DICEN QUE DIJERON QUE ANDAN DICIENDO QUE…
Margarito López Ramírez
… A Cirenio González Morales, frecuentemente se le
involucraba en bromas que ideaban sus amigos y compañeros de bohemia; guasas como
aquélla en la que una señora de honorable reputación fue hasta las puertas de
la casa de Virgilio Apresa Espíritu
alias El Enchilado para exigir la pronta entrega de su jumento El Canelo, porque,
según la versión de alguien, lo tenía encerrado y apersogado haciendo de él y con él no sé qué. Doña
Mariana, mujer cincuentona, poseedora de bonituras y porte altivo, ponderaba a su
animal: decía que lo quería mucho por ser precioso, grande, fuerte, portentoso,
resistente y cumplidor con las hembras.
Ante tal exigencia, Virgilio, jefe nato de El Escuadrón de
la Muerte asentado en La calle de los Huajes de la natal ciudad de Tixtla de
Guerrero, Gro., no se “enchiló” como era hecho natural en su persona, contuvo
su enojo, y, a la par de entreabrir la puerta, en tono amable, comedido y
ceremonioso, dijo: “señora de todos mis respetos, puede pasar al interior de
esta su humilde casa, la invito a buscar y rebuscar, pero debe saber que aquí
no hay más que un burro…, El Burro González, mi amigo que, según el decir de
alguna féminas, tiene los atributos que usted reconoce en su jumento” —Cirenio,
al oír que se le mencionaba, abandonó su dejadez y se puso de pie al tiempo que
hacía una reverencia—, pero no le aconsejo —prosiguió con hablar enfático El
enchilado— no le aconsejo que se lo lleve porque provocará desavenencias
fatales: se enojará su esposa Cande García, vendrán su familiares y se armará
un mitote…
He aquí que la citada señora, después de husmear en el
entorno, al tiempo que enrollaba la gamarra y ataduras destinadas a sujetar su
jumento extraviado, hiciera un mohín seguido de un arrebato, y se alejara del
lugar: “mentando madres” reforzadas por gesticulaciones dirigidas a su
interlocutor, al vecino argüendero que la encaminó hasta ese lugar y a quienes
desde sus aposentos la miraban, embebidos de humor y alcohol, alejarse ligerita,
con su andar zarandeque y retozón, rumbo
a La Alameda situada más allá del vado creado por las aguas del arroyo de
Jaltipán.
Cuando un repentino silencio invadió el paisaje pueblerino,
desde el interior de la casa de El Enchilado, alguien imitó el rebuznar de un
asno, y, en medio de risotadas, reinició la bohemia brevemente interrumpida por
la fugaz presencia de doña Mariana Tizapa viuda de Chomolco quien transitaba
llevando su coraje entripado y la congoja que le producía la ausencia de su
burro manadero, el afamado Canelo, asiduo visitador de la burra “Cascochueco”,
hembra orejona de pelo reluciente y paridora, jumenta hermosa domiciliada de
por vida, según lo narran quienes la trataron y gozaron de sus tersuras, en los
patios cubiertos de pasto y otros verdores de la escuela normal rural de
Ayotzinapa en donde vivió despojada de penurias, y fue más de mil veces, dadora
de satisfacciones y placeres momentáneos durante los últimos años de la década
de los cincuenta, y más... Borriquita de mirada dulce, cuyo recuerdo de antaño deambula
en la mente de muchos egresados de esta noble institución forjadora de
profesores.
“Eso dicen….”
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