Noé Ibáñez Martínez
El pasado 8 de mayo,
se cumplieron 261 años del natalicio de Don Miguel Hidalgo y Costilla, y en Guerrero,
el gobierno del estado llevó a cabo un evento en la plaza cívica Primer
Congreso de Anáhuac para recordar la vida de este personaje; donde fungió como
orador oficial, Alejandro Mendoza Pastrana, quien en su discurso, resumió la
vida y destacó el espíritu bravío, de firmes convicciones y altos ideales del
cura Hidalgo.
Sin duda, la vida de este
insurgente resulta interesante y controversial en la historia de México; ya que
realmente, en un inicio, Hidalgo y los demás insurgentes no buscaron una
independencia total de España sino que se respetaran los derechos que como
criollos les pertenecía y que los habían excluido de la política, la economía,
la administración pública y encontrarse explotados.
También denunciaron
los graves malestares sociales que sufrían los novohispanos: 1) en la Nueva
España sólo hay ricos y pobres, nobles y miserables; 2) los españoles son
apenas un décimo de la población, pero poseen casi todas las propiedades y
riquezas; 3) los indios, mestizos y las castas “son criados, sirvientes o
jornaleros”; 4) las castas son despreciadas por ser descendientes de esclavos
africanos; 5) la injusticia en el reparto de la riqueza y en el desempeño de
oficios provoca un enorme odio social.
Ante todo ello, vale
la pena preguntarse, ¿por qué el movimiento encabezado por Hidalgo, y no otro,
fue el que desató la insurgencia?
Apenas 20 años después
de consumada la emancipación, se publicaron las seis conferencias que dictó
sobre los héroes el filósofo e historiador escocés Thomas Carlyle. Su interés
principal no era el estudio del héroe en sentido mitológico, es decir, el ser
humano considerado hijo de un dios o una diosa, sino en el de varón ilustre y
reconocido por sus hazañas y virtudes, cuya existencia se ponía en duda y discutía
la posibilidad de que pudieran renacer.
Según Carlyle, son
seis los semblantes que puede adquirir un héroe: divinidad, profeta, poeta,
sacerdote, hombre de letras y rey. Ante todo, el héroe es para el autor escocés
un hombre sincero, como él mismo lo subraya, una gran alma, un auténtico ser
humano, porque de no ser así carecería de las condiciones indispensables. Una
sinceridad profunda, íntima, que surja del corazón, es la característica de
alguien capaz de heroicas empresas.
En todo héroe
sobreviven las formas elementales y más antiguas de la tipología heroica: el
dios y el profeta. Éstos se renuevan para adquirir el aspecto de seres humanos
que desempeñan roles importantes en cada época y cada sociedad. De acuerdo con
esta tipología, Miguel Hidalgo reunió en sí las características del profeta y
del sacerdote. De este modo, el cura de Dolores se dio cuenta de que en la
Nueva España había que terminar con el banquete que se servía en la mesa para
una minoría, mientras el común de los novohispanos tenía que conformarse con
platos de menor categoría o con simples migajas, y que la violencia era la
única salida.
Por eso, llama la
atención y es de destacarse en su discurso, cuando Alejandro Mendoza Pastrana
dice que cualquier ciudadano que anhele y tenga voluntad de ejercer el poder
político y el ejercicio de la administración pública en beneficio del pueblo, tiene
que dejar a un lado los intereses de unos cuantos e incluso los personales; ya
que en el pueblo se encuentra el origen de la soberanía y las libertades.
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