Hugo
Falcón Páez
Estamos bajo una
sociedad impulsiva, y a cuestas, las ideas para resolver problemas.
El presidente de la
nación, Enrique Peña Nieto, dio lectura a un mensaje de aproximadamente media
hora. En el cual puntualizó un decálogo a efectuar a través de la sociedad y
los tres poderes, la iniciativa es para un México en paz con justicia, unidad y
desarrollo. Sin embargo, la realidad y el presente es otro escenario. Un
sistema que parece un círculo vicioso, gobernantes pardos y una muchedumbre bipolar,
han sepultado los buenos deseos y la voluntad de cada uno de nosotros.
Causa curiosidad que
en esos diez puntos implican relevancias, tal como el 911, número de
emergencias que podría ser aplicado en el país. Un método informático que ha
funcionado en Estados Unidos de Norteamérica, esperemos no ser vigilados por
extranjeros en las tan entramadas leyes de telecomunicación. Otro asterisco, es
la de los policías estatales únicos, una creación obligatoria que desampara a
otros cuerpos que vigilaban y atendían a la ciudadanía, o más bien, corrompían,
violentaban y ultrajaban. Ahora será una cacería de brujas incesante, para
orillar a los organismos criminales y delincuenciales a tomar otros niveles. La
que más atención toma, es la de establecer una clave única de identidad.
¿Adicional a las múltiples que tenemos? O sólo unos dígitos y nomenclaturas que
detallarán el absoluto de nuestro perfil. Ya veo un futuro en el cual seremos
militantes de un gran aparato gubernamental, en el cual todo nuestro ser como
persona e individuo recaerá en una base de datos, y en manos de quién o qué
estaremos.
El reporte minoritario
en México es la inacción. Es decir, no accionar la parte benevolente para
sobrevivir, porque vivir a estas alturas no es factible. Aparte la religión y
el petróleo, así como las minas, cobran suma importancia en los eventos
actuales, casi milenarios. Una analogía. En Nigeria el Boko Haram, es una
agrupación que eleva el terrorismo a más de 36 estados de ese país. Los usos
violentos, coactivos en la persecución de objetivos políticos y en la población
civil, han puesto en jaque mate al gobierno. Asimismo, a la ONU, El Vaticano, Amnistía
Internacional y países que propagan la paz mundial han sido quebrados y mermados.
Este grupo fue
fundado en el 2002 por Ustaz Mohammed Yusuf, líder hasta el 2009. Para caer en
manos de Abubakar Shekau, y así esta médula de horror con carácter
fundamentalista islámico, ha devastado cientos de miles de familias en ese
encono africano. Uno de los asuntos más crudos es que este año, el Boko Haram
asesinó y quemó vivos a 60 estudiantes en una escuela cristiana. Y el 14 de
abril secuestró a más de doscientas niñas de una escuela en Jibik, como parte
de una campaña política en contra de la educación y formación occidental en
Nigeria. La muerte en ese sitio es la moneda corriente.
Infantes han sido
violados, forzados y amenazados con cortarles la garganta si no se convertían
al Islam. Esto en base a reportes e investigaciones de organizaciones
internacionales, prensa de todo el mundo, la milicia de EUA y aliados, e
indudablemente servicios de inteligencia. Esta tragedia explosiva se reduce a
la eliminación de un destino manifiesto humano. Las campañas que con mucho
esfuerzo hacen para obstaculizar esta obra maligna y destructiva, son nobles y
valientes, pero no suficientes, ya que Chad, Camerún y Níger son afectados. Así
pues, Boko Haram en lenguas locales significa “La educación no islámica es
pecado”, y por la sharia quieren incrustar y expander un califato organizado.
Han cobrado tan sólo este año más de tres mil muertes, informa la BBC News. Hoy
controlan más de 200,000 kilómetros cuadrados del noreste de Nigeria, el país
que más minas de oro tiene y el más poblado de África. La indignación es un eco
y una sola palabra lo sintetiza. Impulsivo. Así vive el mundo, bajo esa sombra
alterada que come y se alimenta de almas inocentes, de adultos que queremos,
anhelamos y edificamos un pueblo sano e higiénico. Donde la denuncia, el reto
de la justicia y la preparación de las leyes, son una guerra. Mi país México,
no quiere un Boko Haram. O que alguien me despierte de esta pesadilla, porque
conociendo todo el plano existencial, uno no puede dejar de lado el mal, ni
mucho menos el bien.
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