Cinco autores exploran el arte, la estética y el tiempo en Ricardo Milla: 5 475 días después



Los ojos y la mente son excelentes compañeros de viaje, van juntos a todos lados siguiéndose silenciosamente, unos llaman a la otra; a veces también, es la mente la que los sacude con la necesidad de una imagen. De manera cotidiana las formas que vemos no nos presentan dificultad, pero mirar diferente obliga a pensar diferente.

Así sucede cuando nos acercamos a ciertas formas del arte, estamos frente a ellas preguntándonos casi con vergüenza personal, ¿qué quiere decirnos eso? No hay mejor pregunta, porque quiere decir que ya entendemos que ese objeto, o fotografía, o cuadro, o instalación, está ahí intentando entablar una conversación con nosotros, algo quiere revelarnos.

Pero la mente tiene sus costumbres que a veces entorpecen esa plática, el arte es un descubrimiento que requiere de “herramientas” para su mejor exploración y conocimiento. Hay que aprender a ver, y para enseñarnos cómo circular por sus complicaciones el libro Ricardo Milla: 5 475 días después es un excelente diario de viaje escrito por Naief Yehya, Erik Castillo, Christophe Casagrande, Alejandro Merlín y Rubén Bonet, coeditado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto de Cultura del Estado de Durango, a lo largo de 15 años de trabajo de este artista, y que se presenta en una edición bilingüe.

La obra de Milla es un flash que se atomiza; los cinco ensayos y una entrevista con Marco Alvarado y las fotografías que forman este catálogo, nos permiten seguir el desplazamiento de cada partícula ahí donde cae, toca y provoca.

Al analizar la exposición La estética de la estática, expuesta en 2013 en el Instituto Cervantes de Nueva York, en Los cronopaisajes de Ricardo Milla, el escritor y crítico, Neief Yehya, propone que “el reloj no es el tiempo, sino su interpretación”. Las horas compartimentan nuestra vida, nos aferramos a la idea de cronología dictada por la medición. “El reloj representa la estructura social occidental, nos separa de los proverbiales bárbaros, da sentido a la relación dinero-tiempo”. ¿Pero qué ocurre si el reloj se detiene?

“Me di cuenta- recuerda Milla, en entrevista con Marco Alvarado- de que en nuestra ciudad y en gran parte de México, los relojes públicos están detenidos y creo que funcionaba bien la idea (la estética de la estática), de registrar esa contradicción que existe entre el paso del tiempo natural y lo estático de nuestro tiempo social, político y religioso”. Ese detenerse del tiempo, nos obliga a caer en la cuenta del mismo, a percibirlo. Mil 440 fotografías atrapan cada minuto de un día que el espectador sabe que transcurren por los cambios de la luz. En 24 fotos se expresan las horas que tiene un día, y otras dos fijan las dos mitades del mismo.

Milla ha fotografiado tres distintos relojes: el reloj antiguo de la casa, el reloj de la catedral de Analco y el reloj de la estación de ferrocarril, simbolizando, de acuerdo a Alejandro Merlín, “el tiempo íntimo, el tiempo individual; el reloj de la catedral es el tiempo de la espiritualidad compartida y el último el tiempo social, todos registrando la estética de lo inmóvil”.

La obra de Milla sorprende a la representación, propone el investigador de la Université Toulouse Jean Jaurès, Christophe Casagrande. El arte debe plantear problemas, no quedarse en la semiótica sino transformar situaciones, “inyectar fuerzas en la inmanente frialdad de lo real y así relanzar el intranquilo caos de la creación”. La creación debe formarse a partir no de preguntas, sino de cavar en los principios, en la opinión y en la información. Como ejemplo la pieza en luces neón Artists! Artists! Artists! realizada en colaboración con Ricardo Fernández tiene como referencia los anuncios de strip clubs que para Casagrande encierra el señalamiento de una cierta perversión en el mundo del arte.

Pero también, ahonda, puede ser vista como una “trinidad descendente” trágica y seductora, la flecha que acompaña al anuncio, en posición descendente sugiere la idea de lo underground, lo subterráneo, lo interior. Sobre la misma obra, Erik Castillo, crítico de arte y curador, anota que tiene un carisma pop conceptualista, “objeto-dispositivo” que se confunde con lo que denuncia para resaltar el doble carácter de la esfera formada por intelectuales y artistas.

El escritor y artista plástico, Rubén Bonet, elige la intervención Barcelona como centro de su ensayo. Consiste en colgar una gigantesca manta con el escudo del equipo en el centro de Madrid, sede del equipo rival. La manta se exhibió en el contexto de ARCO, un evento artístico internacional. El futbol ha engullido la atención de las masas, los aparta peligrosamente de la realidad para hacer de la vida de “22 millonarios corriendo tras un balón” el núcleo de aspiraciones y fanatismos. Por ello, esta pieza es una crítica a la desmesura, a la celebridad vacía y al mismo tiempo por el contexto de su exhibición un llamado a la poca atención que se presta a otros ámbitos, como el artístico. Cualquier noticia se diluye ante la expectativa de un partido, cesa la reflexión, el cuestionamiento, el deporte sale de su esfera recreativa y se transforma en lo más relevante de la vida de un país.

El arte, lo sabemos, es un juego también, Milla no desatiende esta raíz y por ello igualmente interviene juguetes como el cubo de Rubik. Eliminando los colores, los sustituye por los logotipos de los tres partidos políticos PRI, PRD y PAN, que se confunden y mezclan conforme gira el cubo. En este juego de transformaciones salta lo evidente, que los tres son instituciones oportunistas que acomodan prácticas y discursos a conveniencia. No se mantienen los principios, los valores son igual de intercambiables que los colores, un constante giro directo y simbólico es la entraña del juego y del engaño. “Se trata de un secuestro de idearios políticos”, sin autonomía ni solidez.

Rubén Bonet, Erik Castillo, Christophe Casagrande, et al. Ricardo Milla: 5 475 días después/ days later. Conaculta/ Instituto de Cultura del Estado de Durango. México 2014. Pp. 82.

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