Analizan la comunicación, interacción e influencia de Internet y las redes sociales en la vida pública e indivual




Arrobas más, arrobas menos, vivimos embelesados y/o enajenados, o para ser más exactos: arrobad@s. Hay quienes creen que la verdad vive en las redes sociales, que si algún tema o persona no está circulando por ahí, entonces no existe. Sitio de recreo, continente de real o engañosa discusión, mayormente, en cuanto a temas de relevancia general, parecen ser simplemente depositarias de aversiones.

Pero de los supuestos a los hechos hay una brecha que pasa por el análisis de varios académicos y especialistas del tema, quienes reúnen en un conjunto de artículos su investigación en el libro, Redes sociodigitales en México, coordinado por Rosalía Winocur Iparraguirre y coeditado por el Fondo de Cultura Económica y la Secretaría de Cultura.

Para comprender el comportamiento de esta forma de comunicación, hay que empezar subrayando lo que en la introducción se anota: en México “a finales de 2013, unos 59.2 millones de mexicanos (52%) tenían acceso a internet, de los cuales 88% utilizaban redes sociales digitales como Facebook, Twitter o Google Plus; fuera del alcance de los sectores más desfavorecidos, la brecha digital se convierte en una expresión más de la desigualdad social”.

A la incesante e imperiosa práctica de compartir detalles mínimos de la vida personal, sentimientos y preferencias, se suma la compulsión de replicar contenidos que hacen creer en una toma de poder por parte de los internautas, pero, habría que preguntar si “el hecho de que estén todo el tiempo conectados los vuelve más críticos frente a la realidad y más abiertos a las diferencias”.

Hay quienes encuentran en estas interacciones virtuales un ejercicio de la libre expresión y de la democracia, para otros sólo hay banalidad, ausencia de debate y falta de sentido crítico. Fuera de esta polarización puede afirmarse, que las redes son un nuevo espacio público, donde se cruzan los discursos de poder con los de la vida cotidiana.

Los medios de comunicación dependen de una línea editorial que los lleva a jerarquizar la información; en su artículo, titulado México enredado. Auge, ligereza y limitaciones en el uso político de las redes sociodigitales, Raúl Trejo Delarbre explica que en las redes decidir y seleccionar asuntos y fuentes es un acto individual. “Cada quién de acuerdo con sus propias conveniencias, aficiones, convicciones experiencias elige cuáles de ellos irá consumiendo”.

La disponibilidad para intercambiar y contrastar los propios puntos de vista con la opinión de otros enriquecerían el entendimiento propiciando la deliberación. Los temas han escapado de las manos de especialistas y analistas y son ahora del “ciudadano monitorial”, quien simultáneamente sigue los asuntos más variados y responde a ellos ya sea pasiva o participativamente.

Se trataría, al menos hipotéticamente de una discusión -de asuntos públicos-, totalmente ciudadana, lo cierto es, anota Raúl Trejo Delarbre, que “todavía es más frecuente que los usuarios de Facebook o Twitter se limiten a contemplar lo que otros dicen. Sobre todo, tratándose de asuntos políticos, las opiniones en esas redes suelen reducirse a encomios o descalificaciones”. Los clicks en “me gusta” o “favoritear” son los comportamientos más sencillos y frecuentes, pero de acuerdo con el autor, hay un vacío aún entre la adhesión contemplativa y la acción.

Cada cuenta es universo conformado desde lo subjetivo, los parámetros para seguir a alguien en cualquiera de las dos redes más utilizadas corresponde a una decisión totalmente personal, sin embargo, los estudios de 2014 arrojan que las páginas con más seguidores en Facebook en México eran la de La Arrolladora Banda el Limón con 13 millones 400 mil simpatizantes, le seguía Werevertumorro con casi 13 millones, la página de la Selección Mexicana de Futbol, 8 millones 454 mil y la Banda El Recodo 8 millones 150 mil.

Ese año el político con más seguidores, 4 millones 346 mil, era Enrique Peña Nieto y ocupaba el sitio número 80. Le seguían Josefina Vázquez Mota en el lugar 384, mientras que en el sitio 843 estaba Andrés Manuel López Obrador con un millón 120 mil seguidores. Cabe aclarar que seguidores no significa votos, que seguir en Twitter a los personajes de la política no implica que estén interactuando ni compartiendo los contenidos que el político suba a la red. En este sentido hasta ahora no se ha dado el salto de ser destinatarios a interlocutores.

La fórmula hipersimplificada del “me gusta” que la mayoría de los ciudadanos conectados utiliza, se limita a expresar su adhesión a la gran variedad de temas, es una opinión no comprometida y complaciente. Pero esa misma fórmula es muy efectiva para impactar en la opinión pública cuando se vuelve viral, refiere Rosalía Winocur Iparraguirre, aunque “sirve para manifestarse acerca de los normalistas de Ayotzinapa, la última actuación escandalosa de Lady Gaga o las fotos que subió la prima Lupita sobre la fiesta del sábado”.

Más allá de calificarla positiva o negativamente, Rosalía Winocur encuentra que es limitada para valorar las esferas públicas emergentes. Frente a la tríada: medios de comunicación, políticos y encuestas de opinión, que formaba la opinión pública, están ahora Facebook, Twitter, la mensajería personal, para que cada quien diga lo que piensa “en sus propias palabras”. “Lo de sentir la palabra como propia no pasa necesariamente por expresar opiniones originales y fundadas, en la mayoría de los casos utilizan los “likes” o un repertorio de frases hechas y coloquiales”.

Sin duda el cambio que merece la pena estudiar es el que referido al público desde el ámbito de la participación. Cómo llamarlo y cómo medir su poder: “No tenemos otra opción salvo la de ser participantes y al participar comprometemos algo de nosotros mismos en el mundo mediatizado que se nos ofrece sin cesar”. Otra de las preocupaciones que rescata este artículo es si esta sobreexposición nos ha vuelto más tolerantes y diversos.

