La
respuesta y el manejo que se ha dado a la actual crisis con relación a la
desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas rurales de Ayotzinapa,
ocurrida en el municipio de Iguala, así como la ejecución extrajudicial de 22
personas en Tlatlaya, Estado de México, ponen al descubierto la ausencia de
protocolos y acciones del Estado mexicano ante las graves violaciones a
derechos humanos, poniendo de manifiesto la gran descomposición del sistema
político mexicano.
No
es la primera vez que nuestro país enfrenta situaciones como estas, y la
realidad indica que a 19 años de distancia, las graves masacres a cargo de
agentes del Estado siguen sin ser atendidas como se debe, y las víctimas no
reciben justicia, ni reparación.
La
larga historia diplomática de México, que ha brindado figuras de derecho
internacional importantísimas y que hasta la fecha se aplican en la materia, se
ve pisoteada en el propio suelo mexicano, en donde no existe tratado
internacional que se cumpla a cabalidad, mucho menos en lo que se refiere a los
derechos humanos.
Aquí
la justicia se imparte por amiguismo, aquí el botín político de unos es la
ruina de otros, la sanción es casi siempre una destitución para los personajes
incómodos, y una disculpa mustia para las víctimas y sus familias.
En
1997 Emilio Chuayffet renunció a su cargo en la secretaría de Gobernación, ante
la falta de acciones contundentes y la presión social, por lo sucedido en la
masacre de Acteal, durante el gobierno de Ernesto Zedillo. Y no sucedió nada
más.
En
1996, el entonces gobernador del estado de Guerrero, Rubén Figueroa Alcocer,
solicitó licencia definitiva como consecuencia de la masacre de Aguas Blancas
del año anterior. Y no sucedió nada más.
El
gobierno actual ha puesto en bandeja de plata la cabeza de otro gobernador,
pretendiendo con ello silenciar a la sociedad que clama la aparición con vida
de los 43 estudiantes y no ha sucedido nada más.
Aún
con la detención de Abarca el día de hoy por la madrugada, no ha sucedido nada
más, porque la exigencia principal, el motivo de la lucha de familias y amigos
sigue existiendo: una desaparición forzada que no es responsabilidad de nadie
más que del propio Estado, que ha atentado por años en contra de las normales
rurales y su cuerpo estudiantil.
La
polarización social que actualmente se vive, en la que un sector recibe todos
los privilegios, mientras que la amplia mayoría sufre las consecuencias de la
pobreza, el desempleo, la discriminación, la violencia criminal, la falta de
servicios de seguridad social, la falta de educación y muchos otros, agrava las
profundas heridas que ha causado la desaparición de estos 43 estudiantes, que
en sí mismos representan la lucha por vencer todos los retos que el propio
sistema le impone a la clase más pobre de nuestro país.
Sin
dejar de lado la gravedad del caso Tlatlaya, me centraré en lo sucedido en
Iguala, debido a que es el epicentro de los trabajos de la Comisión Especial,
pero además ha marcado el patrón de las violaciones a derechos humanos que se
cometen en el país.
En
este caso, el Estado mexicano ha manifestado su compromiso con una
investigación en el ámbito de la justicia civil de manera diligente, objetiva e
imparcial para sancionar a quienes resulten responsables, así como garantizar
la atención a las víctimas y el diálogo con las organizaciones de derechos
humanos que representan sus intereses, sin embargo, hay un cambio constante de
narrativa, pero nunca de realidad.
A
más de un mes de la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa,
queda claro que Peña Nieto encabeza un gobierno que miente, y no sólo eso,
maquilla los hechos.
Lejos
han quedado los discursos triunfalistas por la aprobación de las 11 reformas
que lo colocaron mediáticamente como un gran hombre de Estado porque, ¿cómo
puede serlo, cuando los jóvenes de su país son la principal víctima del crimen
organizado, y no puede responder por su seguridad o un trato digno para sus
familias?
¿Cómo
puede ser un gran estadista cuando en México existe una violación sistemática
de los derechos humanos, que no sólo se focaliza en un grupo, sino en todos los
grupos sociales, en mayor o menor medida? Nadie queda a salvo de esta barbarie,
sólo un minúsculo grupo cercano al poder, que es intocable.
El
fracaso de la política de combate al crimen organizado es evidente, el único
resultado que ha tenido hasta ahora es la generación de cientos de miles de
víctimas: niñas, niños y adolescentes huérfanos o incorporados a las filas del
crimen organizado, familias destrozadas, y una cantidad incierta de personas
desaparecidas.
Ante
ello, se ha creado una Ley General de Víctimas, que le da un pretexto perfecto
al gobierno para argumentar que existe diálogo, cooperación y contacto con los
familiares, cuando en la realidad la lucha por un presupuesto digno para la
comisión encargada de que dicha Ley tenga una aplicación real, ha sido una
batalla constante en el congreso.
