Entre la Verdad y la ficción
Jorge Luis Falcón Arévalo*
"Despreciar no está al alcance de todos" -Hugo Fóscolo, escritor italiano-
"El Ártico es nuestro". La frase lapidaria de Artur Chilingarov, jefe de la expedición que, a principios de agosto de 1997, plantó una cápsula de titanio con la bandera rusa en el lecho del océano glacial Ártico, a 4.200 metros de profundidad, ha disparado las alarmas en Estados Unidos, Noruega, Dinamarca y Canadá, que nunca han ocultado sus intereses en la región.
Unos y otros dibujan líneas fronterizas a conveniencia sobre un hielo que se derrite a causa del calentamiento del planeta. El botín no es una perita en dulce: unas reservas de hidrocarburos que los rusos calculan en 10.000 millones de toneladas en la zona reclamada, un triángulo de 1,2 millones de kilómetros cuadrados que llega hasta el Polo Norte.
Pero la competencia también mueve ficha políticas. En ese entonces, Stephen Harper, primer ministro canadiense, anunció la construcción de un nuevo puerto de aguas profundas y de una base de adiestramiento militar para climas fríos durante su visita a Resolute Bay, un remoto asentamiento inuit (Los inuit es un nombre común para los distintos pueblos esquimales que habitan las regiones árticas de América y Groenlandia) en el extremo noreste del país.
"El primer principio de la soberanía del Ártico es ejercerla o perderla", aseguró.
Harper defendió ante el ahora ex presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, George Bush las reivindicaciones canadienses sobre el llamado Pasaje del Noroeste, un tramo de océano helado en el Ártico que conecta el Atlántico y el Pacífico. Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia lo consideran aguas internacionales. Entretanto, Dinamarca acaba de enviar una misión a la zona para demostrar que el disputado "este espinazo del diablo" de Lomonosov es, en realidad, continuación de Groenlandia, bajo soberanía danesa.
Por otro lado, "La dificultad para establecer la propiedad estriba en que, a diferencia de la Antártida, que es un continente, el Ártico es un océano helado, sujeto al régimen de las aguas", apunta Antonio Remiro, catedrático de Derecho Internacional de la Universidad Autónoma de Madrid.
En otras revistas de ecología se lee: "Científicos norteamericanos revelaron en junio que el deshielo se está produciendo tres veces más rápido de lo previsto, lo que significa que la región quedará despejada" en el verano de 2020. Aguas navegables durante unos meses: una oportunidad demasiado tentadora para dejarla escapar. "Es como celebrar que estás cavando tu propia tumba", se lamenta Raquel Montón, responsable de la campaña contra el cambio climático de Greenpeace. "Aprovecharse de esta situación para conseguir más combustibles fósiles y seguir destruyendo el planeta... ¡Increíble!".
De manera inevitable estas naciones se verán forzadas a mantener línea dura, por sus capacidades de sus políticos y de sus políticas; pero donde además la ciudadanía habrá de aportar sus ideas.
Lo curioso se presenta en esto; En lo profundo del Golfo de México, a doscientas millas náuticas, desde las líneas de base correspondientes a México y a Estados Unidos, yace la que podría ser la zona más sensible en la relación geopolítica, económica y jurídica entre ambos países.
Divididos por tan sólo una línea imaginaria trazada en el mar, a 3000 metros bajo su superficie, existen yacimientos de hidrocarburos que inevitablemente, por mandato de ley física, tendrán que desarrollarse conjuntamente, también por ambos. En la industria petrolera de Estados Unidos, donde los hidrocarburos se compran y venden en el comercio como otros bienes, la noción del desarrollo conjunto de un yacimiento de hidrocarburos, por dos o más empresas privadas, es acogida con naturalidad.
¿Quién habrá de perforar esos mantos petrolíferos; si los Estados Unidos, hasta los años cincuenta sólo permitieron que se perforaran pozos petroleros en la zona norte del país; porque ellos lo hacen a través de los yacimientos de Texas, que por obviedad natural, se encuentran también, en suelo mexicano? ¿Qué han hecho nuestros políticos senadores o diputados federales y nuestra política internacional?
Pero ¿Qué hará la sociedad ante estos embates?
*sin.marca@gmail.com
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