Jeremías Marquines
Mal hizo “el señor rector” de la
Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), Javier Saldaña Almazán en no reconocer
el problema de pandillerismo en las preparatorias de esa institución educativa.
Se sabe que la solución de los problemas comienza por aceptar que “algo” está
mal, y aún más, cuando ese “algo”, le ha sido restregado en su propia cara
durante las últimas 24 horas de manera continua por los medios de locales y
nacionales de comunicación.
El recién asumido rector afirmó en
entrevista con reporteros que cubren esa fuente que “no hay pandillerismo (en
la universidad), hay desencuentro entre los jóvenes”. Indicó que a partir de
ahora “vamos a echar andar los departamentos psicopedagógicos para que ellos
ayuden a los muchachos, nuestra obligación es prepararlos y educarlos, cuando
las cosas se salen de contexto hay que tomar acciones como lo marca la ley”.
Javier Saldaña no es nuevo en esto, es
un abogado titulado que paradójicamente se ha desempeñado como profesor de la
Maestría en Ciencias Médicas, y profesor de la Unidad Académica de Enfermería
No.3. Durante dos décadas ha sido funcionario de primer nivel de la Universidad
de Guerrero, su último cargo fue el de director general de Planeación y
Evaluación Institucional; desde su posición, conoce y sabe perfectamente bien
los problemas de la universidad, incluyendo el creciente y desbordado
pandillerismo en las preparatorias.
Por eso es que, sabiendo todo esto, es
lamentable que no haya incluido en ninguna parte de su programa de universidad
para el futuro, la atención a los problemas de delincuencia y pandillerismo que
hay en las preparatorias de la UAG, lo mejor que hizo fue, lo que todos sus
antecesores han hecho: ignorar el problema, desconocerlo y mirar para otra
parte. ¿“Cuál pandillerismo, cuál delincuencia”?, parece decir el señor rector.
Las prepas son
otro mundo.
No hombre, que unas estudiantes
imitadoras de pandilleros golpean y amedrenten a otras como ellos, no, qué va,
“esos sólo son desencuentros”. Que las pandillas callejeras tengan su semillero
de replicadores en las prepas de
la UAG, nooo, qué va, “esos sólo son desencuentros”. Que los profesores de esa
preparatorias tengan miedo porque muchos de sus estudiantes ya están
relacionados con grupos de la delincuencia organizada, pues no, “esos sólo son
desencuentros”. ¿Cuál problema de pandillerismo y delincuencia?, “tan locos
manito, el rector no ve esos problemas, y si él no los ve, pues cómo lo vamos a
ver nosotros que sólo somos profesores de preparatoria”, dijo un maestro el
otro día.
¿Qué pasa pues señores? El problema de
pandillas e inseguridad en las prepasde la UAG es bastante viejo. Lo que pasa es que
hasta antes del advenimiento del terror que generó la descomposición de los
grupos delincuenciales, ese problema era visto como simple arrechura de
chamacos y chamacas que imitaban la actitud de jóvenes que regresaban
deportados de los Estados Unidos con la cultura de pandilleril abundante en el
centro-sur de ese país. Se dedicaban a pintarrajear paredes y echarse piedras
unos a otros. Sin embargo, la indolencia de las autoridades universitarias, el
valemadrismo de maestros sin escrúpulos, y la corrupción generada por los
propios profesores de las prepasque comenzaron a aprovecharse de la situación de
fragilidad social de los jóvenes, hizo crecer el problema. Ahora, esos
muchachos y muchachas no sólo imitan, sino que forman parte activa del ejército
delicuencial de los grupos criminales de Acapulco y las prepas de la UAG son sus centros de
reclutamiento. Si en los recuentos estadísticos que se dan a conocer, incluyera
por ejemplo, el lugar donde estudiaron los detenidos o victimados, la respuesta
no sorprendería, pues varios pertenecieron alguna vez a la matrícula de la UAG.
¿Entonces qué, puros desencuentros nada más?
Ahora estos jóvenes han llevado a la
universidad la cultura de los grupos criminales, sus emblemas y sus rituales,
sus modos operandi. Sus modelos no son los profesores, porque ya casi no hay
buenos profesores en la UAG, quedan muy poquitos. Sus modelos están en la
calle, en las esquinas de sus barrios, en la literatura sangrienta policiaca
que difunden festivamente diarios como Novedades de Acapulco, El Sol y otros.
¿Qué modelos pueden ser profesores que hostigan sexualmente a menores de edad?
¿Qué modelos pueden ser profesores adictos? ¿Profesores que piden dinero a
cambio de calificaciones o de trámites que deberían ser gratuitos? Todo eso es
el problema de esta universidad (en minúsculas porque su universalidad es muy
reducida). Pero aclaro, para no herir susceptibilidades y deficientes
autoestimas, hay sus excepciones y algunas de éstas son realmente ejemplares.
