Ramiro Padilla Atondo
O
bien esta columna se podría llamar otra de gobernadores y nos vamos. Escuchar a
Granier alcoholizado presumir su ropa y zapatos, a sabiendas de que el brazo de
la ley no lo alcanzará, no deja de ser sintomático de esta realidad alternativa
que vivimos.
El
“nuevo” PRI, el de los negocios entre cuates, el de los arreglos en lo oscurito
que hasta los partidos de oposición le compran, mientras el país se cae a
pedazos.
Bien
podríamos establecer una relación entre la fealdad manifiesta del gober
precioso y el ex de Tabasco, y su infinito apetito por los dineros públicos.
Aunque no necesariamente en muchos de los casos tengan que desviar el
presupuesto. Para hacer dinero basta la posición.
Sería
imposible que el hijo del gober precioso en igualdad de condiciones que
cualquier hijo de vecino se convirtiera
de verdad en todo lo exitoso que dice ser, si su padre no hubiera sido
gobernador. El éxito radica en la oportunidad. Si no pregúntenle a los hijos de
Martita.
Claro
que a él eso le importa un carajo como lo hace notar en este video:
Casi
lloro al escuchar cuando dice que estar en
esa posición (la de hijo de gober) implica mucho sacrificio, implica muchas
responsabilidades (sic) todos los logros, o éxitos que tengamos nosotros como
familia, los minimizan ¿no?
Y luego dice que es pesado estar en este tipo
de posición. Ajá.
Verbo
mata carita. Eso lo entendieron los ex gobernadores hace muchos años. Porque
del físico no iban a vivir. Eso es claro.
Vamos,
que todos sabemos que los políticos abusan de su posición y las cárceles están
llenas de gente que roba un pan y no recibe sentencia por años. Pero aquí el
asunto es de cantidades. Si robas poquito al bote. Si robas mucho al jet set.
Aparte
surge el curioso fenómeno del blanqueamiento de apellidos. Los nietos de
políticos famosos por sus trapacerías hoy son protagonistas de Caras, Quién y
Hola. Mi abuelo o mi padre robó. Yo no tengo la culpa. Sufro las consecuencias
desde mi bungaloo en Suiza.
En
México esa es la cultura. Política igual a dinero a raudales. En una sociedad
donde no hay movilidad social una de las pocas oportunidades está en la
política. Que exhibamos su escandalosa
riqueza no sirve de nada. No hay un marco jurídico que permita meterlos a la
cárcel y no lo existirá en el corto plazo.
Lo
que nos queda es organizarnos en pequeñas, medianas, grandes organizaciones
ciudadanas donde el paso a los políticos profesionales esté vetado.
A
mí me daría una infinita vergüenza ser
vecino de alguien famoso, sabiendo que mi padre se robó la lana con la que
vivo.
¿No
les pasará por la cabeza el qué pensarán esos vecinos de ellos? Porque esos
vecinos sí se ganaron su lana en base a cualidades excepcionales.
Imagino una plática entre ellos:
—¿Y
tú como le hiciste para comprar este depa de diez millones de dólares?
—Inventé
un dispositivo nuevo para regular la calidad del aire, ¿Y tú?
¿Yo?
Aun mejor. Soy hijo de un político mexicano.