Carta al Presidente Enrique Peña Nieto del Padre Alejandro Solalinde

AL PRESIDENTE ENRIQUE PEÑA NIETO
REFLEXIÓN DESDE LA FE
                                           
LIC.ENRIQUE PEÑA NIETO
PRESIDENTE DE MÉXICO
 
Presidente Peña:

Por más que usted esté en otros niveles socioeconómicos, podrá percibir por todos lados de nuestro querido suelo patrio: violencia, hambre y exclusión. Duele ver cómo cada día va creciendo la brecha entre ricos y pobres; la desigualdad social es una bomba de tiempo; ¡cómo nos vamos deshumanizando!; cómo se va perdiendo la soberanía mexicana por la vía de las privatizaciones neoliberales. Duele sentir los aprietos económicos de los trabajadores, bueno, los que tienen el privilegio de ser explotados. Otros, millones, ni siquiera tienen empleo. Toda esa pobre gente ¡Nunca podrá acceder a una mejor calidad de vida, a la que tiene derecho! Está condenada a la subsistencia. Todo ser humano tiene derecho a contar con  iguales oportunidades. Todas, todos, valemos lo mismo. 


El País que usted preside, no es un desierto heredado, ni está en venta; es una porción geográfica superdotada, habitada por un pueblo sufrido, con profundas raíces culturales y de hondas espiritualidades. La ubicación geográfica nacional es envidiable; no por tener a Estados Unidos al otro  lado, sino porque puede ser enlace entre el Norte y el Sur, amén de facilidades climáticas, y por muchas razones más. La forma como usted está conduciendo al país pone al México en el riesgo de convertirse en una empresa comercial, y a su diplomacia, en agencia de ventas, en lugar de priorizar las relaciones humanas, culturales, con el mundo, sobre todo con Centroamérica.

La realidad es que, registramos más de 53 millones de pobres, destacamos en desapariciones forzadas, feminicidios, secuestros, trata de personas, persecución y muerte de periodistas, extorsiones, bulling, primer lugar mundial en consumo de alcohol; de agresiones, desapariciones y asesinatos de sacerdotes católicos. ¡Estamos asfixiados por la corrupción!; la impunidad es un cáncer. Todo esto ¡va imparable!

Tenemos que reconocer que somos uno de los países más corruptos del mundo, y que seguimos practicando la tortura, sobre todo por parte de corporaciones policíacas.Los transmigrantes han sufrido torturas físicas y sicológicas en estaciones migratorias mexicanas, como la vergonzosa cárcel migratoria de Acayucan, Veracruz, por los mismos agentes de migración y policías auxiliares del CUSAEM. 

Por cierto ¡qué buen negocio es la inseguridad! Por un lado, el gobierno no proporciona seguridad a la ciudadanía. Para ésta, hay 40 mil policías federales que, más que proteger, hay que protegerse de ellos. Pero para quien pueda pagar, y AUTOPROTEGERSE, hay 600 mil policías privados alquilables. Las ganancias, millonarias, por supuesto, van para el mismo círculo político, los patrones, que son juez y parte.

Las comunidades pobres, que no pueden pagar protección privada, se defienden como pueden, del crimen organizado y del mismo gobierno. A la autodefensa de los pobres, el gobierno la considera fuera de la ley; los pobres, la consideran defensa propia extrema. El gobierno, ni protege, ni deja a las comunidades protegerse. Los líderes de autodefensa y cualquier líder crítico, son incómodos, y tarde o temprano se encontrará la forma de eliminarlos. Muchos de ellos han sido asesinados en “accidentes” No hay voluntad para dialogar con ellos; tampoco hay valor para matarlos de frente. Serán cada vez más las y los que estén dispuestos a defenderse y defender pacíficamente a México.

En este contexto nacional desolador, nuestras hermanas y hermanos migrantes, han llevado  siempre las de perder: son los más golpeados en todas las formas posibles. La población transmigrante es especialmente la más vulnerable, pues es víctima de los más graves delitos, y es con la que el Estado mexicano tiene una responsabilidad histórica, por tratarse de crímenes de lesa humanidad perpetrados en territorio nacional. Y le recuerdo ¡que éstos, no prescriben! El Estado Mexicano ha sido incapaz de protegerla. Quienes los defendemos estamos amenazados y con frecuencia se nos impide nuestro servicio de protección, que el Estado no puede cumplimentar. Ni protege, ni nos deja protegerlos, como se establece en la Ley de Migración. 

