Agradezco la asistencia de ustedes,
representantes de los medios de comunicación, a esta reunión, con el propósito
de informarles que he tomado la decisión de no participar en el proceso
electoral como posible candidato a gobernador del estado de Guerrero.
A lo largo de este proyecto político he
contado con la solidaridad y apoyo de miles de mujeres y hombres que creen en
la alternativa de un gobierno de izquierda que verdaderamente lo sea, que se
ocupe de políticas sociales de fondo, actúe con transparencia y rendición de
cuentas y gobierne con la sociedad.
Hoy, este proyecto es inviable por la
corrupción que, a través de redes de complicidad, asegura el mantenimiento de
la perversión política en Guerrero.
Estoy convencido que a los 43 jóvenes
normalistas de Ayotzinapa los desapareció la CORRUPCIÓN y LA IMPUNIDAD
imperante:
CORRUPCIÓN, pues fueron policías amafiados con
criminales quienes los atacaron; IMPUNIDAD, por el silencio cómplice que aún se
mantiene en todos los órdenes de gobierno.
Hoy, en Guerrero y el país, corrupción
significa desapariciones forzadas, violación a los derechos humanos y “el luto
humano”, del que habla José Revueltas. Miles de familias han perdido
patrimonio, negocio, empleo y tranquilidad por la corrupción.
Corrupción es sinónimo de empobrecimiento de
millones en beneficio de unos cuantos, compra de voluntades y manejo clientelar
de las políticas públicas.
Así, la corrupción en Guerrero se ha
convertido en la peor forma de violencia. Es la traición de la autoridad a la
confianza del gobernado, que mantiene en vilo la vida de los ciudadanos, se
apropia de sus bienes, agrede su tranquilidad personal y los somete a la ley
del más fuerte.
Guerrero es un lugar de contradicciones y de
encuentros. De propuestas y participación en la transformación nacional. De
marginación lastimosa y riquezas
maravillosas, de cacicazgos sangrientos y luchas esperanzadoras.
Las raíces históricas de mi estado y sus más
significativas luchas sociales, están vinculadas con ideas de reivindicación y
propuestas populares. La historia de la izquierda en el país no podría
entenderse sin Guerrero.
Desde la guerrilla campesina de Lucio Cabañas
en las zonas más intrincadas de la sierra en la Costa Grande, hasta Othón
Salazar en la Montaña con las demandas del magisterio democrático. Desde las
luchas por los derechos humanos en casos como el de Rosendo Radilla, hasta la
organización indígena para impartir seguridad y justicia comunitaria.
Hoy nuestro país atraviesa por una crisis
económica y de legalidad, pero sobre todo de moralidad. Actuar para resolver
esta crisis es responsabilidad de la izquierda.
El principal problema nacional es que la ética
ha quedado supeditada al pragmatismo político. La búsqueda del poder por el
poder también ha trastornado los ideales originales de izquierda. Empezamos
criticando al poder y acabamos replicando sus vicios. Fuimos como partido la
conciencia del país en el pasado reciente, pero rápidamente nos hemos
convertido en parte del problema, en lugar de ser la solución. Hoy tenemos que
hacer un alto en el camino, hacer un profundo ejercicio de autocrítica y
rectificar la ruta.
Hay quienes piensan que para alcanzar el poder
hay que construir un acuerdo pragmático a costa de lo que sea, con el fin de
alzarse con el triunfo electoral. No comparto esta visión.
Promover ese acuerdo, es olvidar que no hay
política sin principios, y que al margen de ellos, no hay izquierda posible. Un
partido de izquierda es para la transformación social, y ésta no se pacta con
la corrupción y la impunidad.
No puedo borrar de mi mente el comentario de
una mujer que nos dijo en Guerrero: “La policía ya no cuida a los ciudadanos,
sino cuida a los delincuentes porque les pagan mejor”.
Los hechos del 26 de septiembre en Iguala
desnudaron, frente a la sociedad mexicana y frente al mundo entero, una
terrible realidad. Hay políticos que se amafian con los criminales para llegar
al poder, y después cumplir compromisos por los apoyos recibidos.
Tres meses después, la sociedad no tiene
respuestas claras ni certeza de que se haya castigado a los criminales de
aquella noche imperdonable. No se han tomado decisiones contundentes contra la
colusión entre crimen y política. Pareciera que el gobierno federal apuesta al
olvido. Lo que millones de mexicanos perciben a partir de lo ocurrido en los
últimos meses, es que la simulación, la insensibilidad social, la inmoralidad
pública asoman el rostro desde la propia autoridad.
Hoy más que nunca, la sociedad exige ética en
la política; servicio verdadero y no simples promesas. Hombres y mujeres
transparentes en las listas; ejercicio autocrítico de los errores de gobierno
para garantizar que no volverán a ocurrir; complicidad CERO.
Señoras y Señores,
Amigos de los medios de comunicación
Para garantizar esta visión, es necesario un
acuerdo entre todas las fuerzas de izquierda, las partidistas y las no
partidistas. Me refiero a una izquierda que hoy en diferentes partidos como el
PRD sin distingo de corrientes, Movimiento Ciudadano, Partido del Trabajo,
Morena, con los liderazgos morales y cientos de organizaciones, tiene una
responsabilidad histórica que cumplir.
¿Cómo vamos a vencer el autoritarismo, la
corrupción y la impunidad si estamos desunidos, sin contundencia que le de
energía y respaldo popular a nuestra propuesta ética?
¿Cómo vamos a enfrentar con éxito la pobreza y
el desempleo si no cerramos filas para combatir la compra de votos y el manejo
clientelar de la política social del que son presa los que menos tienen, por la
necesidad y marginación en que viven?
¿Cómo vamos a darle seguridad y justicia a los
ciudadanos si estamos fragmentados, somos presas de criminales que si actúan en
conjunto y someten en lo individual?
Las fuerzas políticas de izquierda, unidas,
deben ponerse del lado del movimiento social, dialogar con sus integrantes y
organizaciones. Tender puentes que permitan pasar de la crisis a la
construcción conjunta de soluciones. La problemática es tan compleja y el reto
tan trascendente, que todos debemos despojarnos de intereses personales o de
grupo.
El proyecto en el que pienso para transformar
Guerrero no es cuestión de una sola persona. Es un proyecto colectivo: se
necesita articular una base social contra la corrupción. Para resolver los
problemas de la gente, para recuperar la confianza perdida, para salir a las
calles a presentar una propuesta que involucre y que movilice las conciencias,
se requiere construir un esquema que no requiera de pactos oscuros.
Por estas razones he decidido dedicar mis
esfuerzos a una movilización amplia y colectiva contra la corrupción y la
impunidad.
Reitero mi reconocimiento y gratitud a las
muchas voluntades que han apoyado el proyecto de gobernar Guerrero y que me han
sostenido por encima de todos los aspirantes de todos los partidos. Al
Movimiento Jaguar y los jóvenes que lo nutren con su entusiasmo. No hay
desánimo y debemos seguir en la importante tarea de combatir la corrupción. Que
hoy cancela futuro y ata a la violencia, dejando sin oportunidad a las nuevas
generaciones.
Que no se olvide: Guerrero es un territorio
con esperanza, y de Guerrero depende la esperanza del país.
Ciudad de México, 12 de enero de 2015
0 Comentarios