La bailarina Cristina Solórzano Ruiz (22 de julio, 1986) busca con su propuesta Complot: arriba la danza llevar esta expresión artística a diversos lugares, donde además de que las piezas sean vistas por los espectadores, se hable de la danza o de las obras, y de esa manera propiciar una relación más horizontal entre el ejecutante y quien el público.
Esta propuesta, apoyada por el Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico (PECDA), otorgado por el Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato y el gobierno federal, a través de la Secretaría de Cultura, fue diseñado en el sentido de que la danza en algunas ocasiones suele ser un producto cultural que tiene poca articulación con la sociedad, explicó en entrevista la joven bailarina de origen michoacano.
“En ocasiones hay presentaciones de danza que pueden amalgamarse con la comunidad, al entorno social, pero observo que en Guanajuato, en particular, hay una distancia importante entre la danza y el público: el artista baila, el público aplaude, se prenden las luces y se termina la función. Queda la resonancia en términos de ‘me gustó, no me gustó, bailó bonito, bailó así’, pero no hay una interacción más completa o compleja”, expuso la artista de 29 años de edad.
Cristina Solórzano comentó que su proyecto consiste en realizar y ejecutar tres coreografías cortas de danza-teatro, danza contemporánea y videodanza (de aproximadamente 20 minutos de duración), llevarlos a espacios donde no es común ver este tipo de presentaciones, como escuelas, casas de cultura y/o hospitales de cinco municipios del estado, para luego de verlas los espectadores hablen con los ejecutantes, pregunten sobre el proceso de creación o compartan los sentimientos o emociones que les generó las piezas coreográficas.
La bailarina, quien ha tomado talleres con las maestras Susanne Linke, Yumiko Yoshioka y Natsu Nakajima, dijo que Complot: arriba la danza surgió tras observar en los municipios guanajuatenses la gran divergencia que existe entre la propuesta dancística y el espacio cultural.
“Luego de ver y escuchar que los organizadores en casas de Cultura ni siquiera saben el nombre de la compañía o de la danza que presentaban, me puse a pensar en qué estrategias se podrían aplicar para que bailarines y público se acerquen, así como dónde presentarlas.
“Este proyecto es un intento por responder a esto, un experimento para investigar cómo pueden crearse diversos dispositivos a fin de no sentir como que uno habla un lenguaje y los demás otro, y no hay traductor.
“Una cosa es la experiencia estética, que no necesita mediación o explicación, pero otra es la distancia que a veces se hace grande, en especial con la danza y con públicos que no tienen tanto acceso cultural o educativo a ella”, precisó la integrante de la Compañía de Danza Experimental Lola Lince.
Sobre las piezas coreográficas, la licenciada en psicología clínica por la Universidad Autónoma de Querétaro compartió que la idea central de éstas es la mujer: el lugar que ocupa en la época contemporánea en relación con lo que hacía antes en ámbitos como el hogar, la familia y los lazos sociales.
“Me emociona aprender tres piezas distintas, puedo crecer en mis conocimientos como ejecutante, pero también me entusiasma hacer un dispositivo distinto donde se haga la danza pensando en un diálogo posterior, el cual incluya a quien la experimenta en un proceso de retroalimentación”, expuso Cristina Solórzano.
Sobre el proceso de trabajo, la bailarina compartió que en su primer mes realizó ensayos y entrenamiento con Jorge Gasca, de Foro Libre, posteriormente hizo con Lola Lince el trazo coreográfico La caída, obra que ya está en ejecución.
Con estudios de maestría en artes en la Universidad de Guanajuato, la artista cuenta con un intercambio en Buenos Aires a fin de hacer su tesis de una forma más completa. Compartió que el tema de la tesis gira en torno al marco teórico crítico de la danza. “En Guanajuato no contaba con interlocutores sobre este tema, por lo cual recurrí a la Universidad Nacional de las Artes (UNA) de Argentina al área de crítica en artes y he encontrado textos valiosos para continuar con la investigación”, refirió.
Cristina Solórzano actualmente toma clases de técnicas mixtas y butoh, y en su estancia en Argentina resultó difícil encontrar un coreógrafo. “En Buenos Aires trabajé la coreografía de una de las piezas que integrarán Complot: arriba la danza con una maestra del área de artes del movimiento empecé a preparar la pieza”.
La bailarina indicó que en este mes de enero regresará a Guanajuato para realizar la coreografía de la videodanza y tener las tres piezas listas, para después presentarlas en conjunto con otros becarios.
Cristina Solórzano Ruiz entró a la licenciatura en danza en Querétaro a la par de realizar la carrera de psicología. Al regresar a Guanajuato, en 2011, entró a estudiar con Lola Lince y empezó a bailar en su compañía.
Sobre el apoyo que recibe del PECDA Guanajuato, la bailarina lo considera un impulso interesante por parte de instancias culturales. “Hacen falta estos estímulos, ayudan a que gente creativa, deseosa de hacer y construir otras realidades pueda concebir sus proyectos y llevarlos a la acción”, concluyó.
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