Hugo
Falcón Páez
Una idea es como un
virus, y la estupidez la convierte en una enfermedad inmune.
Tal como la chikungunya, un padecimiento vírico que dobla
literalmente al infectado, así se manifiesta el proceso electoral en México. A
diferencia del segundo caso, este mal contamina con un vector de transmisión al
ser humano por el mosquito Aedes aegypti o el Aedes albopictus, y una serie de
síntomas con un padecimiento febril.
Esta infección produce altas temperaturas en el organismo,
cefaleas, cansancio, náuseas, fuertes dolores articulares y musculares, molestias
gastrointestinales, complicaciones oculares, neurológicas y cardiacas, así como
erupciones cutáneas. Dependiendo del receptor, es como la inoculación cesará entre
cinco y diez días. El virus ARN del género alfavirus de la familia Togaviridae,
es una enfermedad que brotó en África por los años 50´s, para propagarse en más
de cuarenta países y cuatro continentes. El reposo y la ingesta de líquidos es
recomendable, también es bueno saber que después de terminado el ciclo de tal dolencia,
se genera un resquicio, pero se desarrollan anticuerpos de por vida.
La analogía es tal cual, pero ubicados en Guerrero, es súbita.
Las campañas electorales están calentándose, los partidos políticos han
disipado candidatos que contagian de humores contrariados, decepción,
vergüenza, susceptibilidad y alto margen de abstencionismo, hasta el grado de
crear un espectro de que cancelen los comicios. Así como la pandemia
“electorera” que traen, el supuesto mediático de que se suman fundadores o
cofundadores, coordinadores, líderes, jefes o vetustos a la candidata
amarillo-rojo, al candidato rojo-blanco-verde, al candidato azul, al naranja, a
la turquesa, etcétera. Toda la colorimetría puesta en un manojo de perdedores,
hasta que no se demuestre lo contrario. Es simple, el sólo hecho de adherir un
elemento a un absoluto, implica en el ámbito de la política, una escasez o nula
formación de cuadros y capacitación política. Es una evidencia de que no hay una
justa y equilibrada toma de decisiones, no hay capacidad probada, los estatutos
y reglamentos son la ley de un solo individuo, a lo mucho diez. La moral y la ética
son teoremas, los egresados o doctos en ciencias políticas son personajes con
ocurrencias que concluyen en pifias, y la tan mencionada Ley de Paridad
Electoral es un recurso más para los dueños de una “ideología política”, en
resumidas cuentas, no hay democracia. Sólo un financiamiento al servicio del
poder enfermo, así es.
Solamente una creación, constitución y funcionamiento de
partidos políticos sin principios ni fundamentos. No sería bueno ver a los
amarillos ser amarillos, y a los azules ser azules, y así sucesivamente. El
deterioro mortal es la coalición o coligaduras en este rubro, porque antes de
ser un ungido representante por elección popular, se es ciudadano, individuo,
civil. Me remito a modelos y arquetipos de otros países latinoamericanos, que
muy escasos utilizan las amalgamas. En las guerras geopolíticas hay ejemplos de
alianzas. Débiles unidos para derrocar a uno fuerte, rivales que se miden en
número. Imaginemos a Alejandro Magno o a Gengis Kan, cada quien en su era,
haciendo uniones con otras dinastías o imperios. Pues no, pero los tiempos no
cambian, sólo los hombres y las mujeres. Tan nítido, como en el caso de que
quizá la inseguridad remonte en estos días, si el Instituto Nacional Electoral
a través de la Secretaría de Gobernación, solicitan formalmente la protección
de la Secretaría de la Defensa Nacional para el 7 de junio próximo, entonces estamos
ante un ente enfermo, el país. Y aunado a que faltan las impugnaciones, la
cancelación o pérdida del registro de uno o varios partidos, entre otras
desavenencias, necesitamos un antivirus para erradicar lo que quebranta y mata.
La sociedad en la cultura debe trabajar más en las ideas higiénicas y llevarlas
a mentes sanas. No es utopía, la antropología aplicada dicta otra historia. El
capital que requiere el ser humano es el ceder conocimiento, erradicar la
ignorancia y enaltecer lo que se habla, lo que se escribe y lo que se hace. Por
ello, la idea es como un virus, que se fortalece, pero siempre deberá ser, para
el bien de la humanidad.
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