Enrique Caballero Peraza, en colaboración con el Académico Argentino Oscar Oszlack. Universidad de Buenos Aires.
“El estado soy yo”
Luis XIV. El Rey SOL.
E Pluribus Unum. (De
muchos uno)
Uno de los lemas de
los Estados Unidos de Norteamérica.
Antecedentes
La base de la sociedad es la familia y es digamos que la
organización primigenia pre-estatal, desde la prehistoria el hombre al convivir
con otros miembros de su misma especie se convierte en un ser intrínsecamente
semi-gregario, (del latín gregarius), quiere decir que tiende a fomentar una relación específica entre los individuos
de una población, donde ellos se asocian y trabajan juntos para conseguir un
objetivo en común.
El primer tipo de gobierno, que necesariamente antecede al
estado se forma para la administración de la justicia, en el momento que hay
que decidir quién se queda con la porción más apetitosa del animal cazado, o
quien realiza una tarea determinada en ese gregarismo, y se le asigna la responsabilidad
de decidir por el grupo a un grupo menor o a una persona, estamos creando un
gobierno.
Las primeras organizaciones prehistóricas que son los
antecedentes de los estados modernos serían la banda, la horda, la tribu, la
gens, el clan y el tótem, el tabú y el carisma. Todas ellas pequeñas
organizaciones de seres humanos practicando el semigregarismo, utilizo ese
concepto con el prefijo semi, dado que el hombre no es absolutamente gregario
como una colmena, pero tampoco es totalmente solitario como algunos grandes felinos
como los tigres y leopardos, el hombre es complejo y es en esta riqueza de su
complejidad donde reside la belleza de su ser.
Los primeros estados que podemos reconocer como tales son
las de los egipcios, chinos, asirios y
babilonios, otras organizaciones previas al estado moderno serían las
“polis” griegas, que precisamente llevaban el nombre de “ciudad-estado”.
Quisiera comentar que desde mi punto de vista el Estado
Romano es el primer estado moderno, occidentalmente hablando.
Concepto de Estado
El término original de “Estado” se lo podemos atribuir a
Maquiavelo, quien en su obra “El Príncipe” nos describe a los Estados basados
principalmente en repúblicas y principados.
¿Qué es lo que requiere un Estado para serlo?
Básicamente podemos argumentar que requiere de tres cosas:
Pueblo.
Territorio.
Poder.
Detallemos brevemente
cada uno de ellos
Como Pueblo se entiende al concepto social de asociación en
el emplazamiento cultural y superficial, o el factor básico de la sociedad, o una
constante universal en el mundo que se caracteriza por variables históricas. El
principal valor del pueblo está en su universalidad. No habrá Estado si no
existe el pueblo y viceversa.
El Poder lo ubicamos como la capacidad o autoridad de
dominio, freno y control a los individuos, con objeto de limitar su libertad y
reglamentar su actividad. Este poder puede ser por uso de la fuerza, voluntaria, o por diversas causas, pero en
toda relación social, el poder presupone la existencia de una subordinación de
orden jerárquica. Toda sociedad, no puede existir sin un poder, absolutamente
necesario para alcanzar el bien común.
Por último el Territorio es el último elemento constitutivo
del Estado. El Sociólogo Pérez Porrúa lo considera como el elemento físico de
primer orden para que surja y se conserve el Estado. Cito textualmente "La formación estatal
misma supone un territorio. Sin la existencia de éste no podrá haber
Estado".
Por otro lado el destacado jurista Burgoa Orihuela nos dice:
"Como elemento del Estado, el territorio es el espacio dentro del cual se
ejerce el poder estatal o ‘imperium’. Como esfera de competencia el Estado
delimita espacialmente la independencia de éste frente a otros Estados, es el
lugar (o suelo) dentro del que los gobernantes ejercen sus funciones."
El estado y sus
formas de gobierno
Las formas de gobierno que administran el Estado dentro de
la Sociedad han ido variando a lo largo de los siglos, de gobiernos despóticos
autoritarios y autocráticos a organizaciones nacionales más participativas y
democráticas en su toma de decisiones, lo cuál no necesariamente las vuelve más
eficientes o más justas.
El estado moderno requerirá finalmente aparte de los tres
postulados mencionados una sólida capacidad económica que lo haga interdependiente
de los demás estados.
El estado siguió evolucionando y el poder se fue
compartiendo y diluyendo poco a poco, desde los vasallos feudales que le
hicieron firmar a Juan sin Tierra la Carta Magna, hasta los más drásticos
franceses amantes de la guillotina que acabaron de tajo. (Literalmente
hablando) con la monarquía.