Ante
ello, y ante los hechos que han sido narrados una y otra vez por diferentes
autoridades, queda claro que existe una fuerte complicidad del poder con lo
sucedido en Ayotzinapa y, como siempre, los grupos más vulnerables son los que
reciben la peor parte.
Y,
como si no fuera poco para las familias de los desaparecidos, ahora se acusa a
los jóvenes de estudiar en una normal rural, en donde presumen que el crimen
organizado ha infiltrado la estructura, por lo que presumen que ellos
desaparecieron como consecuencia de sus actividades, revictimizando a las
familias.
Las
palabras “ustedes se lo buscaron”, que según los testimonios de los jóvenes
fueron pronunciadas por militares, hablan del nivel de violencia y crueldad con
la que los jóvenes fueron tratados.
Hasta
ahora, la búsqueda se ha centrado en la tierra, en buscar muertos, y la misma
tierra arroja datos crueles: ¿de quién son hijas e hijos las personas que están
siendo encontradas en las fosas clandestinas? ¿Por qué están ahí? ¿Desde
cuándo? ¿Quién les asesinó?
Permitieron
que transcurrieran 72 horas vitales para la búsqueda, sin que el gobierno
federal tomara en serio el caso y sin que siquiera el Procurador Jesús Murillo
Karam se atreviera a decir en público que se trataba de una desaparición
forzada, negándose así a reconocer el delito que se debía perseguir desde un
inicio.
Fue
hasta el 22 de octubre, casi un mes después, que a través de las redes sociales
la Segob anunciara que se estaban concluyendo diligencias para acreditar
el delito de desaparición forzada, mismo que, repito, se tipifica en un plazo
máximo de 72 horas.
Por
su parte, Peña Nieto actuó con incomprensible indiferencia y negligencia: se
tardó 11 días en hablar en público desde que ocurrieron las desapariciones; se
ha negado a realizar una sola conferencia de prensa o una entrevista con un
periodista independiente, no ha respondido a una sola pregunta sobre el tema; y
tuvieron que pasar 33 días para reunirse con los padres de los estudiantes
desaparecidos.
Diputadas
y diputados, México está en una crisis humanitaria. Nos encontramos en una
situación en donde existe una amenaza contra la vida de las personas esparcida
a nivel nacional, su salud, seguridad y la capacidad mínima de subsistencia de
individuos y comunidades.
La
realidad está afuera, en la montaña de Guerrero, en la Sierra Tarahumara, en
los municipios indígenas de Oaxaca, en las cientos de mujeres asesinadas en el
Estado de México, Chihuahua, Tlaxcala, Guanajuato… Nuestro país enfrenta una
ola de salvajismo como nunca antes, y hoy nos explota tras pisar la mina sobre
la que nos balanceamos durante años.
Iguala
se ha convertido en un caso extremo que ha causado indignación y hervir de
sangre en nuestro país y a nivel internacional, un país que ha dejado al joven
presidente sin el apoyo de los jóvenes, sin el apoyo de los campesinos, de los
electricistas, del magisterio, del sector obrero.
Ayotzinapa
revive la masacre de San Fernando, y nos recuerda que no se ha hecho nada por
los migrantes. Revive el caso Acteal y nos recuerda que tampoco se ha hecho
nada por los campesinos. Revive Atenco y nos recuerda que no se ha hecho nada
por detener el abusivo uso de la fuerza por parte de las fuerzas policiacas, ni
se ha hecho nada por impedir que la tortura sea parte integrante de los
procedimientos policiacos y de investigación.
Ayotzinapa
es además una omisión viva del Ejército, que negó ayuda a los jóvenes que
pidieron auxilio en el vigésimo séptimo batallón, que no se encuentra a más de
400 metros del lugar donde fueron vistos por última vez los jóvenes.
Nicolás
Andrés Juan, padre de Edgar Andrés Vargas, uno de los lesionados por los
sucesos ocurridos entre el 26 y 27 de septiembre, ha denunciado públicamente
que su hijo casi muere asfixiado, tras ser herido en el segundo ataque.
Después
de que sus compañeros lograran resguardarlo en una clínica a la que entraron
apoyados por el personal que ahí laboraba, lugar al que posteriormente entraran
militares a golpearlos, acusándolos de allanamiento de morada, golpeándolos
salvajemente, incluido el estudiante lesionado, impidiendo que se le atendiera
a tiempo hasta que finalmente se alejaron del lugar.
¿Qué
dice la Sedena sobre esto? Porque hasta el 21 de octubre de 2014, ni la CNDH,
ni la Comisión estatal, ni ninguna autoridad había mencionado siquiera una investigación
relacionada con los integrantes del Ejército que en el mejor de los casos
negaron auxilio a mexicanos siendo atacados por agentes al momento
desconocidos, y en el peor de los casos se sumaron al tiroteo, asesinato de
personas y posterior desaparición forzada de 43 estudiantes.
