Juan José Arreola, maestro que “administraba la sorpresa, el misterio y el sentido del humor”, precursor de las formas de escritura breve, un erudito como pocos, un verdadero “hombre de letras”, describen autores de distintas generaciones al narrador nacido en Zapotlán el Grande, Jalisco, el 21 de septiembre de 1918, condecorado como oficial de Artes y Letras Francesas por el gobierno galo y ganador del Premio Nacional de Lingüística y Literatura 1976.
“Es un autor que está vigente y en especial porque lo podemos ver como el gran precursor de las formas de escritura breve de la actualidad, incluyendo las que se dan en línea”, comentó el narrador y minificcionista Alberto Chimal, en entrevista con la Secretaría de Cultura.
Para el ganador del Premio Nacional de Cuento Nezahualcóyotl 1996, Arreola fue una influencia muy importante cuando se inició en la literatura y recordó cómo desde su infancia quedó atraído por su narrativa, gracias a una edición de Confabulario.
“Fue donde descubrí los textos brevísimos que ahora conocemos como minificciones. Fue un autor crucial del cual ahora pienso que tengo ese interés en el trabajo del lenguaje y en lo breve”.
De acuerdo con el ensayista, académico, cuentista y poeta Adolfo Castañón, con Juan José Arreola arranca un proceso de modernización de la cultura mexicana, a partir de su actividad junto con Octavio Paz, José Luis Ibáñez y otro grupo de artistas.
El miembro de la Academia Mexicana de la Lengua describe al autor de Gunter Stapenhorst, Varia invención, Confabulario y Palíndroma, como uno de los escritores más divertidos, más sabios y con más sentido teatral.
“Con más sentido de lo que es la palabra y la responsabilidad de la palabra. Como escritor, como maestro, como animador de talleres, como editor que lanzó a numerosas generaciones, como jugador, como un hombre que le dio un sentido deportivo a la literatura mexicana contemporánea y como un hombre profundamente generoso y desinteresado”, señaló durante la presentación del libro Para leer a Juan José Arreola, que escribió junto con la investigadora Nelly Palafox.
En tanto, el escritor Alfonso Nava Cabrera señaló que Confabulario ya vive entre nosotros como una de las grandes piezas maestras de la literatura mexicana.
“Su lectura siempre refresca, es una clase de cómo poner la imaginación al servicio de la escritura. Siempre que leo El guardagujas me veo tan sorprendido como la primera vez que lo leí. Ese es el efecto de Arreola, el del asombro perpetuo, el de realidades bien ordinarias que albergan en un sitio específico un elemento insólito que transforma a la realidad entera.
“Ignoro cómo se perciba en las nuevas generaciones. En la mía se le miraba con respeto y Confabulario era considerado un libro básicamente perfecto. En todo caso, quien tenga la percepción de que Arreola es anacrónico o agua pasada, definitivamente no lo ha leído”.
El beneficiario del Programa Jóvenes Creadores 2007-2008 y 2009-2010 del Fonca en las categorías de Letras y Cuento, señaló que Juan José Arreola le parece mucho más un maestro de la forma que cualquier otro narrador mexicano con que se compare.
“Recuerdo Baby h.p. escrito como un manual técnico, por citar un ejemplo; los relatos breves, el estilo de altos vuelos muy cerca de la poesía en prosa. Además, creo que no es asunto menor, Arreola fue en televisión tan versátil como en su literatura, y un erudito como ya hay pocos. De nuestros últimos auténticos ‘hombres de letras’”.
El escritor, traductor y académico, Felipe Garrido, Premio Nacional de Ciencias y Artes 2015 en el área de Lingüística y Literatura, escribió que con Juan José Arreola estamos ante un maestro para administrar la sorpresa, el misterio, el sentido del humor. Así como para ir de lo creíble a lo increíble sin perder verosimilitud.
“Sus personajes van de ida y vuelta entre la realidad positiva y lo fantástico sin pasar aduanas. Mediante la ironía —de lo tierno a lo brutal—, del absurdo dócil a la lógica, la mezcla de los datos documentados con la ficción y una subversión constante de lo real tangible, en favor de una subjetividad y un sentido común que descansan en el disparate.
“Arreola ha creado un nuevo tipo de cuento, un mundo donde la palabra hace festiva y profundamente inútil el afán de distinguir entre lo tangible y los entes de la imaginación”, explicó en el texto Arreola: Cinco años, publicado en la Revista de la Universidad de México.
Alberto Chimal reconoció que a pesar que a Juan José Arreola le interesó mezclar las influencias de la alta cultura con la cultura popular o masiva, es un autor al que quizá no se le hace el caso que debería, al estar un poco eclipsado en la historia literaria.
“En algún momento hubo una reacción en contra de lo mucho que él valoraba: el estilo literario, la belleza del lenguaje. Se empezó a favorecer un lenguaje más escueto, más directo y parco, y esa reacción fue contra la idea del estilo que defendía Arreola, me parece que por ahí viene esa distancia que ha marcado cierto número de autores posteriores”.
Sin embargo, consideró que el autor de Palindroma tenía un oído estupendo para reproducir no sólo el habla culta, sino popular como sucede en su novela La feria, contada con muchas voces y una gran cantidad de personajes con diferentes maneras de pensar y trayectorias de vida. “No era un autor terriblemente elitista en ese sentido y eso vale mucho”.
De acuerdo con Alfonso Nava, ganador del Premio Nacional de Cuento Beatriz Espejo 2004, la maravilla y ejemplo de Arreola está en muchos lugares y posibilidades.
“Como dije antes, está como maestro de la forma, de la claridad, epígono del género fantástico en México y promotor cultural de primer orden, un personaje que, vía revistas o en TV, quiso ampliar las miras culturales a los más vastos públicos”.
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