Dice la tradición literaria, que un cuento debe contar una acción, dar cuenta de un hecho. Bajo esa óptica la anatomía psíquica del personaje parece quedar en un plano reservado a la novela. Sin embargo, podemos considerar que un gran cuento es aquel en el que un personaje fuerte es tocado y transformado por una experiencia, y a la par el lector experimenta ese cambio. Es esa la gran virtud del cuento de León Tolstoi, Esharhaddon Rey de Asiria, que con fabulosas ilustraciones de Tania Recio, presenta la Secretaría de Cultura y ediciones Magenta a través de las ediciones del Programa Nacional Salas de Lectura.
Por un equívoco creemos que los cuentos infantiles son sólo para los niños, y sin caer en el lugar común de que niños somos todos, lo cierto es que aprender es un camino que se vuelve encantador cuando el aprendizaje se nos entrega envuelto en edificantes consonancias que revitalizan principios cuya revisión es urgente.
El Rey Esarhaddon estaba ciego, pero no literalmente, lo que le pasaba es que parecía incapaz de ver lo que su violencia ocasionaba en el mundo que lo rodeaba. Él mismo era la personificación de la violencia, prueba de esto es que al conquistar el reino del Rey Lailío, había incendiado los pueblos, esclavizó a los habitantes, asesinó al ejército y a varios generales, y apresó al rey.
Y si no había acabado con la vida de Lailío era porque no sabía cómo hacer su muerte más terrible y dolorosa. Lo había encerrado en una jaula, y a diario lo torturaba haciendo que presenciara la muerte de su gente.
Una noche, mientras recostado pensaba cómo ejecutarlo, aparece ante él un viejo de largas barbas y mirar tranquilo:
“-¿Quieres ejecutar a Lailío?- le preguntó el viejo.
Sí –respondió el rey- pero no puedo decidir cómo hacerlo.
-Pero tú eres Lailío- le dijo el viejo”.
El rey no es capaz de entender esas palabras, para que pueda comprender el mensaje que le es revelado, el viejo le invita a que entre en una fuente, una vez ahí el viejo vierte sobre él una jarra de agua, dando inicio a un gran viaje fantástico que une todos los tiempos de una vida y a la vida con las vidas.
Entonces conoce el rey, y nosotros, al personaje en lo peor de sí mismo, en lo más odioso de su ser, pero también en lo mejor y encontramos cómo es que existe un hilo entre ambas posibilidades y cómo se rompe.
Debajo del agua transitan las corrientes, ocurre lo mismo con las palabras, el conflicto en el cuento nos lleva hacia dentro de la ola obligándonos a aceptar que la fortaleza con la que sostenemos nuestra identidad, se convierte en una fuerza que lucha contra las otras. Que defendernos como únicos tiene el riesgo de devaluar la vida ajena, y esa es la manera en que se crea la figura del enemigo.
Cuando esto ocurre estamos listos para validar cualquier atropello, en cualquier circunstancia y así se origina todo tipo de violencia. Creer que nuestra vida, nuestros principios son los que merecen existir le otorga carta de derecho a los hechos más detestables.
No obstante, como ya nos lo mostraban las grandes tragedias griegas, si el poderoso puede transformarse, el pueblo al que dirige o domina también puede y debe cambiar, en la afirmación de que no hay vida que valga más que otra.
Esarhaddon Rey de Asiria contiene la certeza de que la revelación es para todos, sin importar la nacionalidad o el tiempo, o quizá debamos afirmar que ahora que retumba en las paredes del mundo el cotidiano lamento sobre temas como el terrorismo, el genocidio, las crisis de refugiados, es imprescindible leerlo (en caso de que queramos seguir llamándonos una sociedad humana), y comprender que también tú, eres Lailío.
León Tolstoi (1828-1910) es uno de los grandes autores de la literatura rusa y un clásico universal. Su obra monumental incluye novelas que han guiado a generaciones de escritores en todo el mundo como La guerra y la paz y Ana Karenina, también escribió varios volúmenes de cuentos y novelas cortas en los que plasma sus ideales revolucionarios, pacifistas y humanistas.
León Tolstoi, Esarhaddon Rey de Asiria. Adaptación y traducción, Benjamín Preciado Solís; ilustraciones de Tania Recio; Conaculta- Magenta; Programa Nacional Salas de Lectura, México, 2014.
0 Comentarios