Este 2 de mayo se conmemora el 89 aniversario del natalicio de la poeta Enriqueta Ochoa (1928-2008), originaria de Torreón, Coahuila, quien gustaba festejar rodeada de amigos, familia, música y degustando de sus alimentos preferidos. El último año que celebró, el de sus 80 años, fue el más entrañable porque -resultado de un gran trabajo de organización-, se había editado toda su obra en el Fondo de Cultura Económica, comenta su hija Marianne Toussaint en entrevista.
En esa ocasión fue así como festejó, sin faltar el mariachi. “Ella sentía como que había acabado una misión. De pronto yo la vi como que había cumplido, y ver que alguien cumple años sintiendo que ha cumplido es muy satisfactorio. Ella decía que desde que era muy joven quería ser anciana, pensaba que cuando fuera anciana habrían pasado todas las batallas de la juventud, entonces podría tener una vida tranquila sin sobresaltos ni emocionales, ni de pasiones, ni de obsesiones, entonces eso era interesante”, expresó Marianne Toussaint.
“Creo que los mejores cumpleaños –agregó-- fueron los 60, 65, los 70, 75 y aunque no vivía como había soñado, sentía que tenía más capacidad de valorar lo que en ese momento tenía. Tenía a las nietas, el reconocimiento de su tierra, el reconocimiento en México. Se le hicieron varios homenajes que recibió en esos años, junto con el de los 80 cuando le entregaron la Medalla de Oro Bellas Artes que coincidió con la publicación de su obra completa. La vi disfrutar cada vez más sus cumpleaños, no sufrir la vejez, sino disfrutar que se acercaba a una plenitud y eso solamente es con sabiduría”.
Su mejor regalo era ir a comer a algún lugar rico, su favorito era el restaurant El Rincón Polaco, llevarla era su mejor regalo de cumpleaños, “pedía el menú del papa y comía desde el primer platillo hasta el último. Decía que su único vicio era comer; era una persona que dentro de todas las tragedias -porque las vivía con una gran intensidad-, disfrutaba mucho la vida, apreciaba un paisaje, un árbol, el cielo, la compañía, el cariño de alumnos y amigos”.
Ante todos los reconocimientos a su labor como poeta y el gran legado que dejaría “estaba muy consiente que no había peleado por un lugar dentro del canon, lo hizo de manera consiente. Sabía lo que implicaba estar en los primeros lugares de reconocimiento de su generación, implicaba una guerra brutal. Lo evitó, prefirió encerrarse”, relató la también poeta Marianne Toussaint.
Enriqueta Ochoa decía que “la creación era como una semilla y tenía que germinar en la oscuridad de la tierra; estar en el mundanal ruido, en la parafernalia y la disputa por estar en los primeros lugares en las antologías, implicaba no estar en contacto con la tierra a oscuras, germinando, lo tenía muy claro y se dedicó a trabajar como maestra, a pasar la estafeta de todo lo que sabía, lo que había aprendido; a crear y recrear su mundo interior, en la oscuridad -de alguna manera- lo que es muy bonito porque la planta termina saliendo a la luz y llegaron los reconocimientos, por los que nunca peleó y que disfrutó profundamente; la hicieron muy feliz. Yo a toda la gente que se los dio o que ayudó, que participó en esto, le tengo un infinito agradecimiento porque la veía disfrutarlos mucho”.
Quedó un libro pendiente, se trata de una antología sobre la imagen poética mexicana desde López Velarde hasta los poetas nacidos en la década de los sesenta, “es una cuenta pendiente que tengo con ella. Por una razón o por otra (se trata de un libro voluminoso, un diccionario de imágenes) se fue postergando, corresponde a una investigación de más de 20 años.
La poeta, hoy evocada, publicó entre otros títulos La urgencia de un Dios, Los himnos del ciego, Cartas para el hermano, Retorno de Electra, Bajo el oro pequeño de los trigos y Asaltos a la memoria.
Un texto que permite una aproximación más cercana a su interior: lo que le significaban su tierra, sus abuelos, sus padres, el hermano mayor, la poesía, su relación con los intelectuales, así como la lista de proyectos por realizar durante la primera década del siglo XXI y la confesión de que no le gustaban las entrevistas, se encuentra en el título Autoentrevistas de escritores mexicanos, coordinado por Ignacio Trejo Fuentes e Ixchel Cordero Chavarría y publicado en 2007 en la colección Periodismo Cultural de la Secretaría de Cultura, mismo que se acompañó con una fotografía y la firma de quien da nombre al Festival de la Palabra Laguna, Enriqueta Ochoa. El título se encuentra a la venta en la Red Nacional de Librerías Educal y se localiza más información en http://www.cultura.gob.mx/periodismo/
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