Roberto
Álvarez Heredia
Encerrada
entre cuatro paredes, Adriana Manzanares Cayetano pasó injustamente 7 años, 2
meses y 3 días en el CERESO de Chilpancingo, Guerrero, acusada y sentenciada a
purgar 22 años por el delito de aborto. Ahora, libre con el clásico “usted
disculpe” de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, todos quieren
entrevistarla, conocerla y solidarizarse con ella. Y me pregunto: ¿Quién la visitó
cuando estaba en la cárcel?
¿Quién
se preocupó por sus hijos que estaban en Ayutla? Quienes sí lo hicieron, fueron
la Clínica de Interés Público del Centro de Investigación y Docencia Económicas
(CIDE) y el Centro Las Libres de Guanajuato que interpusieron un juicio de
amparo ante el máximo tribunal para que atrajera el caso y resolviera su
inmediata libertad. De la Comisión Estatal de Derechos Humanos y la Secretaría
de la Mujer…ni sus luces. La historia de Adriana dejó al descubierto que dé al
tiro estamos muy mal. Y lo que más me impresiona…es el silencio de las
autoridades.
Nadie
ha dicho que esta boca es mía. Ni que lecciones debemos aprender para que esto
no vuelva a ocurrir nunca más. Es más, estoy convencido que la indígena
guerrerense no es la única mujer que está recluida en algún penal del estado
por un amañado proceso judicial. ¿Qué debería seguir? Primero, que la Corte
resuelva que las autoridades competentes deberán reparar el daño causado con
una indemnización económica. Segundo, que el marido y el padre sean acusados
por el maltrato físico y psicológico infringido por tres meses y que finalmente
provocó que la madre abortara. Tercero, que los que participaron en la agresión
tumultuaria sean juzgados.
Y
cuarto, castigar al Ministerio Público que fue testigo del linchamiento y no le
concedió el debido proceso a la inculpada. De las cuatro propuestas, la única
que veo posible en el corto y mediano plazo es que la Suprema Corte ordene la
reparación del daño y que la autoridad responsable cumpla a regañadientes. De
las demás, simplemente se archivarán en el abultado expediente de la impunidad.
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