Roberto
Camps
Es
lamentable constatar que se vive en Guerrero un ambiente de descomposición
propiciado por una peligrosa combinación de ignorancia, pobreza y hambre;
asfixiante inseguridad; conflictos latentes como la lucha magisterial y la
presencia de movimientos de autodefensas confrontados con el Estado y
desplazados. Escenario de permanente conflicto potenciado por la inoperancia de
los poderes legislativo y judicial, instancias que deberían limitar los excesos
en que incurre el poder.
Gobierno
sin apoyo popular carece de autoridad: la suma cero de fuerzas confrontadas en
la entidad, genera una sensación de descomposición cuya dimensión se puede
cuantificar en horas de clases perdidas, pérdidas económicas por el bloqueo de
carreteras, ausencia de inversión privada, líderes sociales asesinados,
corrupción encubierta, ciudadanos víctimas de extorsiones y secuestros,
centenares de crímenes e impunidad.
Vivimos
en la sociedad del miedo. La desconfianza es sin duda el peor daño que sufrimos
aunque es difícil de calcular, pero sí se puede percibir: no confiamos en el
policía, en el maestro, en el empleado bancario, los lazos de convivencia entre
vecinos se encuentran rotos y tomará años y muchos recursos restaurarlos.
Producto
de lo disfuncional del sistema, la sociedad sabe que no puede ponerse en manos
de la autoridad que procura o administra justicia, porque ésta siempre termina
por fallarle o en el mejor escenario, se ofertará como prostituta. Décadas de
inmovilismo en esta dupla han corroído profundamente la confianza de quienes
han sido vulnerados en su patrimonio, integridad física o derechos.
Baste
echar un vistazo todos los días a los titulares de la prensa local y nacional,
para ratificar la sensación de que en nuestra entidad, se encuentra
permanentemente prendido el foco rojo de alerta, encendido por una vorágine de
conflictos que consumen la energía que sociedad e instituciones deberían
canalizar en una agenda de desarrollo.
Vivimos
una sociedad en desequilibrio: sin contrapesos que corrijan el rumbo. Sin un
ombudsman que vigile excesos (por la penosa enfermedad que cursa el titular del
la Coddehum-Guerrero, don Juan Alarcón Hernández).
Carente
el Congreso del estado de un liderazgo que lo erija en la válvula que
permita regular la presión social; los diputados acomodaticios plañen al
Ejecutivo estatal que les envíe una iniciativa que regule la actuación de las
policías comunitarias, faltaba más. Quizá esperen que les diga cómo votarla.
Entretenidos en sus juegos de poder y sucesión, los diputados de Guerrero quedan
por debajo del papel histórico que les corresponde asumir.
Con
un secretario de Gobierno como Jesús Martínez Garnelo, cuyo paso por la función
se ve más testimonial que como conciliador, como operador resolutivo de
conflictos que se perpetúan y pasan al siguiente nivel, baste ver la situación
de centenares de familias desplazadas de sus lugares de origen, o la podrida
relación del gobierno con las policías comunitarias. A Martínez Garnelo
no se le puede responsabilizar de ello, pero le toca resolverlo. Y no puede.
En
esta vorágine de brutalidad en que vivimos, caminar armados por los caminos no
parece ser la mejor solución, pero es la única manera en que se defiende la
propia vida. Mientras los gobiernos no cumplan con su obligación concluyen en
las comunidades de Guerrero, la ley y la justicia serán únicamente una
aspiración fallida.
Vivimos
en conflicto es cierto, pero siempre hemos vivido así y la sociedad guerrerense
ha tenido la capacidad de dar lecciones al país una y otra vez, por ello
es incomprensible la opresión del gobierno federal que desconfía de la
capacidad de los guerrerenses para ponerse de acuerdo. Pero el nuevo régimen
federal que conduce el PRI parece más una reedición salinista que ambiciona
reformas estructurales arriba, pero abajo o reprime a fuerzas emergentes que un
gobierno que conduzca el cambio obedeciendo.
La
dureza será la forma en que nos tundirán en los meses que vienen desde el
centro del país. Bajo el argumento de hacer valer la ley, Gobernación federal y
el Ejército, han acusado __sin pruebas__ a las autodefensas de vínculos
perniciosos.
Los
vacíos se llenan, reconoció una vez el gobernador Ángel Aguirre Rivero, cuando
la policía comunitaria irrumpió en Xaltianguis. Pero hoy parece que nadie
quiere reconocer que el verdadero contrapeso a lo disfuncional del sistema,
está en la sociedad y la energía con que impulsa los cambios.
Es
lamentable que en estos tiempos no aparezcan en el escenario, los individuos
que desde la política, promuevan cambios que permitan reencauzar el camino y
restañar las heridas y que por el contrario, la aparición de líderes sociales
se sofoque con dinero, plomo o rejas.
Comentarios: mojojojo_1964@yahoo.com
0 Comentarios