El gran movimiento migratorio es un signo formidable de transformación global. En los migrantes se están jugando los destinos de la humanidad. A través de ellos Dios nos está llamando y comienza un nuevo proyecto alterno a nuestro mundo envejecido y  ciego. Él, es portador también de ética y espiritualidad. Los efectos del gran éxodo migratorio, ya nadie lo podrá detener, porque ya llegó y seguirá llegando. Él será el pionero de una mejor humanidad. 

En México, una percepción común entre ciudadanos y feligreses, es el descuido de sus autoridades hacia ellos;  andan como ovejas sin pastor. Muchos no esperan ya nada de la clase política que los ha traicionado tantas veces, y existe una enorme desconfianza hacia el gobierno que usted  preside. Experimentan incertidumbre porque no ven de dónde pueda venir el cambio tan anhelado desde hace sexenios. Ha callado la voz profética de muchos de nuestros Pastores, quienes parecen no ver ni sentir nada de lo que está pasando, y sí en cambio se comportan como una Iglesia complaciente y agradecida con un gobierno simulador. Otros Pastores más sensibles, trabajan en silencio, superando el miedo. No pocos sacerdotes están muy inquietos ante todo lo que está sucediendo. Y ya no se diga las religiosas que han sido las más cercanas y comprometidas. No, usted ya no puede esperar una Iglesia incondicional: el Reino de Dios y su justicia, es prioritario.
 
Nuestra Nación se declara mayoritariamente cristiana, católica y guadalupana. Dice amar al Papa. Usted anuncia en el exterior que somos un país democrático y respetuoso de los derechos humanos y festeja con la clase política a modo y empresarios, sus “reformas” estructurales. Reformas al vapor, hechas a ritmo de intereses pactistas, pero sin la mínima intención de consultar al Patrón que le paga a usted: el Pueblo mexicano. Poco a poco presidentes sin conciencia han ido rematando nuestros recursos. Lo que falta de entregar, seguramente que lo consumará usted en las leyes secundarias de SUS “reformas”. ¡Los ricos de arriba y los de fuera, podrán servirse ahora con la cuchara grande! Mientras las  mayorías seguirán relegadas y cada vez más dependientes. Estamos entrando a la etapa de un México neofeudal. ¿Aguantará esto la gente?

Fuera de la retórica mesiánica, siempre referida a un futuro mejor que nunca llega, y que “ahora sí vamos a crecer el 4%”; fuera de los autoelogios permanentes de sus funcionarios,  se simula, se finge que no pasa nada; que México está mejorando. Y tal vez sí, pero para unos cuántos, para la oligarquía: los que detentan el poder y poseen el dinero. Para ellos y sus allegados, siempre hay rebanadas del pastel y el privilegio de una institucionalidad oficial a su servicio. Así nos han traído con falsas promesas que nunca se cumplen. Si anuncian que habrá fuerte inversión del exterior, lo que no dicen que todo finalmente de irá al exterior. Un ejemplo: Gas Fenosa da el 1% de sus ganancias a hermanos zapotecos del Istmo  de Tehuantepec, Oaxaca, y ella se queda con el ¡99%! ¿Esa es la prosperidad que nos espera con las transnacionales?

Para defender los intereses de banqueros, financieros, políticos y altas esferas sociales, está todo el aparato estatal dispuesto a “salvaguardar el estado de derecho” y para proceder en todo momento “con estricto apego a la ley”. Con leyes a modo, se privilegia a unos y se excluye a otros. La corrupción ha llenado las cárceles de inocentes y chivos expiatorios; mientras que funcionarios y exfuncionarios ladrones, gozan de impunidad y andan libres y hasta con comisiones oficiales.

Al mismo tiempo que se va criminalizando la protesta social, se  alejan la transparencia, la rendición de cuentas y la revocación de mandato. Va creciendo la distancia entre autoridades y sociedad civil.

Es más fácil comprar voluntades, manipularlas y reprimirlas, que escucharlas, ponderarlas y construir con ellas el bien común; especialmente con los de abajo, con el sector crítico, académico, disidente, con la autodefensa, con periodistas, con jóvenes, con mujeres. Sin ellas y ellos, ¡México es insalvable! Ninguna fracción social, o partido, aislados, podrán sacar a nuestro País de la crisis generalizada que padecemos. Se requiere de la convergencia de todas las instituciones, instancias de gobierno, iglesias, sector productivo, de las voces disidentes, de toda la sociedad para construir un gran acuerdo nacional, democrático, equitativo, incluyente y corresponsable.

Pero a un año de su gobierno, todo apunta a un sistema de control de dominio. Se fortalece la administración centralista, en detrimento del federalismo, exponiendo a México a las presiones de poderes fácticos. Instituciones de autoridad y responsabilidad social, como la CNDH, IFE, CONAPRED, IFAL, entre otras, que deberían ser autónomas y neutrales para asegurar su imparcialidad, van entrando poco a poco en este dominio oficialista central. Estas instituciones, no son un condimento democrático; cada una, responde a unos derechos humanos; son patrimonio social, no instrumento electorero. 

