Oportunidad de cambio para el SNTE


Carlos Reyes Romero

Los salinistas la impusieron; ellos mismos la destronarón. Aunque en un auténtico estado de derecho la acusación contra Elba Esther Gordillo de desviar recursos sindicales en beneficio propio, sería suficiente para llevarla a prisión, en el sistema de justicia mexicano que está estructurado para prohijar la impunidad, la acusación es harto vulnerable porque todavía no tiene la denuncia de la parte afectada, en este caso el SNTE. Además de que las evidencias con las que se le acusa se obtuvieron por medios cuya licitud es vulnerable, a través de la unidad de inteligencia de la SHCP, es decir por medio de lo que en la jerga legal se conoce simple y sencillamente como espionaje.
Aun así, al gobierno de Peña Nieto le será suficiente para mantenerla en prisión sin sentenciar, cuando menos por todo este sexenio, para que no pueda acogerse al cumplimiento de su sentencia bajo arresto domiciliario cuando dentro de dos años la señora cumpla 70 años; mientras se desarticula la resistencia del SNTE y de la CNTE a la reforma educativa y se intenta recuperar la rectoría del estado sobre el sistema educativo.
Además de esta manera Peña Nieto se autolegítima ante una opinión pública que en su mayoría no ve con malos ojos la aprensión de la Gordillo.
Ahora que los salinistas se llevaron a Elba Esther, se abre un espacio de oportunidad para que el SNTE cambie y se modernice, para que recupere aunque sea en parte la vocación de servicio popular con que nació y que le fue paulatinamente arrancada por los tres largos cacicazgos que ha padecido: el de Jesús Robles Martínez (1949-1972), el de Carlos Jongitud Barrios (1972-1989) y el de Elba Esther Gordillo (1989-2013).
El tipo de sindicalismo que promueven el SNTE, y también la CNTE, hace décadas que dejo de ser funcional y está condenado al fracaso. Es un tipo de gremialismo que privilegia la hueva, el ausentismo magisterial y la simulación educativa, sin importarle los derechos de los niños ni los de las nuevas generaciones; menos aun la sociedad que les paga.


Su esquema de reivindicación gremial sólo conduce a estancar el nivel de vida de los profesores y a degradar la educación pública que dicen defender; por eso una buena parte de los docentes huyen del aula como de la peste y se dedican a actividades que les son más lucrativas, bajo el cobijo de una comisión o de la vista gorda de directores, supervisores y jefes de sector. Hay escuelas que son racimos de comisionados y los que dan clase lo hacen para grupos muy pequeños, como en Iguala aunque no sea el único caso.
Afortunadamente no todo el magisterio es así; pero el 30 o 40 por ciento que no cumplen con sus responsabilidades educativas, son desgraciadamente los que más ve y rechaza la opinión pública.
Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Michoacán son los estados donde más se manifiesta el área de desastre que es la educación pública, lo cual es una lástima pues son las entidades con mayores índices de pobreza.
Pudiera pensarse que la pobreza es la causa principal del retraso educativo, pero no es así. Ahí está el ejemplo de Cuba, que es un país todavía más pobre que los estados mencionados y que sin embargo tiene una educación de excelencia, mundialmente reconocida.
También está la propia experiencia de la época de oro de la Escuela Mexicana, promovida por Vasconcelos y cuyos resultados son los más relevantes y exaltados en la historia pedagógica de México.
En ambos casos, lo decisivo ha sido el compromiso social del magisterio con los que menos tienen y la certidumbre de que el intelecto humano no tiene más barreras que las que ser humano se autoimponga.
Ahora que el chambismo, la indolencia y el valemadrismo predominan en lo educativo, es difícil obtener buenos frutos.
El SNTE y la CNTE debieran voltear los ojos hacia otro tipo de sindicalismo, hacia aquel que oferta resultados, capacitación continua y permanente, trabajo en equipo y sobre todo el asumir plenamente las responsabilidades para los que han sido profesionalmente contratados, como fundamento para luchar por mejores condiciones de vida y de trabajo. Quién da poco, poco recibe; además de que se gana el repudio social.
Continuar igual significa consentir que los maestros que sí cumplen sigan cayendo en el empobrecimiento paulatino, mientras unos cuantos líderes y muchos vividores se enriquecen a su costa. Los ejemplos abundan.
El ejercicio del magisterio debe y puede dignificarse para recuperar el reconocimiento de la sociedad.
Ojalá el SNTE y la CNTE aprovechen esta oportunidad para reivindicarse.

27 de febrero de 2013