Hugo Falcón Páez
Los medios de comunicación se unifican, pero dividen vidas e historia.
Los medios de comunicación, a nivel mundial, se integran como un servicio y un producto intangible. Pero también corrupto y depravado, se erigen como el arquetipo de generaciones, con la tecnología dispuesta a mezclar emociones y con la ingratitud de vender al mejor postor el contenido, el espacio y la medida que puede, según, atraer más público. Las masas fecundan el consumismo, enaltecen el capitalismo y el corporativismo, tomando una forma descomunal desde los inicios de la publicidad subliminal. Tal como una revolución industrial de segunda generación, el experimento social y psicológico de James Vicary en Estados Unidos (1957), considerado un tecnomito. Sin embargo, los mensajes ocultos o imágenes sugestivas, eran distribuidos en algunas marcas, para inocular en la mente de las personas lo que tienen que necesitar. Hoy en día, es demoledor lo que hace el sistema de redes sociales en el internet. Se disipan datos, códigos, palabras, fotografías, entre otros, para construir un contenido multimedia, y así hipnotizar las conciencias de todo género, edad, raza. Los continentes se estrechan para supuestamente informar o desinformar.
Desde la entrada del 2000, año en que nos preparaban para pisar el Siglo XXI, cualquier individuo con un dispositivo conectado a la red, puede impulsar una serie de conmociones interactivas. Las noticias falsas, los hechos modificados, informes extraños, entidades inventadas y lugares creados para tergiversar, han quedado en el pasado. Un infante nos puede ilustrar cómo funciona un sistema operativo, un software específico, una aplicación, y qué decir de los smartphones o híbridos (tablet y laptop). Nos ha rebasado de una manera paulatina la veracidad, y de eso se trataba, llegar a la cúspide de la realidad. La mentira y la falsedad surgen de la reflexión y de la discusión, de la educación y de la ignorancia. Hemos entrado a una nueva generación en cuanto a la comunicación. Antes era el periodismo tradicional, hoy es el periodismo digital, antes era la radio, la televisión y los impresos, hoy es la portentosa invención de aparatos que incrustan la conexión virtual. Se ha rebasado la decencia y el sentido común, estamos queriendo cosas que no sirven, que no funcionan, que caducan, que contaminan e intoxican, que matan.
Lo que alarma es quienes apersonan los medios de comunicación, eso es lo que preocupa más a los que crecimos con esta fuente de ingresos. El hurto de lugares que deben ocupar egresados de la academia con alto grado de vocación, especialistas que han demostrado con su noción, creativos que se apegan a las tendencias, y profesionales que se actualizan por periodos. Esos empleos han sido otorgado a amenazas y peligros, en base a la experiencia y apegados al método científico, estas criaturas que lideran departamentos de difusión de empresas o carteras en un organigrama de un partido político, u órganos gubernamentales. Nos da como resultado una avalancha de ocurrencias, fatalidades, y asaltos a las buenas costumbres. No son profesionales del lenguaje ni de la retórica, ya no digamos de la forma en que tratan a sus iguales. Funcionarios públicos vueltos directores generales de comunicación, vendedores convertidos en reporteros, burócratas ungidos en periodistas. Esto es una apoteosis grotesca, en la que la sociedad es el fiel reflejo del lugar en donde vive. Quienes gobiernan y son gobernados, deben entender que todos somos instrumentos de comunicación, receptores y emisores primarios. Los resultados están a la vista, con una simple premisa usted puede comprobar en qué, cómo, dónde y por qué medio se orienta. Hay que evidenciar la ignorancia, siempre. Sino, seremos cómplices, para otra versión de esta columna, detallaremos otros elementos que nos hacen ser mediáticos.
0 Comentarios