Hugo Falcón
Páez
Es momento de
observar la tierra trabajada por la mujer.
Ha sido relegada la labor agrícola, mal pagada, mucho
peor en su momento, mal erigida en los campos bellos y sanos de nuestra nación,
olvidados por las autoridades y los legisladores. Hoy es Día Internacional
de la Mujer Rural, y es importante hacer valer la sinergia, la sustentabilidad,
la sororidad (remito lo acuñado por la
antropóloga mexicana Marcela Lagarde) y la resiliencia en el campo en todo el mundo, pero
sobre todo en América Latina. No he leído ni mucho menos observado, que luchen
a favor de un gremio favorecido por el capital obtenido, una mejor calidad de
vida, y no ser explotadas ni esclavizadas en ese segmento. La ONU lo ha
subrayado de la siguiente manera: Desafíos y oportunidades de igualdad de
género y empoderamiento de las mujeres y las niñas en la agricultura adaptándose
al cambio climático.
Tengo que indicar que las mujeres rurales representan
más de un tercio de la población mundial; el 43 por ciento de la mano de obra
agrícola; labran la tierra y plantan las semillas que alimentan naciones
enteras; garantizan la seguridad alimentaria de sus comunidades, y ayudan a
preparar a esas comunidades frente al punto de no retorno en el planeta.
Labriegas o campesinas sufren de manera descomunal los múltiples aspectos de la
pobreza más baja y pese a ser tan productivas y buenas gestoras como los
varones en ese rubro, no disponen del mismo acceso a la tierra, créditos,
materiales agrícolas, a infraestructuras, como el agua y saneamiento, mercados
o cadenas de productos cultivados de alto valor, así como de un acceso
equitativo a servicios públicos, como la educación y la asistencia sanitaria.
Han sido discriminadas y las barreras estructurales, y las normas sociales siguen
limitando el poder de las mujeres rurales en la participación política dentro
de sus núcleos. Su labor es nula y no remunerada, a pesar de que las tareas
aumentan y se endurecen debido a la migración de los hombres. Mundialmente, con
pocas excepciones, todos los indicadores de género y desarrollo muestran que
las campesinas se encuentran en peores condiciones que los hombres del campo y
que las mujeres urbanas.
La situación descrita está empeorando debido a los
efectos del cambio climático y calentamiento global sobre los recursos
naturales y productivos complican las desigualdades de género en las zonas urbanas,
ahora imagine detalladamente el impacto en la zona rural, por ello debemos
entender una vez más, que las mujeres tienen un gran potencial para abordar los
problemas climáticos y para responder a los desastres naturales, son
emprendedoras de corazón y espíritu.
Tienden a tomar decisiones sobre el uso de los recursos
y las inversiones dando prioridad al interés y el bienestar de sus hijos,
familias y demás. Influyen indirectamente y directamente en las cuestiones
económicas y políticas, para que las instituciones presten más servicios
públicos como el agua, el saneamiento y la energía, y poder mejorar la
infraestructura social. Un enfoque igualitario es un beneficio triple si se
diseña un proyecto ejecutable: igualdad de género, seguridad
alimentaria y gestión del cambio climático, contribuyendo así de
forma inestimable a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Por ello, nosotros alzamos la voz y conmemoramos este 2017 el Día Internacional
de las Mujeres Rurales, que se centra en priorizar su empoderamiento mediante
distintas iniciativas, como la incorporación del enfoque de género a las
políticas agrícolas, el aumento de la tenencia de tierras de las mujeres, la
mejora del acceso a la financiación de inversiones en bienes que contribuyan a
la resiliencia frente al cambio climático, y la ampliación de las oportunidades
de participación en las cadenas de producción y distribución de productos de
más valor.
0 Comentarios