Internet nos permite, como nunca antes, conocer a los otros, aunque solamente tenemos fragmentos de ese otro que además está editado, a ello se suma que a pesar de la lejanía el sujeto se conecta con los iguales y con los opuestos “que son significativos en sus universos simbólicos de pertenencia. Los demás seguirán en la invisibilidad”. Tampoco el número de contactos habla de una mayor apertura, pues según dice la Rosalía Winocur, las interacciones cotidianas se dan con aquellos 20 o 25 que forman parte de su rutinaria vida. Entre mayor la distancia, tendemos a ser más solidarios o tolerantes, es la dialéctica de la tolerancia y de la agresión. Aproximarse demasiado es agresión, Occidente cultiva la tolerancia a distancia, virtualmente…

César Augusto Rodríguez Cano, escribe el artículo Articulación y contrapoder. Los protagonistas del activismo digital en México (2009-2014) un amplio análisis del alcance del ciberactivismo a través de 12 campos discursivos en los que se realizaron demandas políticas mediante los sitios de internet acompañadas de convocatorias para manifestarse en las calles. Son 12 propuestas tuiteras #JusticiaABC, #SoyProle, #QuitaUnAnuncio, #YoSoy132, #MarchaAntiEPN, #TodosSomosPresos, #LadyProfeco, #PosMeSalto, #PrensaNoDisparen, #LeyBala, #EPNvsInternet y #EPNBringThemBack.

El principio que subyace a este artículo es comprender que el análisis del discurso de las redes sociales es valioso para la investigación de los procesos de cambio social y cultural de nuestro tiempo.

“El carácter crítico de la perspectiva que aquí se presenta, se enfoca en las maneras en que las estructuras discursivas representan, confirman, legitiman, reproducen o cuestionan las relaciones de poder y dominación en la sociedad”. Medios, activistas o colectivos, ciudadanos, periodistas, militante, figura pública, académicos, cuentas de humor, organizaciones, empresas, políticos, cuentas no identificadas, son las categorías que se utilizaron para realizar este estudio, el cual tomó una muestra de los 50 twitts más retwitteados en cada campo discursivo.

Otro de los aspectos a considerar es el del conflicto en las redes sociales, entre los usuarios, al análisis de este comportamiento dedican Gabriel Pérez Salazar y Francesco Gervasi el artículo Conflicto y religiosidad en línea. Enfrentamientos en usuarios de Facebook en torno al culto a la Santa Muerte. De acuerdo con Max Weber, citan, el conflicto tiene que ver con el ejercicio del poder y de las resistencias que esto genera. Y mientras mayor sea el involucramiento emocional tiende a volverse más complejo. En el universo que han construido las redes se observa una práctica moderna de religiosidad, la religiosidad en línea “una privatización de la religión sin eclipse de lo sagrado”, una fe que se lleva a cabo desde cualquier dispositivo y desde la comodidad de la casa, pero sobre todo, alejada de la institución. El ejemplo más claro de esa adhesión a distancia, quizá sea el del Estado Islámico, que capta seguidores en cualquier punto del planeta, a través de las redes.

Destaca este estudio de la Santa Muerte, porque el culto adquiere relevancia en unas coordenadas sociales específicas. Es por principio una creencia originada en México, que surge “del pueblo mismo”, para “neutralizar los efectos de un entorno cada vez más violento, inseguro e incierto”. Analizar cómo y qué detona el conflicto entre creyentes y no creyentes y cómo ocurre la confrontación es a lo que se dirige esta investigación.

Redes indígenas y lógicas de construcción del capital social en internet, de Carmen Gómez Mont, analiza cómo las redes reafirman y mantienen la identidad cultural de los grupos indígenas, que se han visto obligados a escapar de sus lugares de origen. Y demuestra que crear comunidad a partir de plataformas digitales como Youtube y páginas en línea, es posible. La lengua y las tradiciones se preservan y se heredan, en la conexión hay un reconectarse que salvaguarda a los pueblos en riesgo de desaparecer o de mantenerse en la invisibilidad.

Cultura visual digital y campos de acción en redes sociales, escrito por José Alberto Sánchez Martínez, analiza la preeminencia de la imagen sobre el texto en una cultura que está determinada por la visualidad. Hay más espacio para la imagen que para el texto, aunque este está implícito como en el caso de los memes. La posibilidad de generar un archivo visual en cualquier momento habla también de la desaparición de una frontera, lo público y lo privado, “el paso del hombre privado al público en la época de Internet consiste en declarar su intimidad como espectáculo”. Si se ha de participar y ser activo en las redes, se debe ser público, y esto genera, de acuerdo con este especialista, nuevas intimidades.

María Elena Meneses Rocha, en Redes sociales virtuales: potencial democratizador y herramienta de vigilancia sigue las tesis de Robert Dahl y Benjamin Barber acerca de las democracias participativas y democracias fuertes y débiles. Esta última tipología indica que una democracia fuerte lo es a partir de su potencial deliberativo en el trascender de lo individual a lo participativo. “Los movimientos sociales no sólo son formas de confrontación con el Estado (…) la red y sus diferentes plataformas participativas pueden favorecer la creación de nuevas élites, agendas y contradiscursos que sirvan de contrapeso al poder tradicional”. María Elena Meneses invita a cuestionar la formación de la democracia mediada por la sociodigitalidad.

Redes sociodigitales en México. Rosalía Winocur Iparraguirre y José Alberto Sánchez Martínez (coordinadores). Colección Biblioteca de México, Fondo de Cultura Económica/ Conaculta, México, 2015. pp. 194.

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