David Yaurima Parra
Nunca
antes le había roto el cuello de una persona. Sentir el crujir bajo mis pies de
sus cartílagos laríngeos me hizo entrar en frenesí, cómo romper las burbujitas
de aire de una bolsa de embalaje. La brutalidad puedo justificarla por la
descarga de adrenalina que me provocó que me apuntaran con un arma para
intentar robarme, el mismo tipo que ahora resoplaba en el pavimento intentando
jalar aire. Unos segundos antes se encontraba a bordo de una motoneta conducida
por otro sujeto de la misma edad, pero demasiado nervioso como para haber
controlado el impulso de acelerar la moto súbitamente tirando a su compañero.
Fue mientras lo veía caer que tuve, en ese gesto gravitatorio, la oportunidad
perfecta para huir. Pero el tipo apenas se intentaba poner en pie buscaba su
pistola en el piso, la cual tenía a menos de un metro de mí. Entonces cambié
repentinamente de opinión, si no lo mataba a él, tendría una segunda
oportunidad de matarme a mí. Pero no soy un hombre de armas de fuego, además la
gente ya está cansada de escuchar balazos, de ser robada, arraiga en su propia
casa por la violencia y en su mente, por el miedo.
0 Comentarios