“Estás sentado y fumando; crees que estás sentado sobre tu pipa, y que tu pipa te está fumando; te exhalas a ti mismo en azuladas nubes. Te encuentras perfectamente en esta posición. Y lo único que temes o te preocupa: ¿cómo podrás alguna vez salir de tu pipa?” escribió Charles Baudelaire.
“Les he dado vanas ilusiones”, confesó Prometeo. La relación entre estas palabras es que al ser humano le va también la vida persiguiendo paraísos artificiales e ilusiones. La rudeza de la existencia y sus vacíos es la llamada del abismo.
Y así dicho suena romántico, suena atractivo, suena sobre todo placentero, y diría Aristóteles que en todo placer hay forzosamente un bienestar, aunque dure la voluta de humo. Pero el humo, igual que la forma de la nube desaparece velozmente y se transforma en otra cosa.
En el siglo XX los paraísos artificiales cambiaron el nombre por drogas, con ello cambiaba también la relación con las sustancias que los provocan. Relación que se iría complicando hasta llevar a catalogar la dependencia a sustancias, actividades o relaciones como una enfermedad llamada adicción.
Hace muchos años la Organización Mundial de la Salud, catalogó la adicción como una enfermedad física y psicoemocional, los avances neurocientíficos han dejado claro que es además un padecimiento multifactorial, que implica genética, cultura, biología, entre otros, y al hacerlo dio un paso para desligarlo del carácter moralizante con que muchas veces se aborda.
Se dice que el primer paso para la recuperación es admitir que se tiene un problema, pero mientras llega esa especie de revelación, ese darse cuenta, puede haber un camino muy largo y doloroso, La neta de las drogas, escrito por Martha Reynoso y que coeditan Ediciones Trilce y el Programa Nacional de Salas de Lectura de la Secretaría de Cultura, se ofrece como un vehículo de conocimiento y comprensión de los diversos orígenes de la enfermedad . Dirigido a un público juvenil es también un compendio de las sustancias, sus efectos, las historias, así como una gama de sugerencias de sitios especializados en el tratamiento o de actividades para prevenir la enfermedad.
La autora lanza por principio una serie de enunciados que buscan ser un espejo /diagnóstico : “Sabes que la vida es un camino, pero no entiendes como caminar por él/ No te queda claro lo que los maestros y tus padres quieren de ti/ Tus amigos dicen que ya no eres como antes”… Le sigue un mosaico de afirmaciones en las que el lector podría ubicarse a sí mismo:” Me corto, me lastimo/ No encuentro mi lugar/ Tengo accidentes con frecuencia”… si de este listado se responden afirmativamente más de cinco entonces es probable que ya se haya iniciado un consumo y es importante identificar en qué fase se encuentra ese uso.
La primera parte define la clasificación de las drogas legales e ilegales y qué es un estupefaciente, cuándo se habla de droga dura o suave, y cómo se ordenan de acuerdo con sus efectos, centrándose en las sustancias psicotrópicas “esto es, las sustancias que actúan sobre la psique, y sus efectos en el sistema nervioso, la mente, el cuerpo, las relaciones con los demás y la vida en general.” Para detectar riesgos o identificarse, la escritora ha integrado varios testimonios de personas que han atravesado la experiencia con las diferentes sustancias.
La dificultad para socializar, un sentimiento de íntima vergüenza, sentir que no se es valioso, o un alto grado de culpabilidad, son algunas de las circunstancias emocionales que comparten las historias. Detrás de cada caso de adicción, podríamos agregar, se encuentra metafóricamente un yo roto, quebrado por la situación vital y sus contextos; la adicción, se dice, es en primera instancia, una enfermedad del alma.
Como la historia de Chacho, quien tenía de entrada una dificultad para hacerse de amigos, veía los anuncios de cerveza con la ilusión de ser parte de un círculo social divertido y feliz. Buscando ese mundo comenzó a beber, pasado el tiempo lo hacía por necesidad: “Porque sin tomar me sentía vacío, solo, abandonado de mí mismo”.
La historia de Barbi, es la de las anfetaminas y metanfetaminas por una de las razones más conocida, pero también fomentada: la no aceptación de la apariencia. “Ha sido muy difícil para mí entender que no me gusto, que me veo deforme. Cuando veo dentro de mí, me siento vacía.” Cuando comenzó a tomar anfetaminas, el rechazo, la incomodidad desaparecieron y apareció la energía. También, poco a poco el mal humor, la soledad y el resentimiento contra todos, hasta llegar sentir que era imposible mantenerse en su yo.
En el abandono de su padre, Pepe encuentra la raíz de su consumo de pegamentos que se despertó cuando armaba los avioncitos que su mamá le regalaba. “Al inhalar se me olvida todo, el mundo se me desaparece, nada me importa, veo todo lejos como si no me perteneciera.”
Cada historia encuentra su rumbo, porque hay caminos para salir, para recuperar el control de las emociones y las sensaciones, porque es posible otra vida.
Martha Reynoso estudió Psicología en el Instituto Tecnológico de Estudio Superiores de Occidente (ITESO), y en 2009 la maestría en teoría psicoanalítica en el Centro de Investigaciones y Estudios Psicoanalíticos en la Ciudad de México. En más de 40 años de experiencia laboral, se ha dedicado a escuchar las experiencias y problemas de jóvenes con algún tipo de adicción.
Martha Reynoso, La neta de las drogas. Programa Nacional de Salas de Lectura / Trilce Ediciones, México, 2014, 101 pp.
0 Comentarios