Rodrigo Huerta
Pegueros*
Todos los esquemas
de la antigua iglesia católica que representaba el último Papa Benedicto XVI,
han sido, no solo hechos a un lado, sino que han sido transformados desde la
raíz por el nuevo pontífice Francisco, el primer papa de Roma que llegó desde
el fin del mundo para colocarse a la cabeza de lo que es hasta hoy la religión
con el mayor número de fieles en el planeta y la que se ha alzado como la
heredera del legado de Jesucristo, el hijo de Dios el Todopoderoso.
Proclamado hace
unos meses atrás como el primer Papa latinoamericano de la historia, el émulo
de Francisco de Asís ha logrado ganar la simpatía de quienes estaban alejándose
de la iglesia católica y apostólica por sus serios desvíos en su función de
orientar y catequizar a sus seguidores al actuar de manera inversa a los
cánones de la propia institución eclesiástica.
Sin manifestarse
abiertamente como miembro de la teología de la liberación pero sí como un
seguidor de la compañía de Jesús, el Papa Francisco ha dispuesto desde el
primer día de su ascensión al trono de San Pedro, terminar con la fastuosidad
de los llamados príncipes de la iglesia y dejar en el guardarropa las
vestimentas y alhajas ostentosas que solo provocaban la irritación de los
fieles pobres, humildes o marginados a los que la Iglesia católica decía
representar.
Atrás quedaron la
pomposidad, los autos último modelo, las mansiones multimillonarias que
ocupaban a los largo y ancho de la tierra los cardenales, arzobispos, obispos y
sacerdotes. Hoy tendrán que adaptarse a los nuevos usos y costumbres impuesto
por el nuevo pontífice de Roma, el argentino, Jorge Mario Bergolio, quien
cumplirá el próximo mes de Diciembre 77 años de edad.
La recomposición de
la estructura y el poder de la iglesia tardará seguramente mucho tiempo más en
efectuarse, pero en lo que respecta a su función como representante de la
iglesia y su responsabilidad de lograr evitar que se vaya a pique y retome su
fortaleza +ética y moral que está hasta ahora demasiado resquebrajada, la tarea
realizada en pocos meses ha dado ya sus resultados positivos, particularmente
al mantenerse abierto y cercano a la gente y con un diálogo constante con
quienes son parte de la iglesia y con quienes tienen reservas para con esta. La
apertura del papa Francisco no tiene límites y cada día sorprende mas en su
forma de actuar y de decir las cosas tal y como las piensa, pero sobre todo,
como las siente en el momento de externa sus ideas.
Este domingo 28 de
julio del 2013, el Papa Francisco dio por concluida la trigésima octava Jornada
Mundial de la Juventud, iniciada por el hasta ahora beato y dentro de poco
tiempo santo, Juan Pablo II, ocurrida en Río de Janeiro, Brasil, lugar que se
cuenta como el arsenal mayor de feligreses de la iglesia católica en el mundo.
Ahí, el papa Francisco desplegó todq su energía para atraer no solo la simpatía
sino la atención de los jóvenes concurrentes y hacerlo partícipe de las tareas
que se tienen que realizar en el renglón de la evangelización a fin de que la
institución recobre su vitalidad y su prestigio y sea punta de lanza para los
cambios que se requieren hacer en estos tiempos en que el neoliberalismo ha
impactado negativamente los valores e ideales de las personas.
En este tenor, el
papa Francisco llamó a los neoliberales como representantes de la nueva
civilización y denunció que éstos ‘’se han pasado de rosca’’ al tratar de
imponer como culto ‘’al dios dinero’’ y que ¿¿está excluyendo a los dos polos
de la vida de los pueblos como son los anciano y los jóvenes’’.
Frente a esta
situación tan preocupante, el pontífice solicitó a la juventud reunida en
Brasil y a los que están dispersos en todo el mundo, que ‘’no se dejen
excluir’’ y o mismo solicitó a los ancianos para que ‘’sigan enseñando y
transmitiendo la sabiduría de los pueblos y orientando a la juventud’’.
Sin embargo el papa
de Roma hizo además en esta Jornada Mundial de la Juventud un diagnóstico de la
realidad que enfrenta la iglesia católica frente a otras religiones,
particularmente frente a los evangélicos, quienes mientras ellos incrementan su
feligresía, la iglesia católica enfrenta una ‘’sangría’’.
Por lo tanto
mencionó que a la iglesia católica y apostólica le hace falta enfrentar sin
miedo su tarea de dialogar con aquellos que han huido y vagan sin una meta,
solos, con su propio desencanto, con la decepción de un cristianismo
considerado ya estéril, infecundo e impotente para generar sentido’’.
Reveló que tan solo
en Brasil, los fieles de la iglesia representaban en los años 70 el 91.8 por
ciento de la población y para el 2010 representan el 54.6 por ciento, mientras
que los evangélicos han incrementado su feligresía en ese mismo lapso del 5.2
por ciento al 22.2 por ciento, representando ahora más de 42 millones.
La crítica del
pontífice fue severa ya que dijo que la iglesia en todo ese tiempo se ha
mostrado no solo débil sino lejana a las necesidades de la población, pobre
para responder a las inquietudes sociales, fría, autorreferencial y prisionera
de un lenguaje rígido.
Por lo tanto urgió
a los sacerdotes, a los jóvenes a que salgan a las calles a evangelizar,
superando apatía y dando respuestas cristianas a las inquietudes sociales y
políticas en sus respectivos países.
Nunca antes, ningún
papa, incluido Juan Pablo II, había hablado con tanta claridad y crudeza sobre
lo que sucede dentro y fuera de la iglesia católica y las tareas que se
requieren realizar, no solo por quienes tienen la responsabilidad de
representarla sino por los fieles, particularmente los jóvenes, que representan
el futuro del planeta y quienes necesitan ser los protagonistas del cambio y
quienes con la fortaleza que da la fe en Jescucritto, puedan no solo convencer
sino servir al prójimo.
Reiteró una y otra
vez que no se tenga miedo de ir y llevar la palabra de Cristo y que no olviden
que ‘’ la fe está viva mientras se
comparte’’.
Concluyó el Papa
Francisco su participación frente a los millones de jóvenes congregados en la
playa de Copacabana, Brasil, haciéndoles un llamado para que comprendan que el
llevar el evangelio ‘’es llevar la fuerza de Dios para arrancar y arrasar el
mal y la violencia, para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la
intolerancia y el odio para edificar un mundo nuevo’’.
Seguramente lo
ocurrido en estos días en Brasil, produzcan los efectos positivos deseados por
el Papa Francisco a fin de que la iglesia católica y apostólica logre enmendar
sus errores y conducir sus esfuerzos para crear una sociedad mas justa,
libertaria, pero sobre todo igualitaria.
Periodista/Analista
Político*
0 Comentarios