Cuando le preguntaron al “señor
rector” Saldaña cómo piensa abatir las conductas violentas de las prepas, su
respuesta fue de cliché: aseguró que “se valorará la permanencia de los jóvenes
que cometan actos de violencia o se amonestará”. Declaró que “se tomarán las
medidas necesarias para que este asunto no vuelva a pasar”. “Que se atenderá a
los jóvenes con talleres psicopedagógicos”. “Que hay una legislación, un
reglamento estudiantil, pues cualquier universitario que genere violencia está
establecida su permanencia en la institución, si alguien transgredió ese
reglamento hay que marcar las sanciones, desde la expulsión o amonestaciones”.
“Que ya platicaron con la comisión de equidad de género, para no violar ningún
derecho de las estudiantes, y con la Secretaría de la Mujer, así como con el
Instituto del Centro de Integración Juvenil Acapulco”. ¿Y todo esa retahíla de
medidas que están probadas que no funcionan qué?
Primero, los preparatorianos no
asistirán por cuenta propia a los talleres sicopedagógicos, eso les viene
valiendo gorro. Primero deben comenzar con sanear a los profesores. Segundo, la
expulsión de los indeseables tampoco es una solución porque entonces las prepas se quedarían sin alumnos. La
Secretaría de la Mujer es un elefante blanco dirigido
por una señora que sólo está preocupada en no verse vieja en las fotos. Y, por
último, el Centro de Integración Juvenil Acapulco ha sido visto como basurero a
donde envían todo lo que ya no tiene remedio.
La Universidad de Guerrero está
obligada primero, a hacer una verdadera y profunda investigación
sociosicológica en las preparatorias para encuadrar todos los aspectos que
generan la violencia y el pandillerismo en esas escuelas, es una vergüenza que
hasta el día de ahora nadie haya hecho este trabajo a fondo. Segundo, debe
implantar programas de ocio recreativo y verdaderos talleres culturales y
artísticos para agregar la formación humanística a lo simplemente académico. Talleres
realmente equipados donde los alumnos tengan a su disposición tanto materiales
como equipo, no esas cosas que ahora llaman talleres donde simplemente llegan a
pasar el tiempo sus encargados porque desde hace décadas no reciben ni
capacitación, ni apoyo, ni materiales.
El rector Saldaña tiene la oportunidad
ahora de corregir un grave problema que apunta hacia el desfiladero. La UAG
requiere una profunda intervención desde varios ámbitos de gobierno comenzando
por destinarle una inversión espacial (etiquetada) para atenuar el problema de
la violencia y la delincuencia escolar universitaria. Requiere que la
Universidad comprometa e involucre a los padres de familia en la formación de
sus hijos porque hasta ahora, las prepas son
un tiradero a donde los padres inscriben a sus hijos y se olvidan de ellos.
Ninguno de esos padres sabe o quiere saber lo que hacen sus hijos, no les dan
seguimiento, no saben si entran o no entran a clases, es un caos donde unos y
otros saben que están mal pero prefieren ignorarlo.
Y por último, volviendo al caso del
video de la chicas violentas, esa es una acción que no debe quedar en la
impunidad, las y los que aparecen en ese video son perfectamente
identificables, algunas y algunos, ciertamente ya no están matriculados, pero no
porque hayan sido expulsados por estos hechos, quien así lo afirme estará
mintiendo, agresora y agredida dejaron la escuela desde a fines del 2011,
seguramente andarán por ahí enroladas en alguna de las bandas de la periferia,
pero hay otros que aún continúan en esa preparatoria, y a ellos se les debe
sancionar ejemplarmente por complicidad con estos actos vandálicos. La
universidad debe dejar bien claro que ya no permitirá más acciones y conductas
propios de la delincuencia, pero también, y esto es sumamente necesario, esa
institución está obligada a evaluar, sicológica, académica y con el control
antidoping a sus profesores, porque esvox populi que la drogadicción está muy arraiga
en todos los niveles de la UAG. La Universidad de Guerrero necesita una limpia
urgente.
LA CONTRA
Los diputados del Congreso de Guerrero
deben aprobar las reformas que propone los líderes de la CETEG y luego pasarle
el problema al gobierno federal. Está más que claro que de aprobarse esas
reformas no tendrán ninguna validez porque un recurso de inconstitucionalidad
las invalida, elementos hay de sobra. Esto debió hacerlo desde el comienzo. Y
como dice el abogado de los cetegistas Vidulfo Rosales Sierra, que sea la
Suprema Corte de la Nación la que determine la validez o invalidez de este acto
legislativo. No está mal, tomando en cuenta que los ministros trabajan con Peña
Nieto.