Más de 165 mil personas visitaron Duelo, de Francisco Toledo





Un total de 165 mil 853 personas visitaron la exposición Duelo del artista plástico Francisco Toledo, la cual estuvo en exhibición desde el pasado 23 de octubre de 2015 hasta el 27 de marzo de 2016, en el Museo de Arte Moderno.

A 35 años de su retrospectiva en ese recinto, el creador juchiteco regresó al museo para presentar su producción más reciente, compuesta por casi un centenar de piezas de cerámica de alta temperatura.

En Duelo, Francisco Toledo, creador emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fonca, ratificó su inagotable energía y regresó a sus orígenes con piezas elaboradas en cerámica.

Y es que, había señalado el creador durante la inauguración de la muestra, “la cerámica fue uno de mis primeros materiales cuando comencé; siempre traía un pedazo de arcilla o plastilina conmigo, por eso quise regresar a ese arte para expresar mi sentir acerca de la violencia en el mundo que mantiene al hombre en un constante duelo".

La exposición fue un testimonio de la situación actual del país, pues giraba en torno a la violencia, no sólo de acontecimientos recientes en el país, sino a los que vivió el pintor, escultor y grabador en carne propia hace cuatro décadas en Juchitán, Oaxaca.

Al recorrer la muestra, el espectador podía observar obra reciente de vasijas compuestas con un lenguaje figurativo, zoomorfo y vegetal, elaboradas en el taller de Claudio Jerónimo López, además de piezas en color rojo.

El artista de 75 años de edad conserva en su obra elementos de su repertorio iconográfico, como los bestiarios, pero también hace referencia directa al sufrimiento a través de diversas imágenes, entre las que sobresalen los mecates, urnas, rostros sin ojos y expresiones de dolor.

El público pudo apreciar las figuraciones cerámicas hechas por Francisco Toledo como un peculiar trabajo de duelo, donde la muerte y el barro aparecen como hechos capitales que reflejan la inquietud del artista por entender ciertas manifestaciones primordiales.

Las piezas fueron pintadas en color rojo como forma de evocar la sangre y como referencia explícita hacia el dolor y la tortura, aspectos que han sido destacados por el artista oaxaqueño en su asombro por la violencia que se vive en el mundo entero.

El también activista social incorporó a su obra animales como el pulpo, el sapo y la araña, pero también otros elementos desgarradores: rostros con signos de tortura, miembros amputados e incluso un cráneo cercenado, basado en un episodio de violencia ocurrido en su natal Juchitán en los años setenta.

Asimismo, las esculturas que reunían las cualidades de color, textura, materiales e imágenes con las que se identifica su trabajo evocaban el acontecer cíclico de la creación en un registro trágico que, al celebrar la vida en medio de la muerte, alienta la esperanza.

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