Hugo Falcón
Páez
La historia desde nuestros orígenes nos ha enseñado una sola cosa, todo
es falso. Y no por el simple hecho de no ser verdadero.
Con respecto al recién aprehendido Joaquín
Archivaldo Guzmán Loera, alias “El Chapo”, la ciudadanía mexicana ha publicado
versiones, teorías, conjeturas y leyendas en las redes sociales. En formatos
hashtags, memes o etiquetas virales. Así como que en este mismo momento se
escriben corridos y canciones hacia este personaje. No cabe duda que algún
ávido productor de cine o televisión, querrá llevar la vida de este individuo.
Sin vacilar, seguramente contratarán a Robert De Niro para que lo interprete,
así se las gastan del otro lado. Por el lado comercial ya hay una película
documental de Pablo Escobar, así como la telenovela que ahora se encuentra on
line El Cártel de los Sapos. Nada que ver con el film Scarface, donde Al Pacino
hace el rol de un narcotraficante venido de menos a más, y qué decir de la trilogía
The Godfather, u otras cintas como Goodfellas o Casino, entre otras. Pero por
qué este hombre apresado por los marinos el 22 de febrero en Mazatlán, vivía en
un departamento interconectado con otras viviendas o búnker a través de túneles
y sistema de drenaje. Ojo. No es la misma historia de Muamar el Gadafi,
militar, líder, político y guía libio que gobernó su nación de 1969 a 2011. Asesinado
por una turba de milicianos al encontrarlo agazapado y malherido en un ducto de
aguas negras. O el ex dictador iraquí Saddam Hussein, quien salió huyendo para
finalmente hallarlo escondido en un sótano y morir en la horca el 30 de
diciembre de 2006. Imágenes le dieron la vuelta a los continentes, el virtuoso
internet ponía al tanto a los espectadores de algo que no parecía real.
Otro relato mayormente turbio es el de Osama bin
Laden, quien fuera el terrorista más buscado del mundo, a quien le hicieron
grandes producciones de cine y programas especiales de noticias en Europa, Asia
y toda América. El yihadista que todos querían aprisionar escondía muchas cosas
que se ignoraban, y siguen aún, así como su relación con el gobierno
norteamericano, la CIA, Al Qaeda y el FBI. El cuento concluyó en que el
culpable de los atentados del 11 de septiembre de 2001, murió en la Operación
Gerónimo por unidades de élite de las fuerzas militares. Y el 1 de mayo de
2011, Barack Obama anunció que el “malo” había caído, lo cual quedó en un
completo misterio. Así como éstos, más han tenido que escabullirse. Hosni
Mubarak, ex presidente de Egipto que abandonó el país con algunos familiares, o
el depuesto presidente de Ucrania, Viktor Yanukóvich, actualmente de los más
buscados en Rusia, dejó una mansión lujosa y ahora quedó en manos del gobierno
actual.
Hoy es el “El Chapo”, pues a través de una
comparación de ADN (código genético), corroboración mediante huellas dactilares
y un estudio fisonómico permitieron a la Procuraduría General de la
República confirmar que sí es él. Datos curiosos reflejaron un caldo de cultivo
impreciso, pues en diversos medios indicaron que si dormía, que si llegó de una
fiesta, que si estaba con su esposa, que si la DEA apoyó, que si la
georeferencia de la tecnología, en fin. A quién le importa la noticia, si hay vidas
que transcurren bajo sospecha, y sobre ellas, un puñado de líderes que no
aparecen en el escenario político-social-mass media. Un arquetipo moderno del
contraespionaje es el efecto de WikiLeaks, el cual los gobiernos afectados
tuvieron que crear el caso Edward Snowden, para contrarrestar la ola de
documentos inéditos que Julian Assange infiltró a la red y los hizo de
conocimiento público.
Lo más bizarro de todo en los anales de la historia,
es que “El Chapo” apareció cuatro años consecutivos en el ranking de los
hombres más ricos del mundo (2009-2012), y se encontraba en la lista de la
revista Forbes. Desde 2009 fue cayendo en la numeraria de los multimillonarios,
pues aparecía en el puesto 1,153 (2012), con un patrimonio de al menos mil
millones de dólares. En el 2009 estaba en el lugar 701, en el 2010 en el 937, y
en el 2011 en el 1,140. Ya en el 2013, salió del conteo, y en la cabeza (número
uno del orbe) quedó Carlos Slim Helú, seguido de Bill Gates (Microsoft) y el
español Amancio ortega (ZARA). Ahora este año, la revista Forbes incluyó en su
lista de los cien más poderosos e influyentes del mundo al presidente Enrique
Peña Nieto, al Papa Francisco I, Vladimir Putin, Barack Obama, Xi Jinping,
entre otros. Nada que ver con el de los más ricos del globo terráqueo.
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