De
los resultados del Examen Periódico Universal (EPU) celebrado el año pasado,
México aceptó 166 de 176 recomendaciones hechas por los Estados y justamente
entre las 10 recomendaciones de las que sólo tomó nota, es decir que en la
práctica quedan rechazadas, se encuentra no reconocer la competencia del Comité
de Desapariciones Forzadas para recibir quejas individuales, argumentando que
México se encuentra en vías de instaurar sus propios mecanismos. Ayotzinapa
confirma que tal hecho no sólo fue grave, sino profundamente falso.
En
la minuta firmada por Peña Nieto después de su “diálogo” con los padres, el
gobierno eliminó del documento el delito de “desaparición forzada”, que los
padres exigieron reconocer.
¿Sería
a caso porque sus mismos secretarios rechazaron la jurisdicción internacional
en materia de desapariciones forzadas? ¿O porque no quiere abrir la puerta a la
Corte Penal Internacional conforme a lo dispuesto en el artículo 21 de nuestra
Constitución?
Para
Naciones Unidas “lo ocurrido en Guerrero es absolutamente censurable e
inaceptable. No es tolerable que hechos de estas características ocurran, y aún
menos en un Estado de Derecho [...] Pedimos asimismo que se castigue a los
responsables y que se proteja a los familiares de las víctimas y todos los que
están investigando o apoyando los esfuerzos para determinar la suerte y el
paradero de las víctimas”.
La
extrema gravedad de los hechos –agregó–, ligada a la desaparición de tantas
personas, “coloca lo acontecido entre los sucesos más terribles de los tiempos
recientes y nos compele a hacer un llamado humanitario a quienes tienen en su
poder a las personas desaparecidas a que respeten la integridad y la vida de
los jóvenes, los liberen de manera inmediata o, en su caso, hagan posible su
paradero”, indicó la ONU en un comunicado.
Mientras
que para la Organización de Estados Americanos (OEA), los hechos representan
“un crimen inhumano y absurdo”, a la vez que solicitó a México realizar una
investigación completa y transparente.
Por
otro lado, la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió las siguientes
medidas dirigidas al gobierno mexicano, por lo que se dio un plazo de diez días
(a partir del 3 de octubre) para que el Estado respondiera sobre el avance de la
aplicación de las mismas:
A)
Adopte las medidas necesarias para determinar la situación y el paradero de los
43 estudiantes identificados, con el propósito de proteger sus derechos a la
vida y a la integridad personal;
B)
Adopte las medidas necesarias para proteger la vida e integridad personal de
los estudiantes heridos, identificados en el presente procedimiento, quienes
actualmente estarían ingresados en un hospital;
C)
Concierte las medidas a adoptarse con los beneficiarios y sus representantes; y
D)
Informe sobre las acciones adoptadas a fin de investigar los hechos que dieron
lugar a la adopción de la presente medida cautelar.
Amnistía
Internacional, por su parte, ha sido incisiva y firme al sostener que México no
cuenta ni siquiera con los elementos periciales para extraer cuerpos e
investigar las zonas de hallazgos como es debido, y que las autoridades están
más interesadas en brindar información a los medios, que a las familias,
quienes se enteran de más hallazgos de cuerpos por la prensa y a radio
Y
ni siquiera estas recomendaciones se han cumplido a cabalidad. Recomendaciones
de organismos internacionales, especializados en materia de derechos humanos,
que Peña Nieto, su gobierno, y los gobiernos locales, todos, se han negado a
implementar y defender a cabalidad.
Hemos
propuesto que conforme al artículo 4º de la Ley General de Víctimas, se
considere como víctimas a toda la comunidad estudiantil de la Normal Rural de
Ayotzinapa; así como a sus familias, pues han sido excluidas y perseguidas por
gobiernos locales y federales que buscan la desaparición de esa escuela y las
normales rurales, como la de El Mexe, Hidalgo, que fue cerrada cuando Osorio
Chong fue gobernador de la entidad.
El
total general de los hechos nos habla de una responsabilidad absoluta del
Estado, las contradicciones entre las versiones de las autoridades de los tres
niveles de gobierno así lo manifiestan, las recomendaciones de los organismos
nacionales e internacionales de derechos humanos lo confirman, y el desamparo
en el que se encuentran las víctimas, y la desaparición de los estudiantes
sentencia que así es.
La
comisión sigue trabajando, arduamente, procurando que las tareas se realicen de
manera imparcial y expedita, quedan pendientes las reuniones con el secretario
de Defensa, con estudiantes normalistas y con familiares de las víctimas. En
Movimiento Ciudadano nos comprometemos a no permitir que los tintes políticos o
intereses proteccionistas se interpongan en el camino de nuestra colaboración a
lograr justicia para las víctimas.
¡Vivos
los llevaron, vivos los queremos!
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