El poder es cíclico de cualquier manera, hemos visto
evolución de monarquías a repúblicas y de repúblicas a Imperios, por lo que
nada garantiza un estado permanente de las formas de gobierno en una sociedad.
El politólogo guerrerense Enrique Caballero Peraza hace una
reflexión sobre la evolución del concepto de estado y su repercusión en el
nuevo orden mundial en su exposición de motivos para reformar el artículo 40º.
Constitucional, ahí menciona entre otros planteamientos el carácter evolutivo
permanente del Estado y la Sociedad.
El camino a la integración. Hacia el estado moderno.
El orden político internacional surgido de la Segunda Guerra
Mundial sustentado en la posición hegemónica de dos potencias: Los Estados
Unidos de América y la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, se
encuentran en proceso de transición del bipolarismo hacia el multipolarismo.
En el pasado reciente las potencias dominantes presidían un
conjunto de instituciones políticoeconómicas-militares, a través de las cuales
ejercieron su preponderancia. Hoy, tales organismos están en crisis o se han
desintegrado estrepitosamente. El mundo busca un nuevo ordenamiento
internacional que se ajuste a la realidad y corresponda a las actuales
tendencias. Los hombres de buena voluntad desean y luchan porque el nuevo
sistema internacional descanse en la justicia, la democracia, la prosperidad,
el reconocimiento irrestricto de la dignidad humana y el respeto al medio
ambiente; en suma, el Bien Común Universal. Sin embargo, hay fuerzas e
intereses que actúan para lograr un nuevo orden mundial de carácter
economicista, donde previamente los intereses comerciales de los más poderosos
y desarrollados.
Las principales tendencias mundiales de nuestro tiempo son
el humanismo, la interdependencia entre las naciones, la globalización
económica y el regionalismo del comercio, correspondiente a una evolución
multidimensional, propia de la fase planetaria en la que ingresó el género humano.
En efecto, la humanidad se encamina hacia la integración en unidades cada vez
más amplias: de las familias y clanes surgieron las tribus; de éstas nacieron
las ciudades, luego los territorios feudales; más tarde emergen los estados
modernos, las federaciones y, finalmente, se están integrando las regiones.
Es digno señalar que la unidad superior no debe nulificar
las unidades inferiores. Por ende, la afirmación de los caracteres e
identidades nacionales, paradójicamente se torna necesidad imperiosa, en una
época en la que avanzan los procesos de aglutinamiento regional.
En todo caso se han ido desvaneciendo los sueños autárquicos
nacionales y de aislacionismo. Actualmente ninguna nación confinada es capaz de
sobrevivir ni lograr su autosuficiencia. Parafraseando a Luis Armand podemos
afirmar: en adelante, una nación es del todo independiente y soberana si logra
hacerse tan imprescindible de otras naciones como éstas lo sean para ella.
Creer que el sueño del mundo unificado llegará a ser
realidad en poco tiempo, es forma poco realista de pensar. Deben superarse
demasiadas diferencias, y tensiones antes de que el objetivo aparezca en el
horizonte. Mientras tanto, la humanidad deberá pensar cómo crear un mundo
organizado.
En la actualidad, nadie debe pretender avanzar con sus
propias fuerzas, ya que el desarrollo se alcanza mediante la colaboración de
todas las naciones o no se consigue de manera alguna. Para expresarlo con mayor
agudeza: hay que elegir entre el mundo organizado o el caos y abuso de las más fuertes.
Lo que se requiere es crear diversas maneras de agrupamiento entre los estados
y llevar a cabo la reforma democrática e integral de los organismos
multilaterales. Sólo así se pondrán encarar con criterios unificados las
responsabilidades comunes, frente a los complejos y graves problemas que
afligen a la humanidad, tal es el reclamo imperioso de la mayoría de las
naciones.
A pesar de las dificultades, Europa consolidó de manera
firme en su proceso de integración, al igual que otras regiones donde se
registran tendencias similares. En nuestro Continente la regionalización está
ganando terreno, acicateada por las urgencias y estrategias económicas. Sin
embargo, debemos reconocer que los procesos de asociación comercial entre
México, los Estados Unidos y Canadá, como los del Mercosur, el Pacto Andino y
otros similares entre los países latinoamericanos, tienen un contenido de
índole crematística. Por consecuencia, tales procesos están planteados como
reacciones defensivas frente a lo que ocurre en otras partes del orbe, la
mayoría de las veces desligados de toda consideración histórico-cultural e
ignorantes del acervo de valores que poseen nuestras naciones.
