero
desaparecieron las escuelas para hijos de trabajadores; luego los grandes internados
indígenas –a los que sobreviven algunos albergues que ahora sólo sirven para
dormitorios–; después cerraron los internados del Instituto Politécnico
Nacional y de la Escuela Nacional de Maestros.
En los estados sobrevivieron algunos albergues escolares
rurales y algunas casas de estudiantes, sobre todo en Michoacán y Guerrero;
pero más como un esfuerzo magisterial-estudiantil que como una política de apoyo
y fomento a la educación popular.
Sometidos a una política de literal inanición, porque
durante décadas los gobiernos estatales les han confiscado buena parte de los
pocos recursos que manda la Secretaría de Educación Pública para su
manutención; con una planta docente formada con otros parámetros educativos y
poco actualizada; sufriendo toda clase de estrecheces y penurias, los
normalistas rurales son de los pocos sectores normalistas de Guerrero y del
país que sí presentan examen de conocimientos, aunque estos sean aplicados por
maestros que muchas de las veces les son hostiles.
Ciertamente salen mal formados, pero también entran mal
formados; al igual que el resto de los normalistas y estudiantes del estado y
del país.
Aguirre pudo cambiar esta circunstancia y no lo hizo. Se le
atravesaron los sucesos del 12 de diciembre de 2011, que dejaron un saldo de 2
estudiantes de Ayotzinapa muertos a manos de fuerzas policiacas federales y
estatales.
Sólo el apoyo del gobierno federal, de jueces, magistrados y
de la CNDH, pudo salvar a Aguirre Rivero de la debacle. Pero tuvo que
sacrificar piezas clave de su equipo, entre ellas a su amigo Humberto Salgado
Gómez.
Hoy, con los sucesos de la sangrienta noche del 26-27 de
septiembre en Iguala, la tormenta se ciñe nuevamente sobre su cabeza.
La gravedad de esta masacre es tal que, incluso, sectores de
la ciudadanía que todavía confiaban en su gobierno, ahora participan en las
acciones de protesta y en el reclamo de que se castigue a los culpables de las
6 muertes y de la desaparición de 43 estudiantes, que no aparecen por ningún
lado.
En esta ocasión, en una típica maniobra de control de daños,
el gobierno de Peña Nieto se apresura a deslindarse de Aguirre Rivero y a
exigirle resultados; incluso Televisa, que no actúa por sí sola, está dedicando
varios de sus programas a soliviantar a la opinión pública contra el gobierno
del estado.
Y no es para menos. Es el resultado de la política de
encubrimiento que el gobierno de Aguirre Rivero ha asumido en casos clave para
la opinión pública como los asesinatos de los diputados Armando Chavarría y
Moisés Villanueva de la Luz; de los ecologistas Eva Alarcón Ortiz y Marcial
Bautista Valle; de los dirigentes sociales Arturo Hernández Cardona y Rocío
Mesino Mesino; en la desaparición del joven activista indígena Longino Vicente
Morales, y ahora en estos graves y lamentables hechos.
¿Cómo va a ser posible que el gobierno del estado no pueda
averiguar el paradero de 43 estudiantes de Ayotzinapa, teniendo en la cárcel a
los 22 policías que participaron en su detención?
No quiero ni imaginarme qué va a suceder si estos
estudiantes no aparecen.
Ángel Aguirre debiera hacer ahora lo que tenía pensado,
cuando en aquella reunión con Beatriz Paredes Rangel, Rubén Figueroa Alcocer le
negó el apoyo del PRI a su candidatura: agarrar sus maletas e irse.
No hay de otra; y sería lo mejor para Guerrero.
Octubre 3 de 2014
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