Hugo Falcón Páez
No todo lo que
ilumina es luz, ni todo lo que se compra es oro.
México es parte de un gran plan, en
el que la mayoría de los mexicanos no están invitados. La apertura mercantil es
una “fiesta” para los extranjeros. Un patrón a observar son las minas sobreexplotadas
por trasnacionales, en su mayoría por Canadá, Estados Unidos, Alemania, Japón,
China, entre otros. Algunas legales y otras ilegales, donde las piedras
preciosas y el oro, plata, platino, cobalto, cobre, bronce, ámbar, son sustraídas
de manera criminal. El equivalente de lo que sucede en la República Democrática
del Congo, donde los diamantes se convierten en baños de sangre. La República
Mexicana, desde Baja California Sur, Durango, Chiapas, Estado de México,
Zacatecas, Sonora, Guanajuato, Guerrero y decenas de entidades más, son el
vitral de lo que muchos no han observado. Lo mismo pasa hoy en día con el
fracking, el cual es la fractura hidráulica para extraer gas natural de
pizarra, gas de esquistos o shale gas. Y representa un peligro inminente para el
futuro inmediato del país.
Laceran a la nación de una manera
cruda y es por demás que no entiendan que el superávit extranjero es nulo, ya
que países foráneos tienen miles de proyectos productivos y sustentables en
México. Para ello explico qué es el fracking. Es una técnica en la cual extraen
el gas natural de yacimientos no convencionales, ese se encuentra acumulado en las
fisuras, burbujas o poros muchas veces microscópicos de ciertas rocas
sedimentarias estratificadas de grano fino o muy fino. Esta amalgama margosa o
arcillosa, hace que la permeabilidad impida la migración de metano a grandes
bolsas de hidrocarburos. Es ahí que se realizan pozos de áreas con una
extensión aproximada de entre uno a tres kilómetros, con una profundidad de uno
hasta cuatro kilómetros. En el cual inyectan a presión entre 10 mil y 30 mil
metros cúbicos de agua para un solo pozo. Esta forma de fracturamiento
hidráulico, es conocida por utilizar hasta 180 millones de litros de agua para
fracturar un pozo horizontal, ya que muchos tienen que ser fracturados varias
veces en el transcurso de sus vidas, aumentando el uso del agua. Ahí con una
mezcla de químicos, en donde remueven con chorros de miles de kilos de arena y
cerámica para mantener las fisuras abiertas, se hallan metales pesados como mercurio
o plomo, hidrocarburos y formaciones naturales radiactivas, como radón, radio o
uranio. Esto conlleva a serios impactos ambientales, entre ellos,
envenenamiento de las aguas subterráneas y superficiales, contaminación
atmosférica, emisión de gases de efecto invernadero, terremotos inducidos,
corrupción acústica en altos decibeles, daños colaterales en la ecología y
fauna local e impactos paisajísticos. Perjudicando la sostenibilidad de los
recursos hídricos, tanto en países de clima templado, y esta operación es capaz
también, de aumentar la presión del consumo de suministros en las zonas más
áridas.
Los productos utilizados en el
fracking, traen casi 500 sustancias químicas, de las cuales 200 tienen
elementos mutagénicos, cancerígenos y deletéreos. Así como benzenos, xilenos,
cianuros. El subsuelo se convierte en un potente riesgo para los mexicanos, y
claro, para todo ser viviente. Ya trabajan en Veracruz, Chiapas, Tabasco,
Oaxaca, Campeche, Tamaulipas, San Luis Potosí, Puebla, Nuevo León, por el
momento. Usando el 27 por ciento del agua que es para el consumo de la
población. En Estados Unidos ni siquiera han cuantificado las fugas de metano a
la atmósfera, y la industria del fracking asegura que son inferiores al 2 por
ciento. Pero un reciente estudio de la National Oceanic and Atmospheric
Administration y de la Universidad de Colorado, en Boulder, determina que en la
cuenca Denver-Julesburg las fugas son del 4 por ciento, sin incluir las
pérdidas adicionales en el sistema de tuberías y distribución. El metano tiene
una capacidad como gas invernadero 25 veces superior al dióxido de carbono, lo
que hace que aumente la temperatura global.
En esta tarea no hay nada bueno ni
positivo. Ya que los líquidos de fractura o slickwater fracs, traen
consecuencias desastrosas, al no reutilizar siquiera los millones de litros de
agua, en algunos casos, potable. Ese fluido inyectado retorna a la superficie y
degrada las capas geológicas hasta el hábitat, el cual es objeto de un
menoscabo irreparable y no renovable. Una labor loable la hace la asociación
civil “Chihuahua contra el Fracking”, pues ha invitado al público que vea el
documental “La guerra del fracking”, del autor Pino Solanas, en donde se relata
la realidad que está viviendo Argentia, en la entidad chihuahuense. El New York
Times, en el 2011, con acceso a documentos y correos electrónicos, informó que
la rentabilidad de la extracción mediante este método es mucho menor de lo
inicialmente propuesto. Las compañías del sector han sobrevalorado
intencionadamente los datos de productividad de esos “pozos asesinos” de la
Tierra.
Camimex o Pemex, y las secretarías de
Gobernación, Energía, Economía y Sedesol, deben tener en cuenta que es
importante la vida humana. No tan sólo hay que vender por vender a España o
Francia nuestros recursos, por nombrar un par. Recalco, no todo lo que se
compra es oro, ni todo lo que ilumina es luz. En este caso el conocimiento
tiene que trascender, por el bien de nuestros descendientes.
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