Mari Trini Ponce Rosas
“Habéis presenciado hoy lo que dicen las Escrituras:
Mi
casa será llamada casa de oración para todas las naciones, más vosotros la
habéis convertido en cueva de ladrones”.
Al
atardecer del domingo Jesús regresa a
Betania y por la mañana del día lunes, se reúne con sus apóstoles en la casa de
Simón, para después bajar por la ladera del Monte de los Olivos, durante el
trayecto caminan en silencio meditativo y confundidos por el cambio de táctica
del Maestro –que indicó el día anterior, que durante la Pascua no se hiciera
ninguna enseñanza pública.
Sólo un
pensamiento dominaba en la mente de todos ellos excepto la de Judas Iscariote,
y ese pensamiento dominaba la mente de todos excepto Judas Iscariote, que se
hacía muchas de preguntas: ¿Qué hará el Maestro hoy? ¿Debo seguirle? ¿Cómo
desprenderme de él y sus asociados? Y si me separo ¿De qué manera debo romper
esa relación?
Eran como
las nueve de la mañana de ese hermoso día, cuando entraron al Templo; Jesús
sube a una de las plataformas del gran patio, después de saludar a la multitud
comenzó hablar. Los apóstoles se
retiraron a corta distancia y esperaron los acontecimientos.
Allí se
llevaban a cabo grandes negocios en asociación con los servicios y ceremonias
del templo. Venta de animales “sanos” para los sacrificios –rompiendo los
señalamientos de la ley levítica y en contubernio con los inspectores ejercían la venta a alto
precio con la seguridad que no serían rechazados; hubo ocasiones que la venta
de los animales por ejemplo un par de palomas equivalían hasta el pago de una semana de
trabajo durante las fiestas nacionales.
A parte
del tráfico de animales, mercancías, y cambio de moneda que era exigencia pagar
todos los servicios con la moneda judía y única de plata, acuñada por los
mismos sacerdotes codiciosos que llegaron acumular cantidades millonarias. Las
inconformidades de los asistentes a la casa de
oración hizo que surgiera en el alma de Jesús una de esas descargas
periódicas de indignada emoción. Ante
los ojos de los apóstoles y de todos los presentes Jesús, comienza a volcar las
mesas de comerciantes y cambista; empezó abrir las puertas de los establos y
liberar a los animales gritando: “Mi casa será llamada casa de oración para
todas las naciones, mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”… y en menos
de cinco minutos el comercio había sido barrido del templo. Antes de que
pudiera pronunciar otras palabras la multitud
estalló en hosannas de alabanza e himnos de gratitud, por haber sido o
echados del templo sagrado los mercaderes profanos e interesados.
Los altos
sacerdotes y los escribas se enteraron de tales acontecimientos, se mostraron
confundidos, anonadados, temerosos,
querían destruirlo; y no sabían
cómo, porque temían a las multitudes que ya habían aprobado la actitud
de Jesús. También los apóstoles se mostraron sorprendidos por esa actitud de su
Maestro que permanecieron todos juntos –cercanos a la plataforma del orador que
durante todo el episodio, ni siquiera levantaron un dedo para colaborar en esta
limpieza del Templo. Como Jesús hablaba en parábolas, el resto del día expuso
las siguientes: “Del amo ausente”, “Del festín de Boda” –al terminar esta
parábola, uno de los oyentes se acercó para preguntarle: “Maestro, cómo nos
enteraremos de estas cosas? ¿Cómo
sabremos cuándo estaremos listos para la invitación del rey? ¿Qué signo nos
darás, para que nosotros sepamos que eres el Hijo de Dios? Y cuándo el Maestro oyó estas palabras, dijo:
“Solo un signo os será dado” Seguidamente señalando su propio cuerpo dijo:
“Destruid este Templo y en tres días yo volveré a levantarlo”. Ni los creyentes ni los apóstoles lo
comprendieron al decir: “Por casi cincuenta años se ha construido este templo,
sin embargo dice que lo destruirá y lo levantará en tres días”
Cerca de
las cuatro de la tarde, Jesús dijo a sus apóstoles que quería ir a Betania para
cenar y descansar. Ese lunes por la noche fueron a sus distintos lugares de
reposo en el Oliveto y estos doce hombres sentían como nunca
antes, que se avecinaba algo trágico y durmieron muy poco.