Alex Islas
Los
usos y costumbres en nuestro país es algo que ha generado división y polémica
por mucho tiempo, se ha usado como una justificación que hace el indigenismo
para las vejaciones que se hacen en los pueblos originarios, tales como
violación, estupro y trata de personas o también lo usan nuestros políticos
para obtener apoyo fácil de los indios a
la hora de las elecciones (ojo, antes de que alguien proteste la RAE define
indio como: “el indígena de América, o sea de las Indias Occidentales, al que
hoy se considera como descendiente de aquel sin mezcla de otra raza”. La misma
RAE define indígena como: “Originario del país de que se trata”; ambas
definiciones las pueden encontrar en los siguientes links:
http://lema.rae.es/drae/srv/search?id=Y9ssHExSVDXX2jz0rxZU
y http://buscon.rae.es/drae/srv/search?val=ind%EDgena),
y la corrección política lo ha hecho ver como algo bastante redituable, pero
olvidan que si de verdad se tiene igualdad ante la ley no puede haber una
legislación especial para un grupo, la igualdad implica que todos debemos
atenernos a las mismas leyes, mismos derechos y mismas obligaciones, ni más ni
menos.
Son
muy conocidas las violaciones a los derechos humanos que se cometen en las
comunidades indias, solo para abrir boca, en el año 2007 Eufrosina Cruz Mendoza
se postuló a la Presidencia Municipal de su pueblo natal, Santa María
Quiegolani, Oaxaca, que es gobernado bajo el sistema de usos y costumbres,
Eufrosina resultó ganadora, pero se le negó el triunfo nada más y nada menos
que ¡por ser mujer! Y por supuesto las autoridades establecidas a las que todos
nos debemos atener, no hicieron nada para detener tal injusticia, pero el
tiempo le jugó a Eufrosina a su favor ya que tres años después presidió el
Congreso de Oaxaca y ahora es diputada federal por el Partido Acción Nacional.
Mónica
Salazar del Colectivo contra la Trata de Personas México menciona que la
invisibilidad que se le ha dado a la trata en las comunidades indias es gracias
al “vacío jurídico que prevalece”, o lo que es lo mismo la legislación ata de
manos a las autoridades para actuar en contra de los tratantes de personas
gracias a los usos y costumbres, para muestra de ello en la región de La
Montaña en Guerrero se llegan a vender niñas hasta por 60 mil pesos, esto según
un diagnóstico realizado en 2011 encabezado por la actual secretaria de la
mujer en ese Estado, Rosario Herrera Asencio, y son sometidas a explotación
laboral y violencia sexual, todo ello bajo los usos y costumbres (http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9123123).
Las
opiniones de los involucrados en esta legislación hablan por sí mismos, Antonia
Vázquez Hernández, de la asociación civil Desarrollo, Género y Ciudadanía, una
india tzotzil originaria de Chiapas dice al respecto: “Los hombres no quieren
perder los usos y costumbres, no dejan destacar, ni sobresalir a las mujeres,
muy pocas terminan su educación primaria, muy pocas van y terminan la
preparatoria y muy pocas van a la universidad; la sociedad indígena machista
cree que ese debe ser el círculo de la mujer indígena (http://sipse.com/mexico/usos-y-costumbres-lastres-para-la-mujer-indigena-20007.html)”.
Al contrario de lo que muchos indigenistas piensan son las propias tribus
originarias las que empiezan a estar en contra de este tipo de legislaciones
por considerarlas regresivas y atentar en contra de los derechos humanos,
sobretodo de las mujeres, el indigenismo con su terca defensa de los usos y
costumbres ha logrado afectar gravemente a aquellos que tanto dice defender,
pero eso sí nos venden la parte romántica de esta legislación (siendo más
específicos el Artículo 2 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos), pero en la práctica reduce a muchos seres humanos, les quita
derechos y no los deja progresar.
De
hecho, en 111 municipios de Oaxaca que se rigen por el sistema de usos y
costumbres la mujer ni siquiera tiene derecho al voto, porque no se considera
siquiera indispensable, ya lo dice Antonia Vázquez Hernández que ha vivido el
infierno de los usos y costumbres en carne propia: “la mujer solamente debe
estar en la casa atendiendo a sus hijos y al marido, no sin antes ir por la
leña y cargarla al hombro, más bien debe estar agachada”, pero eso sí nuestros
políticos hace unos días celebraban muy orondos el 60 aniversario del voto
femenino, pero lo que no dijeron es que en algunos lugares del país parece que
no les han notificado que las mujeres ya tienen derecho a votar.
En
2001 el entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López
Obrador, se refirió a los hechos ocurridos en Santa Magdalena Petlacalco de la
Delegación Tlalpan donde se linchó a un presunto ladrón de imágenes religiosas,
el exedil justificó el linchamiento en una de sus acostumbradas conferencias
matutinas: “con las tradiciones de un pueblo, con sus creencias, vale más no
meterse… Es parte de la cultura y creencias de los pueblos originarios, que
representan al México que no termina por irse, el México profundo. (La Jornada,
28 de julio de 2001)”; aquí no se trata de criticar al dos veces candidato
presidencial, pero yo rescato una frase “vale más no meterse”, porque es lo que
parece ser el mantra de los políticos y autoridades de todos los colores y
sabores para lidiar con las tribus originarias: “no importa lo que hagan, no
importa si no respetan los derechos humanos, al final lo que importa es que
voten por nosotros” y como mencioné esto no es exclusivo de un solo político o
de un partido en particular, todos son culpables de cometer durante décadas las
omisiones que han costado el progreso de todo un grupo social.
Los indigenistas apoyan la legislación de usos y costumbres, ignorando lo que realmente desean los propios involucrados, lo que menciona Antonia Vázquez es simplemente contundente “los usos y costumbres no dejan destacar ni sobresalir”, pero a nuestros indigenistas parece ser que les importa más que los indios vivan atrasados, sin progreso y en un “castillo de la pureza”; no podemos vivir en un país en el que se castiga en la ciudad (como debe ser) a un hombre que abusa de una niña o niño mientras que un lugar regido por usos y costumbres un hombre puede hacer lo mismo, sin ninguna consecuencia pues “vale más no meterse con las tradiciones y creencias del México profundo”.
Los indigenistas apoyan la legislación de usos y costumbres, ignorando lo que realmente desean los propios involucrados, lo que menciona Antonia Vázquez es simplemente contundente “los usos y costumbres no dejan destacar ni sobresalir”, pero a nuestros indigenistas parece ser que les importa más que los indios vivan atrasados, sin progreso y en un “castillo de la pureza”; no podemos vivir en un país en el que se castiga en la ciudad (como debe ser) a un hombre que abusa de una niña o niño mientras que un lugar regido por usos y costumbres un hombre puede hacer lo mismo, sin ninguna consecuencia pues “vale más no meterse con las tradiciones y creencias del México profundo”.
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