Si esto no para, lo que sigue es una dictadura. Usted, es el primer servidor del país. La soberanía y mando supremo, radica en el Pueblo de México, a quien usted no le consulta sobre decisiones trascendentes que afectan su vida y comprometen su futuro. Usted buscó la Presidencia del País, ¡pues sírvalo! Desde hace muchos años, el México de abajo espera beneficios reales de sus presidentes. Usted no consulta a la ciudadanía, porque no cree en ella; ¡pero ella tiene todo para salir de esta crisis y refundar el país! 

El Movimiento Zapatista es la mejor prueba de otra vida libre, digna, integral y compartida, es posible. Las y los Hermanos Zapatistas son una gran inspiración: se informan, toman conciencia, deciden consensando todo en bien de la comunidad, se organizan, trabajan en conjunto. Pero por encima de todo, se han sacudido valientemente toda subordinación humillante o explotadora. Están dispuestos a defender sus recursos, porque son patrimonio de ellos y de la comunidad venidera. Ellos no venden su tierra por que no es una mercancía. Hace años descubrieron sabiamente que tienen que cuidarse de políticos corruptos y de los malos gobiernos.

Si se sigue optando por privilegiar a las élites y los sectores más favorecidos (nacionales o extranjeros), lo que le espera a México ¡es un infierno para todos! En una situación incontrolable, ¡ni usted tendrá condiciones para terminar su mandato! En años venideros estaríamos acuñando una nueva categoría migratoria: ser extranjeros explotados en su propia tierra, al servicio del sector financiero. Ya no tendríamos que migrar a esa gran propiedad privada que es Estados Unidos; los mismos dueños de allá, correrán sus fronteras hasta el sur. De hecho, desde hoy podemos preguntarnos: ¿Quién gobierna realmente México? El  Gobierno ¿gobierna, o administra? Y administra mediáticamente. Hoy se puede gobernar hasta por TV. Y usted ¿no acabará siendo un empleado de alguna transnacional, como sus compañeros anteriores?

Sin embargo, para Dios, no todo está perdido. Profundos cambios se están procesando en las conciencias acrisoladas, hambrientas y sedientas de justicia de mucha gente, en México, en nuestro Continente y en el mundo entero. ¡Los días de la corrupción y la acumulación desmedida, están contados! Jesús, el ÚNICO Rey, y ÉL tiene la última palabra. El Espíritu Santo trabaja incansablemente en la gestación de un mundo nuevo, para todas y todos, en el cual no reine nunca más el ídolo del pinche dinero. Las redes de nuevos constructores se están tejiendo ya en todo el Globo.

El otro Camino que puede seguir nuestra querida Nación tan lastimada, es el camino de Jesús: el camino del Reino de Dios; o su versión guadalupana: el gran proyecto del Tepeyac. Ambos, proponen la construcción de una nueva sociedad tejida de abajo a arriba, iniciando con la participación de los pequeños, de los que no cuentan, ni importan,  como sujetos de una historia de justicia e igualdad; con oportunidades y los mismos derechos, de jure y de facto, para todas y todos; sin rapiña de recursos, ni acumulación de bienes.

Estamos en deuda con Jesús y con María de Guadalupe: les construimos templos, les rezamos, los amamos, pero no los obedecemos, porque no estamos levantando esos templos vivos que nos pidieron; ¡Porque no estamos integrando una nueva sociedad! El Reino de Dios que Jesús nos ordenó se verifica en relaciones justas, igualitarias, incluyentes, amorosas, transparentes. Sólo así podremos tener la paz anhelada.

Usted tiene dos opciones: escuchar las voces del dinero, o escuchar los llamados al Reino de Dios a través del Pueblo. Lo que decida traerá consecuencias, porque no se puede servir a dos señores: a Dios y al dinero. Si quiere paz para nuestro País, trabaje por la justicia, iniciando la reconstrucción del país, desde los sectores más golpeados. No insista en reconstruir la imagen de México en el exterior. No son cosméticos los que requiere el país, sino una transformación profunda y justa.

Ruego a Dios Padre de todos y todas, que le ilumine para aprovechar su gracia en estos momentos cruciales para México, nuestro Continente y para el mundo entero. Que los Evangelios sean su inspiración y el Reino de Dios su programa.
  
Pbro. José Alejandro Solalinde Guerra
Misionero del Reino de Dios.
 
Albergue de Migrantes Hermanos en el Camino
Ciudad Ixtepec, Oaxaca, 26 de diciembre de 2013

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