Latinoamérica en el nuevo orden.
En tales circunstancias América Latina no está desempeñando
un papel específico en la configuración del nuevo orden mundial, dado que la
mayoría de los gobiernos latinoamericanos están sucumbiendo a las concepciones
economicistas, sobre las que se pretende edificar el sistema internacional
multipolar del futuro. Por ello nuestros pueblos son ahora más objetos de la
ingeniería productiva internacional, que sujetos activos en la historia y la
política mundial.
En la reunión de intelectuales latinoamericanos, celebrada
en Caracas, Venezuela, en julio de 1991, fue lanzado un manifiesto con las
advertencias siguientes:
"Los grandes fenómenos contemporáneos de transformación
universal, han dejado a América Latina y al Caribe en la periferia....América
Latina no tiene alternativa. En nombre de su dignidad y su sobrevivencia debe
plantearse a sí misma con energía, la necesidad de participar activamente en la
creación de las reglas del nuevo orden. A través de una acción decidida debe
demostrar su vocación de participar en la consolidación, de un orden que afirme
que la búsqueda de la justicia social y la prosperidad de los países en
desarrollo es un requisito para la paz en el mundo."
"Nuestra América quiere ser un continente con fuerza
propia, con una participación real en el destino de la humanidad. Es decir: ser
los protagonistas de nuestra historia y no sus agentes pasivos."
"El mundo tiene una concepción del desarrollo social y
económico. Pero un proyecto de desarrollo futuro entraña la cultura como parte
fundamental, porque lo que hemos visto a través de la historia de la humanidad
hasta ahora, es que la sociedad industrial ha creado primordialmente valores
materiales de prestigio efímero."
"La cultura es nuestra vocación dominante. Por eso
queremos una comunidad de naciones y no solamente económica, porque no sólo aspiramos
a un paraíso material sino, también, a una patria grande de bienes
espirituales."
El Presidente de la República Felipe Calderón Hinojosa hizo
un llamado a buscar nuevamente la integración Latinoamericana en una reunión
con los jefes de estado de Latinoamérica y el Caribe.
Actualmente dicho proceso de integración debe de buscarse de
manera continental, sin excluir a nuestros vecinos del norte y preparar el
camino para lo que finalmente debera constituir el Estado Mundial. Un mundo, un ejército, una bandera, una
moneda, y una sola meta, la búsqueda de la felicidad y del bien común de la
Sociedad Mundial. Puede escucharse utópico, pero lo mismo hubiéramos pensado en
medio de la segunda guerra mundial respecto a la integración Europea y esta se
ha logrado.
Los profundos cambios internacionales ocurridos en los
últimos años están impulsando una tercera etapa de propuestas para avanzar
hacia la integración latinoamericana. Están a la vista los trabajos de diversos
gobiernos de América para integrar subregiones de libre comercio, como el
Mercado Común del Sur; los tratados de libre comercio entre México, Chile,
Venezuela, Colombia, Bolivia y Centroamérica; las iniciativas de gran alcance
político y cultural, como las representadas por el Grupo de Río; además se ha
institucionalizado la Conferencia cumbre de los Jefes de Estado y Gobierno
Iberoamericanos, en las que se manifiesta el ferviente propósito de articular
políticas comunes en la región y hacer oír la voz de los latinoamericanos en el
proceso político y económico mundial.
La clase política latinoamericana, con mayor conciencia
siente la necesidad apremiante de dar pasos efectivos hacia la integración de
nuestras naciones, a saber:
El Parlamento Latinoamericano, en su XIII Asamblea Ordinaria verificada en
Cartagena, Colombia, el 2 de Agosto de 1991, resolvió:....
...."Tercero. Reiterar la urgencia impostergable de que
la América Latina se integre, para ser dueña de su destino y actora en el de la
humanidad, lo cual exige la creación de la Comunidad Latinoamericana de
Naciones con su parlamento popular, elegido libre y directamente por sus
pueblos, enmarcada en la justicia social, la paz, la democracia y la
libertad."
"Cuarto. Que respalda por tanto, el querer del pueblo
latinoamericano, para que dicho acto histórico se realice a la mayor brevedad
posible."
"Quinto. Exhortar a los jefes de Estado para
instrumentar las medidas necesarias, destinadas a lograr la creación de la
Comunidad Latinoamericana de Naciones con su Parlamento Popular e inviten a la
Comunidad del Caribe a ser miembro asociado de ella con estatuto especial.
Sugerirles, además, designar en la próxima reunión del Grupo de Río, una
Comisión Preparatoria para lograr los objetivos señalados..."
