LA CEGUERA DE LOS GOBERNANTES

Javier Morlett Macho

Es interesante destacar cómo los dirigentes políticos adquieren una especial ceguera para comprender la importancia de la baja capacidad de su gobierno, y atribuyen siempre sus deficiencias a otros; a la oposición implacable, a los medios de comunicación, a alguna conspiración imaginaria, a los mandos medios y bajos, o a factores externos.

Ellos creen que la política y el gobierno son actividades que dependen de dotes naturales que exigen inteligencia, arte, una profesión universitaria y experiencia. Para ellos en la base de la práctica política no hay nada más que aprender, ni ciencias, ni teorías, ni métodos ni herramientas nuevas que deben conocerse, por el contrario, las desprecian. Aun vivimos la época del brujo y del curanderismo político. El médico es rechazado e incomprendido, en cambio el brujo es poderoso y soberbio.

El modo tradicional en que el gobernante reúne a su equipo de gobierno y organiza su entorno inmediato de trabajo, suele parecerse al de una orquesta con individualidades entrenadas para trabajar con distintas partituras, intenta gobernar con un sistema primario de agenda que desaprovecha su tiempo y distorsiona su foco de atención. Se diferencia del gobernante anterior por el contenido de su propuesta, pero es una copia del anterior en cuanto a que utiliza las mismas herramientas de gobierno que durante su campaña política criticó. Trata de explicar la diferencia con su predecesor en base a los resultados que persigue, confía en poseer una mayor inteligencia y se siente superior al gobernante pasado. Es paradójico que esa inteligencia superior no comprenda que la calidad de la gestión de un gobierno no depende de su inteligencia, sino de la potencia de las herramientas que maneja. El proyecto por sí mismo no cambia las cosas. Es la calidad de la acción lo que cuenta, y ella depende de los sistemas de alta dirección que ese líder desconoce, y peor aún, no conoce que desconoce.

Cuando el fracaso lo alcanza, la alternativa que le queda es atribuirle a otros las deficiencias de su propia capacidad, busca abajo y a los lados la responsabilidad de los errores, nunca se mira así mismo como responsable, porque desde su miopía cree que las cabezas de gobierno están exentas de aprender. Sin embargo, los problemas de capacidad están siempre en las cabezas.

Comúnmente quienes más sufren esa miopía son los responsables de la comunicación social. El gobernante cree que hace mucho pero comunica poco, esta es la excusa más común, poco original y menos convincente. La autocrítica se desvía hacia el responsable de la comunicación social que supuestamente debería comunicar mejor.

El gobernante nunca aceptará que cuando ocurre algo impactante la comunicación se produce por si sola por sus efectos en la población y ningún periodista puede ni debe ignorarla como noticia. Cuando llueve todos se mojan y nadie necesita que le informen que se está mojando.

Publicar un comentario

0 Comentarios