Había
una vez un niño que se llamaba Josué, el era un niño de la calle, no tenia
padres, no tenia hermanos, ni parentela alguno, siempre se había sentido solo y
vivía de lo que le daban de limosna y las migajas que lograba rescatar de los
tambos de basura, su vida era hostil y llena de tribulaciones, los niños le
pegaban y las personas adultas lo rechazaban, no podía conseguir ni siquiera
trabajo por el mal aspecto que daba y los olores que despedía. Cierto día un anciano
de iguales condiciones, se le acercó y le dijo. ”Yo no puedo conseguir ya nada,
tú apenas vas a hacer un joven y aun cuando eres pobre y feo tienes mucho que
lograr, prepárate, estudia y trabaja, verás que todo lo puedes lograr”.
El niño tuvo inquietud y como pudo se puso a trabajar
en una gasolinera y con el producto, rentó un cuarto y se puso a estudiar; no
obstante ello, su vida no cambió mucho, seguía recibiendo humillaciones y su
alimentación no era tan buena, sin embargo, no olvidaba las palabras de aquel
anciano y eso le daba ánimos para seguir preparándose, los pocos amigos que
tenia se mofaban de su fealdad y apodos le sobraban por montón; en la escuela
también por su edad era motivo de burlas, ya que no iba acorde con los tiempos
de los educandos, también le criticaban su manera de vestir y el hecho que era
un pordiosero, tales comentarios eran motivo de que flaqueara, sin embargo, era
más fuerte su entereza; ya que si bien en varias ocasiones desistía en seguir
avanzando también lo que es que recordaba su pasado y por ello insistía en
estudiar.
Cabe agregar que los maestros no eran la excepción ya
que si se perdía algo, él era el principal sospechoso, y si había una riña
entre los alumnos, aún cuando el era el ofendido, pasaba a hacer el culpable y
como consecuencia el castigado, constantemente era llamado a la dirección con
motivos de expulsión.
Una mañana
en época de excursión, los niños se estaban bañando en el río, en las altas
montañas comenzó a llover muy fuerte lo cual no podía percibirse en las laderas
porque a ella no llegaban las lluvias, eso indico que los niños se bañaran con
tranquilidad, el torrente llegó, el río creció, alcanzó a los niños y se
perdieron tres, los maestros asombrados no sabían que hacer, pero mas se
horrorizaron cuando vieron sumergirse a Josué quien fue el único que se metió
para el rescate, con coraje alcanzó a uno y lo empujó hacia una orilla, luego
buscó al segundo y lo sujetó a un árbol, cuyo tronco pasaba desbocado, por
último al tercero lo tomó por el pelo, lo mantuvo con su brazo izquierdo y lo
sacó, los maestros y demás niños quedaron asombrados y solo optaron por
felicitarlo a medias, porque no querían problemas con la escuela, ni con los
padres de familia, el caso tenía que pasar desapercibido para no acarrear
problemas, al fin y al cabo quién era Josué, sólo un niño de la calle; por lo
tanto advirtieron a los niños que no dijeran nada y así quedó.
Al paso de
los años, Josué con esfuerzo logró avanzar terminó sus estudios primarios e
ingresó asombrosamente a la universidad, la gente no daba crédito de como un
joven como él, con tantas carencias había llegado tan lejos, sin embargo como
era de esperarse aguardaban que no lo lograría, al fin y al cabo era un feo
pordiosero.
Una mañana
dirigiéndose a la universidad conoció a un maestro que estuvo a punto de ser
arrollado por un auto, se abalanzó hacia él y juntos rodaron por la calle, el
maestro lejos de valorar su acto, le reclamó su acción recriminándole que por
culpa de él tenía fracturas, así que lo puso en mal en toda la escuela, con eso
los catedráticos lo veían con recelo, odio y menosprecio, esa circunstancia
desmeritó mucho el sentimiento de Josué quien pensó que su vida no tenia
sentido y a punto estuvo de abandonar la escuela, pero sus metas resultaron ser
mayores y como pudo salió adelante.
Pasados los
años y ya convertido en un eminente doctor Josué, se casó con una joven,
consideró que la felicidad por fin había llegado a su vida, trabajó mucho
porque quería para su familia lo mejor, lo cuál motivó que descuidará aspectos
de la casa, un día encontró a su esposa con un señor, al reclamarle ella le
contestó que solo se había casado con él por designios de la vida, que ella
nunca lo había querido que era prieto y feo y que realmente a quien amaba era al
otro señor, el daño fue irreversible para Josué quién ya no quería vivir eso lo
apesadumbró mucho al grado tal que pasando una avenida fue embestido por un
vehículo y quedó en coma.
Al subir al
cielo, se encontró con Dios a quien le dijo por que le había dado una vida
llena de atribulaciones y el señor le contestó, “Nunca te he abandonado”, pero
te hago recordar que cuando yo había repartido todas las almas, tú estabas aquí
conmigo y me insistías en bajar, yo te dije que no, que tu eras una magnifica
luz a quién quería tanto y que lo que quedaba no era para ti. Tú insististe y
me dijiste que si de verdad eras mucho para mí, cumpliera tu deseo de enviarte,
que querías saber que se sentía ser humano y que deseabas conocer el paraíso
terrenal, yo te dije que sólo había espacio para almas que iban a sufrir y tú me replicaste que eso era parta ti porque las enseñanzas de amor que habías
recibido en el cielo las querías poner a la práctica, pero sobre todo porque
ibas a hacer el salvador de almas aunque nunca te fueran reconocidas, yo te
decía que por el cariño que te tengo no te podía enviar y tú de manera
reiterada insistías tanto que no pude negarme a hacerlo... ahora lo recuerdas.
Josué se
despertó en el hospital llenó de asombro recordó todo ello y con suspiro y para
asombro de los médicos volvió a la vida. Ya no estaba remilgando de su pasado,
ya no deseaba morir, efectivamente había venido a salvar almas, ahora lo
comprendía todo, él había suplicado a Dios haber venido y se lo había
concedido, a un precio muy alto, pero aquí estaba, tenía el amor de sus hijos y
una vida prominente para poderla vivir intensamente.
Al igual
que Josué tú tienes el don de enmendar tu vida y salvar a otros, tú pediste
venir, cuando siempre se te dijo que no.
Ese ángel
eres TÚ.
FIN
0 Comentarios