El
partido del Estado ha vuelto. No sólo en el hecho de recuperar la presidencia
de la República si no en el establecimiento de una relación lineal con mando y
control desde Los Pinos. Así lo hicieron saber en el marco de la conmemoración
del 84 aniversario de la fundación del partido, evento en el que dieron a
conocer la modificación de sus estatutos, por lo que la Comisión Política
Permanente será una entidad política que encabezará el Ejecutivo nacional, por
lo que el priísmo pasa a ser nuevamente un aparato político del Estado
mexicano.
Recordemos
que el Partido Nacional Revolucionario (PNR) nació para disciplinar la acción
de la heterogénea y violenta coalición de intereses que formaba la “familia
revolucionaria” a fines de los años veinte; tomando el control el Jefe Máximo
de la Revolución, Plutarco Elías Calles sin ser presidente de la República. Pareciera
que el actual Jefe Máximo es Carlos Salinas de Gortari y utiliza a Enrique Peña
Nieto como cuando Calles utilizó a Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y
Abelardo Rodríguez.
De
ser así, Salinas no sólo controla al Presidente Peña sino también al PRI y por
falta de autonomía y por el carácter instrumental del partido del Gobierno, se
ha puesto en duda el carácter mismo de partido político del PRI. Pues más que
ser una organización con vida y poder propios, transmisora y aglutinadora de
las demandas de sus bases masivas, es otro instrumento presidencial para
imponer disciplina entre la élite política y llevar a cabo las campañas
electorales.
En
este sentido, el control del Estado sobre el PRI vislumbra dos cosas que la
historia ya registra: primero, la sensible disminución de la democracia
interior del partido y el endurecimiento del sistema, y segundo, el uso del PRI
como instrumento político para negociar, controlar y pactar con las demás
fuerzas políticas del país (caso Pacto por México).
El
Pacto por México fue la primera acción del gobierno peñista, el cual, desde
luego, no responde a las inquietudes, necesidades y demandas de la sociedad
mexicana, sino sólo a los intereses propios de la cúpula del poder. Si bien en
la retórica que han manejado las distintas fuerzas políticas y principalmente
el PRI y el propio Presidente, que con este Pacto se llevaron a cabo una serie
de reformas constitucionales que, según ellos, era lo que el país necesitaba.
Pero
la realidad es que el momento de romance entre las fuerzas políticas duró
mientras se negociaban las reformas. El gran Pacto por México —en el fondo— no
fue más que una simulación para hacer creer que con un acuerdo nacional entre
partidos políticos se podía transformar a México. Ahora, el PRD anda buscando
reunir firmas para echar abajo la reforma enérgica, la cual, ellos mismos
pactaron con el presidente. ¿Será otra simulación? La verdad es que el Pacto no
fue con los mexicanos.
hist23@gmail.com
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