Hugo Falcón Páez
Hace falta humanos en un mundo que se dice de humanos.
Constantemente violan y destruyen los derechos humanos. Desde antes de nacer y después de morir. Perjudican los derechos inherentes, que sin distinción tenemos sin importar la nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. Todos tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna. ¿Qué hace falta para poder ser más humanos? Ese cuestionamiento ha sido el portavoz de pocos, la respuesta está en nuestras acciones cotidianas, en la educación e idiosincrasia. Ocurre que el ser humano, al ser constituido como persona y género es una entidad vulnerable, entonces, o es un arma biológica que mata o preserva vidas. Muchas veces incidentalmente, otras veces consciente de hacerlo. Pero entre la locura y cordura, hay factores emocionales y sobre todo herramientas que propician un mundo cruel, violento y sin sentido. Somos los únicos seres que aniquilamos y desintegramos nuestro medio ambiente, nuestras condiciones, nuestras leyes, nuestra naturaleza y nuestras generaciones. La luz al final del túnel, es que hoy se cumplen 68 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos, ya que el 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas en París elaboró un documento que cimbró la historia, un antecedente jurídico y cultural, donde converge la concordia, el respeto y la benevolencia entre pueblos y naciones.
Sin embargo, el supremo punto neuronal para equilibrar esta fatídica consecuencia, es tener una idea común para concentrar la permanencia de la armonía en cada humano, nacido o por nacer. La libertad, la justicia y la paz inalienable e intrínseca en todo miembro de este planeta. Hemos actuado en contra de nuestra especie y todas, potencializando el arte de asesinar, la poda artificial de miles de millones, o deshumanizando las formas de convivir y postrando un camino de miseria, hambruna y guerras. El menosprecio y el desconocimiento, abanderan el ultraje que de civilización en civilización ha originado lo que hoy somos. Nosotros mismos nos hemos eximido de la belleza de la humanidad. Debemos saber que los derechos humanos son universales e inalienables, interdependientes e indivisibles, iguales y no discriminatorios, con derechos y obligaciones.
Es vital, que desde las aulas, en el sistema educativo en México, se les inculque nuevamente a los niños el tema del respeto, la moral, la ética, qué es el trabajo, qué es la economía, qué es la sociedad, el civismo, la cultura, el medio ambiente, la sustentabilidad, la libre determinación y el desarrollo de la humanidad. Para facilitar algo que puede llegar a cambiar el mundo, así como nuestra forma de ser y pensar, y me refiero al lenguaje. Nuestra forma de comunicar es la ley de leyes, ya que al dominar el cómo, dónde, por qué y cuándo expresarnos generamos un campo transversal y holístico. Tiene que ser coherente con lo que se hace, piensa y se diseña desde nuestro espíritu. Nuestra raza, nuestra humanidad.
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