Hugo Alberto Falcón Páez
Más de un siglo. ¿Avanzando o estancados?
A ciento tres años, se celebró una fiesta digna. La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, es la norma fundamental o Carta Magna, establecida para regir jurídicamente al país, fijando los límites y definiendo las relaciones entre los poderes de la federación: Poder Legislativo, Ejecutivo y Judicial, entre los tres niveles diferenciados del gobierno (el federal, estatal y municipal), y entre todos aquellos y los ciudadanos; asimismo, establece las bases para el gobierno y para la organización de las instituciones en que el poder se asienta. Un pacto social supremo de la sociedad mexicana, los derechos y los deberes del pueblo. Una aportación de la tradición jurídica mexicana al constitucionalismo universal, dado que fue la primera Constitución de la historia que incluyó muchos derechos sociales.
El adjetivo es sustancial, el significado es vital. Desde la edición de Aristóteles hasta la Magna Charta Libertartum, documento aceptado por el rey Juan I de Inglaterra. El epígrafe de una nación que venera las normas supremas de un Estado de Derecho Soberano. La tradición para los conciudadanos es Legislativo, Ejecutivo y Judicial, poderes que determinan las bases, para la organización de las instituciones y derechos fundamentales. Hoy muy lejos de percibir y vivir en una patria apreciada, sólo es verborrea, y últimamente mesas de diálogo o foros masivos donde sólo algunos mediocres elegidos, de viva voz dan eco a lo que nunca se ejercerá. Entonces, ¿qué es la Constitución de 1917? Para muchos es digna de estudio, otros de interpretación, y para pocos, de sentir y pensar. El hombre además de ser libre en su propio país, debe de gozar de servicios otorgados por el Estado, de la justicia que le toca a éste impartir, y del respeto de los servidores públicos, quienes también son elegidos por él a través del voto, sin imposición de ningún tipo. La cuestión es, ¿qué pasa en México, en cada entidad, ciudad, comunidad?
Nos remitimos que después de la Revolución de 1910, necesitábamos fortalecer el sistema político y las garantías para la seguridad de las personas y su patrimonio. Así fue que el presidente Venustiano Carranza, convocó en diciembre de 1916 al Congreso para presentar un proyecto de reformas a la Constitución de 1857. La nueva constitución se promulgó el 5 de febrero de 1917, en el Teatro de la República de Querétaro. La aportación se sumó a la tradición jurídica mexicana al constitucionalismo universal, ya que la primera incluyó muchos derechos sociales. Nueve Títulos que contienen 136 Artículos y 19 transitorios; el Primer Título y sus 38 artículos describen los Derechos Humanos, las garantías individuales y la ciudadanía mexicana; los siguientes 98 artículos definen la estructura del Estado mexicano. Lo importante se sostuvo en un gobierno republicano, representativo, demócrata y federal. Así la división de poderes fue refrendada y por primera vez fue en cámaras de Diputados y Senadores. Se ratificó el sistema de elecciones directas y anónimas, se decretó la no-relección, la eliminación del cargo de vicepresidente, se creó el municipio libre, se estableció un orden agrario relativo a la propiedad de la tierra; las libertades de culto fueron reconocidas, la expresión y asociación, así como la enseñanza laica y gratuita, así como la jornada máxima de 8 horas. Hoy los decretos han reformado los artículos, las fracciones, y la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos obtiene otra faceta.
El grito de guerra en los mexicanos ha sufrido una transformación, se ha convertido en una palabra quedita dentro de una feroz contienda. Y no es por el mal gobierno, es por el proceso social que no queremos abandonar.
Estamos ocupando una esfera complaciente que deteriora a las generaciones. Un ejemplo es, si tan sólo en el gobierno dejarán de tomar protesta a cualquier “hijo de vecina” para cualquier lugar relevante o no, al menos les exijan conocimiento, experiencia, decencia, nobleza y puntualidad. Ya no una carrera concluida, maestría o doctorado, eso sin dejar de lado el dominio de otra lengua.
Necesitamos gente civilizada, no la podredumbre que se obtiene de un mero hato de especímenes. Los proyectos e iniciativas ciudadanas deben realizarse de manera individual, para que el gobierno haga lo propio, que trabaje de manera formal y permanente. Ya no pedimos racionalizar los salarios, el abasto alimentario, el desarrollo sustentable, y la industria de los servicios y productos. Sintetizado pues. Todo sea para no matar lo magnánimo que somos, les recuerdo que nosotros constituimos al país, por ende, uno es ello. Tenemos que ser historia, mexicanos, magnánimos.
0 Comentarios