Las fuerzas políticas latinoamericanas de diversas
tendencias, en algunos países han conseguido que el ideal de la integración
quede inscrito como mandato en sus leyes supremas:
Venezuela (1961). Artículo 108 de la Constitución: "La
República favorecerá la integración económica latinoamericana. A este fin se
procurará coordinar esfuerzos para fomentar el desarrollo económico y aumentar
el bienestar y la seguridad comunes".
Uruguay (1967). Capítulo IV. Artículo 100 de la
Constitución: "La República procurará la integración social y económica de
los estados latinoamericanos, especialmente en lo que se refiere a defensa
común de sus productos y materias primas. Asimismo propenderá a la efectiva
complementación de sus servicios públicos".
Perú (1979). Capítulo IV. Artículo 100 de la Constitución:
"El Perú promueve la integración económica, política, social y cultural de
los pueblos de América Latina, con miras a la formación de una comunidad
latinoamericana de naciones."
Ecuador (1984). Título Preliminar. Artículo 3o. de la
Constitución: "Propugna también la comunidad internacional, así como la
estabilidad y fortalecimiento de sus organismos y dentro de ello, la
integración iberoamericana, como sistema eficaz para alcanzar el desarrollo de
la comunidad de pueblos unidos por vínculos de solidaridad, nacidos de la
identidad de origen y cultura..."
Brasil (1988) Título I, Dos Principios Fundamentales.
Artículo 4o. párrafo único de la Constitución: "La República Federativa de
Brasil buscará la integración económica, política y cultural de los pueblos de
América Latina, viendo la formación de una Comunidad Latinoamericana de
naciones".
Colombia (1991) Artículo 227 de la Constitución: "El
Estado promoverá la integración económica, social y política con las demás
naciones y especialmente con los países de América Latina y del Caribe,
mediante la celebración de tratados que sobre la base de equidad, igualdad y
reciprocidad, creen organismos supranacionales, inclusive para conformar una
Comunidad Latinoamericana de Naciones. La Ley podrá establecer elecciones directas
para la Constitución del Parlamento Andino y del Parlamento
Latinoamericano".
La evidencia histórica demuestra que México estuvo siempre
comprometido con la plena realización del ideal de integración de los pueblos
latinoamericanos. En la primera etapa de este proyecto, realizada en el Siglo
XIX, los mexicanos se convirtieron en promotores entusiastas de la convocatoria
de Simón Bolívar. En la época actual México ha sido miembro relevante de la
ALALC, ALADI, SELA y del Parlamento Latinoamericano, Grupo de Río y Conferencia
de Jefes de Estado y gobierno Iberoamericano.
México como factor de integración.
Consideramos que todas las fuerzas políticas del país
comparten la aspiración de lograr la unidad latinoamericana, lo que demuestra
el deseo del pueblo de México por conservar su identidad cultural y los valores
que son comunes a los pueblos con el mismo origen y lengua.
México tiene una posición geográfica privilegiada que la
permite seguir un camino propio en esta fase de asociaciones comerciales entre
países, así como en la formación de regiones económicas.
En tal virtud, deberá celebrar acuerdos, tratados y
convenios en distintas direcciones, con diversos grados y fórmulas de
integración, sin adoptar compromisos exclusivos, ni ligar su destino con el
Norte, el Sur, el Atlántico o el Pacífico.
Nuestra nación puede y debe desplegar una estrategia
tendiente a diversificar los vínculos con las diversas regiones del orbe
jugando un papel de eslabón multidireccional, siempre y cuando salvaguarde el
compromiso superior de preservar su identidad nacional.
México cuenta con una extraordinaria multigeopoliticidad que
le permite aprovechar las oportunidades que ofrecen las regiones: Los Estados
Unidos y Canadá, Europa unificada, el Caribe, la Cuenca del Pacífico y
Latinoamérica, a efecto de ser factor de unidad y paz mundial. Empero, tal
desempeño sólo podrá ser legítimo si ratificamos nuestra pertenencia esencial a
Latinoamérica, de la que, como dijera don Efraín González Luna, somos hermanos
y no sólo vecinos.
Con América Latina, México aspira a crecer; anhelamos
hacerlo con libertad, justicia social, sin dejar de ser nosotros mismos, ni
rechazar el llamado de nuestras raíces histórico-culturales comunes. Por ende,
México debe reforzar y acentuar sus compromisos de hermandad con la comunidad
latinoamericana de naciones, y colaborar con sus pueblos para darle un peso
específico a la patria grande, hacia la configuración del nuevo orden
internacional.
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