Ramiro Padilla Atondo
Escribí
hace tiempo un artículo acerca de las presunciones infantiles que se dan en
torno a López Obrador:
Imaginé
un escenario donde el futuro se decide (para mal) en manos del Tabasqueño, y
veo que en el caso de los medios de comunicación, no deja de ser uno más de los
capítulos de esta telenovela mediática que han montado.
Esta
payasada que ahora construyen, estilo todos los caminos llevan a López Obrador
son absolutamente ridículos. Pero les dan raitings. Tampoco López Obrador es un
ángel misericordioso que limpiará de lacras al país. Como todos se ha
equivocado algunas veces. Quizá ha errado la estrategia como se ha comentado
hasta la saciedad.
Pero
ese no es el asunto. Los abajo insultantes que inundan las redes sociales no
ven otra cosa más que este llamado código binario trabajado con bastante éxito
por la mediocracia. O eres bueno, o eres malo, liberal o conservador, televisa
o tv azteca. El mundo solo se divide en dos grandes grupos.
Y
es basados en este código binario que establecemos nuestra crítica. No
conocemos a fondo el asunto pero opinamos como si fuéramos expertos. El
periódico dice que López Obrador es un peligro para el país, pero en aras de la
objetividad deberíamos hacernos un par de preguntas básicas. ¿A quién pertenece
el periódico? ¿Cuál es la agenda del periódico y a su vez del periodista?
Una
vez que las contestemos podremos entender porque dicen lo que dicen, y si su
opinión es tendenciosa o no. Porque de eso se trata, de crear una precepción.
Y
como tienen un segmento de la población que aplaude como focas, ¡qué le vamos a
hacer!
Una
prueba clara de que López Obrador tiene razón en algunas de sus premisas, es el
deseo cuasi-patológico de algunos medios por destruirlo aunque ande en otras
cosas.
El
acusómetro seguirá apuntando hacia él aunque la aguja esté al revés. Y ojo. No
soy partidario de López Obrador. Pero en México no hay un mercado de opiniones.
Solo hay de piña o de naranja, y si alguien osa decir algo fuera se le
considera loco fanático.
Esa
es una de las asignaturas que tenemos pendientes. La tolerancia hacia las
opiniones de los demás sin caer en la descalificación. El primer paso a un país
civilizado.
Y
parece que Pablo Hiriart quiere un hijo de él. No me lo explico de otra manera.