Hugo Falcón Páez
Eclécticos, innovadores, resilientes, hoy son llamados agentes de cambio.
El lunes 13 será el 183 aniversario luctuoso de Ignacio Manuel Altamirano, un guerrerense que nació el 13 de noviembre de 1834 en Tixtla, Guerrero. Un orgullo de la nación, pues fue abogado, periodista, escritor, maestro, político, diplomático, coronel (1863-1867), diputado y Cónsul en Barcelona y Paris. Murió el 13 de febrero a los 58 años de edad en San Remo, Italia. Desde joven fue un espíritu inquieto, quien llevó ideas higiénicas de origen guerrerense a otras esferas sociales. En el centenario de su nacimiento sus restos fueron depositados en la Rotonda de las Personas Ilustres en la ciudad de México. Ignacio procedía de una familia indígena, ya que su padre tenía el mando entre los chontales y en 1848, fue nombrado alcalde de Tixtla. A corta edad, su mentor fue Ignacio Ramírez quien fuera ministro de Porfirio Díaz, y después el joven Altamirano tuvo que viajar becado para estudiar en el Instituto Literario de Toluca, así como derecho en el Colegio de San Juan de Letrán, su alma mater. Fue impulsor de la instrucción primaria laica, gratuita y obligatoria el 5 de febrero de 1882, fue un prolífico en el arte literario y las ciencias sociales al destacar sus obras en las costumbres y descripciones de pueblos, paisajes y personas. Llevó a México, pero sobre todo a Guerrero, a los rincones internacionales a través de sus publicaciones en diversos ámbitos. Una leyenda que debe ser valorada por siempre.
Como historiador y conocedor de las esferas académicas, se creó la medalla “Ignacio Manuel Altamirano” con la finalidad de premiar los 50 años de labor docente, cabe destacar que fue un masón activo, un intelectual ejemplar que en la palestra política llegaría muy lejos, al alinearse con los revolucionarios de Ayutla, y más tarde se pondría a lado de los juaristas, enaltece el estandarte de la patria libre y en 1865 lucha contra el imperio de Maximiliano y la invasión francesa. También fue profesor en la Escuela Nacional Preparatoria, la Escuela de Comercio, la Jurisprudencia, la Nacional de Profesores y otros recintos educativos más.
Algo importante para nuestra nación, fue que junto con su maestro Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto, fundaron El Correo de México, así puede extender los ideales liberales y románticos. El encendido nacionalismo lo lleva a lanzar publicaciones como “Clemencia”, en 1868; “Julia”, en 1870; “La Navidad en las Montañas” y sus “Rimas”, en 1871. La noble novela “El Zarco”, en 1901, lo apunta como un constructor de narraciones costumbristas y tintes autóctonos, y queda el legado en una abundante producción genérica de dos volúmenes llamada “Paisajes y leyendas, tradiciones y costumbres de México”. El dato curioso, es que el primero se publicó en 1884, el segundo después de cincuenta años de su muerte en 1949. Y bien, el guerrerense es recordado en la región de Tierra Caliente, por siempre. Ya que una población lleva su apellido. Se trata de Ciudad Altamirano, la cual es cabecera del municipio de Pungarabato (Cerro de Plumas), ubicada junto al río Cutzamala, principal afluente del río Balsas. Ostentando el título que se le pueda otorgar, Ignacio Manuel Altamirano, tiene bien merecido y ganado un espacio en la mente de los mexicanos. Sobra decir que esperamos más como él, porque el mundo los aguarda. Hoy es una era diferente, de adaptación y revolución emocional, espiritual y holística, por ello, los agentes de cambio se sustentan en lo social, ambiental, económico y cultural.
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