Ramiro Padilla Atondo
Aunque
esto es una obviedad en nuestros tiempos, tal parece que en México una amplia
porción de los pobres apoya las medidas de corte neo-liberal del gobierno.
Y
esto se resume en la tendencia aspiracional de los mexicanos. Lo dije en un
artículo anterior. No somos de clase media pero nos comportamos como tal. Es
obvio que si nos la creemos, entonces también creemos que nuestra posición
social está de acuerdo con nuestra ideología.
Nos
dividimos en dos extremos ideológicos, (aunque no creo que el capitalismo
salvaje que padecemos en México sea necesariamente una ideología) Donde los
partidos se han mimetizado para repartirse el pastel, con las elecciones como
mero pretexto para determinar qué le toca a quien.
El
secreto de las reformas es la pasividad. Se tienen presupuestados a los
profesionales de las protestas que son como Pedro y el lobo. Ahora que ha
llegado el lobo ya nadie les cree. Y la mayoría de los mexicanos no está
involucrado con los rollos del gobierno. Y los pocos que lo están, o bien
quieren que se muera Peña Nieto sin proponer nada o están a favor sin tener la
más remota idea del porqué lo están.
Los
que acusan a AMLO de mesiánico son tan radicales como aquellos a los que critican. Es como decir que odian tanto
los radicalismos que se han vuelto radicales con respecto a ellos.
El
nuevo mito cohesionante se llama televisión. Basta cambiar la connotación de
una palabra para que esta adquiera un valor negativo. Ejemplo. En un noticiero
de la noche se presenta una nota sobre Quintana Roo.
La nota inicia así:
Presuntos
profesores se manifestaron…
Presuntos.
Presuntos secuestradores, presuntos ladrones, presuntos homicidas. En el
momento en que añadimos la palabra presunto, demeritamos en automático aquello
que estamos atacando. Y como el cerebro no distingue de inmediato
categorizamos.
En
el levantamiento zapatista lo mismo. Un ejemplo
es el discurso del gobierno que les negaba siquiera el título de
insurgentes. No era para tanto. Eran infractores de la ley, ni más ni menos.
Luego el sistema informativo Eco dándole una cobertura abusiva al conflicto de
los Balcanes (Andrés Oppenheimer, México en la frontera del caos) para crear la
precepción de que eso podía pasar en México.
Igual
hoy. Aunque este gobierno sea como los
actores en un teatro, donde la gente de manera paulatina deja de aplaudir.
Primero dejaron de aplaudir los de las filas de atrás (los pobres) luego
dejaron de aplaudir los de las filas de en medio. Los que no dejan de aplaudir
son los de las filas de enfrente, y los de los palcos que no pagan por ir al
teatro, al contrario, les pagan por ir. En lo que están de acuerdo todos es que
son malos actores. Cuando solo aplaudan los de los palcos el gobierno se
empezará a preocupar. Pero solo un poquito. Tienen suficiente dinero para
seguir montando obras de teatro ad infinitum.
Y
la mayoría seguirá pensando que por poder entrar al teatro ya son cultos.
Aunque será una obra de ficheras.
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